Thursday, August 31, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 7.5


7. 5. Alguien pensara que después de una vomitona los niños estarían ya  extenuados, cansados, flojos, débiles y hasta con un toque de miedo con lo que el resto del viaje seria como un lago calmo y tranquilo, lleno del decaimiento normal que precede a un mal estar….pues el que piense así no conoce a estos críos y nunca, digo nunca, ha viajado con ellos. O es un iluso. O todo no es más que una vana ilusión.

Tendemos a minimizar la cosas, a desear la felicidad y lo mejor que creemos para todos pero en ese coche, con esos cinturones, ese viaje crea la transformación definitiva a monstruos sin vísceras y puede con todo, hasta con la fatiga y el dolor.

Así, con ellos en el coche, ya amarrados, con sus caritas pálidas, las manos caídas, respirando despacio y flojamente (el mal olor, ya se sabe), el pañuelito perfumado en sus manitas pálidas en el que se traslucen unas leves venas casi azules, y nuestro corazón en un  puño al verlos así arrancamos y…de pronto, de forma súbita y casi imperceptible, (solo se atisba algo por el borde del ojo en el espejo trasero) las sonrisas torcidas afloran rápidamente en sus labios, nos miran de reojo buscando momentos de bajada la guardia y que el amor que les tenemos nos haga caer en sus redes. Se miran el uno al otro, se sonríen y, cuando menos lo esperamos los adultos y cuando ellos están más preparados,  al ataque…

“Esto huele fatal, huele a mierda y todo por culpa de este pequeñajo”.- Mara al ataque con voz aflautada, como no, mirando de forma directa y descarada a su madre al tiempo que el toquecito, que no aguanto, a mi hombro no puede faltar. No puede perder comba. La carretera nos aguarda y los conductores no deben ir tranquilos, hay que alterarlos y deshacerlos en un manojo de nervios si es posible.

“Mama, mama, Mara se mete conmigo; dile que no se meta conmigo que ella también vomitó que yo la vi”

“¡Si!, pero yo no manche todo el coche y ahora hay que oler a tu mierda, pequeñajo ¡no sé cómo te aguantamos!”

“Mama, Mara me está insultando, dile que se calle y me deje tranquilo. Quiero dormir un poco y no me deja.”

“Pequeñaaajooo, vomitoooo, que eres un vomitoooo verde”

“Mara, ¡cállate!, deja tranquilo a tu hermano por una vez y te recuerdo que si el vomitó tu vomitaste sobre mi espalda así que deberías estar calladita”- entro ya sin poder contenerme aun sabiendo que será peor, la discusión ya está a tres  bandas. Yo pierdo siempre, tengo que mirar hacia delante y por el espejo retrovisor poco puedo hacer más que echar miradas asesinas que nadie ve. Mara medio sonríe ante mi alegato. Lo ha conseguido, van ganado por 0-1.

“Pero Papi, es que huele muy mal y me molesta el viento que entra por las ventanas, me despeina, toda.”- atenúa su tono, se hace más dócil, más tierna. Todo se viste de rosa y la trampa a los adultos esta lanzada.

“¿Quieres que cerremos las ventanas?”- entra el freno de mano en el juego con una leve sonrisa en los labios y una cierta inclinación del cuello al estilo de las madonas de Modigliani y sus prodigiosos cuellos de jirafa. El freno la mira con un tono medio pícaro, medio diciendo que lista soy. No sabe que el partido está ya en cuatro bandas. Y vamos perdiendo por un 0-2 que clama al cielo.

“’ ¡Nooooo! Pero es que la culpa la tiene siempre Javi, siempre al final hay que fastidiarse, es un mierdero”. Enfurruñada se cruza de brazos, se cruza de piernas y baja la cabeza con el ceño fruncido.

“Mama, me ha vuelto a insultar, me ha llamado mierdero. No soy un mierdero. En todo caso lo será ella que se echa horas en el cuarto de baño oliendo a caca, porque otra cosa no se qué se puede oler o hacer en el cuarto de baño. Dile que no se meta conmigo y me duele la barriga. Papi …¿no podemos parar?”

“¡Mara!, es la última vez que te lo digo”- insiste el copiloto de forma inútil, sabiendo que nada cambiara las cosas-“deja a tu hermano en paz y si huele mal pues te pones el pañuelito con colonia en la nariz y aguanta lo que puedas pero a tu hermano lo dejas en paz de una puta vez”.

“Papa, papa, ¿has oído? Mama me está diciendo palabrotas gordas y feas. A mí me riñe si las digo, una vez hasta me lavo la boca con jabón. ¡Qué asqueroso estaba!”.

“Acusica, acusica, Mara es una acusica y acusica  barrabas al infiernos caerás de cabeza para atrás”-Javi en ayuda por la banda izquierda con el punto de velocidad adecuado y justo para que yo desee estar en una isla desierta, en medio del mar, solo, solo, solo en el inmenso mar. Le saca la lengua a su hermana.

“¿Qué sabrás tu pequeñajo que solo sabes vomitar,  vomitar y quejarte?”

“Mama me vuelve a insultar y yo no he hecho nada malo.”

