Martes 2 de enero del 2007.
Me gusta, en soledad, visitar los cementerios. Pasear entre tumbas de gente desconocida, gente normal como cada uno de nosostros. Sentarme en los bancos de piedra, entre fosa y fosa, y leer sus lapidas siempre distintas.
El mas bello cementerio que conozco es el de "Comillas", modernista, obra de Lluís Domènech i Montaner. Lo preside una bella estatua de Josep Llimona i Bruguera, llamada El Ángel.
Me encuentro a gusto en esos pequeños senderos rodeados de tumbas, algunas tan pequeñas como la edad del niño que esta enterrado en ella. Me conmueven esas tumbas diminutas, anormales, injustas. No es natural que un padre entierre a su hijo, nunca sera justo.
Hay muchos tipos de cementerios: románticos, pobres, urbanos y rodeados de edificios, modernistas, románicos, familiares, abandonados como esos desolados cementerios protestantes en lugares mineros de Andalucia, áridos, tristes, floridos, asépticos, urbanos,pobres.....cada sitio es diferente. Y ver esos Ángeles presidiendo, acogiendo almas puras (cuando morimos todos somos como niños inocentes al encuentro de una respuesta que nos daran, nops guste o no), y estan esas esquelas llenas de sentimientos y añoranzas por el que se ha ido, permaneceran siempre aunque se hayn borrado de la memoria. Los actuales de nicho va y nicho viene me gustan muy poco, dan una sensación de claustrofobia, como de cerrar habitaciones y olvidarlas, prisiones de cuerpo y alma. ¿Y que decir de las flores?: frescas de cada día por poco tiempo, una sola rosa roja de amores destrozados por la muerte, marchitas de olvido y desidia, podridas del tiempo y el agua que las devora, de plástico patético para pateticos recuerdos y vagancias sin fin, hay tumbas vacías quizas por falta de pago o paso del tiempo, amapolas en verano al lado de las tapias, hierba verde recién cortada (alimentada por las miles de lagrimas derramadas que ellas acogen con pesadumbre), chuchameles......las mas sabrosas moras de verano se dan en las tapias de los cementerios gallegos, no hay otras mejores, con el sabor pleno de la vida y los recuerdos.
Y está ese silencio acogedor que te envuelve, que te hace ser un poco mejor, te hace pensar en los tuyos a los que tienes un poco abandonados y que ese será tu ultimo refugio, tu ultima cama para el definitivo descanso. Hay una energía positiva que te tranquiliza, te seda. A los muertos no hay que temerlos, están muertos. Hay que temer a los vivos y... maleantes.
Me gusta, sobre todo, con tiempo, ir con un libro de poesía, sentarme y leer un poco. Se me han muerto todos mis poetas favoritos: Dámaso, Alexandre, Guillen, Cernuda, Diego, Hierro...Ya no me queda ninguno. ¡No será por morbo!
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