“Pero, queréis callaros de una vez o hablar como gente normal, me estáis poniendo de los nervios y es peligro conduciendo así”. Apelo, sabiendo que no vale para nada,  al peligro y a mis nervios a punto de saltar una vez más. Hay que aguantarse, hay que morderse la lengua y los labios y el corazón y el alma si es preciso. No son ellos, son los monstruos que habitan en el coche, solo en el coche, es duro y remato…”por favor, por una vez, solo una vez…” Un final patético para un conductor que se siente patético en un viaje que resulta más patético que nunca. El equipo trasero sigue ganando y va por la goleada, el 0-3 ya es un tanto frustrante y puede ser más abultado.

“Pero papi yo no soy es Mara que me insulta y se mete conmigo. Yo me siento enfermo y me duele el estomago.”

“Si, si, quéjate. Huele muy mal, ¿Me dais otro pañuelito con colonia?”

“Mama, Mara  se mete en mi sitio”

“Yo no me meto en tu sitio solo quiero otro pañuelito”

“Si pero te aprovechas para pasar a mi lado y sabes que este lado es mío. Vete a tu lado y no me toques. ¡Ayyy! ¡Mama! Me ha dado un codazo y me duele de verdad, me ha dado a posta y muy fuerte.”

“Mentiroso. No quiero tocarte además hueles mal, a mierda, no quiero que me pegues el mal olor”

“Mama, lo ves, otra vez me insulta y dice que huelo a mierda. ¡Ayy! Me ha pisado. Mama me ha pisado”

“Mara, por favor, es la última, te pego, te juro que te pego si sigues así…”el copiloto, mujer, freno de mano, esta ya desesperada, se tapa a ratos los oídos como queriendo escaparse de la pesadilla en la que se ha convertido, sin comerlo ni beberlo, este viaje que mas que viajar en un coche parece un ataúd siniestro llenos de malos y salvajes pensamientos. El resultado pasa a un escandaloso 0-4 y lo que siga…

“Es que huele muy mal y  no lo soporto. Además me viene de delante un tufo horrible, de la parte de papa”

“Mara, no seas….que sabes que llevo la espalda sucia con tu vomito…”Le replico recordando con asco toda la experiencia pasada.

“Me aburro, quiero llegar. ¿Falta mucho papi? ¿Podemos para un rato?”. -Javi al ataque en su caballo de perdedor.

“Ya falta poco, no veis que ya hay mas casas, estamos en las afueras de la ciudad, queda casi ná”

“Pero se ha hecho muy largo, el viaje… Quiero parar ¡ya!”

“¡Ayyy!. Papi, me ha tirado del pelo, este Javi  no sabe comportarse, le tienes que dar un correctivo…”

“Es que me ésta pisando y no para…”

“No le hagas caso, papi”-Mara interviene de forma condescendiente y peligrosa, el copiloto sigue agachado y con las orejas tapadas-“es un crio y no sabe comportarse acuérdate cuando se ponía a gritar y llorar como un descosido. Ahora, en vez de eso, se pone a vomitar y ensuciar el coche para que tengamos que oler su mierda durante días, y días… ¡qué asco de crio! Podíais haber tenido otra niña en vez de esto”

“Mara…”-la madre al ataque salvador, como siempre, que crea más problemas que resuelve-“como sigas así te aseguro que le digo a tu padre que pare el coche y te dejo sola, que te recoja el primero que aparezca pero así… no… te… aguanto. Por una vez, se buena, por favor.” Ese último por favor suena a perdida, a derrota y es una pena, había empezado muy bien con el tono y la amenaza justa pero…Es el 0-4 no hay solución, no podemos con ellos y lo saben, se aprovechan.

“No es culpa mía que Javi haya vomitado y todo huela a mierda ¿Tu no hueles mal, a podrido dentro del coche? Yo sí y encima me ha tirado del pelo y tendré que peinarme todo de nuevo, es un asco viajar así”

“Mara tu también has vomitado y encima de tu padre así que cállate que estas mucho más bonita con la boca cerrada”

“Eso es injusto, estamos en una democracia y puedo decir lo que quiera ¿verdad papi? Si no os denuncio a la policía”

“Ya estamos llegando, ahí está la calle de nuestro destino. ¡Aleluya! ¡Aleluya!”  Pocas veces he sido tan feliz llegando a destino” -En mi cabeza, ante el silencio que se crea y como la mutación se repliega esperando la vuelta a casa, con ese 0-5, la manita, que es ya un desastre en toda regla.

Y bajan alegres y contentos. Yo me quedo un par de minutos en el coche, la frente apoyada en el volante y mis dos manos a la altura de mis oídos en los que retumba, como con un eco lejano, el corazón….

Tuesday, August 29, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 7.4.




7. 4.- Pocas cosas hay tan bellas como un niño dormido. Las hay, claro, por ejemplo, ver dos niños dormidos. Pocas veces se hace tan  intensa esa ternura como en un viaje en coche cuando así te dejan en paz, hay armonía, suenan músicas celestiales, no se oyen gritos ni peleas, los ángeles viajan contigo haciendo sonar campanillas. Los ves así  y te  sientes en la gloria conduciendo, y viéndolos por el espejo retrovisor, casi te saltan las lágrimas del cariño que les profesas a pesar de todo.

Avanzas rápido, con prudencia siempre, pues el freno de mano está instalado en el puesto de copiloto y no pasa ni una. Las cabezas, de los críos, observas, se bambolean con las curvas, dulcemente, pero siguen dormidos que es lo realmente importante. Los cinturones de seguridad los sostienen bien y las orejeras de los asientos limitan un tanto esa oscilación de las cervicales (pobres y dolientes si fueran las mías).

Pero todo tiene un límite, a un minuto de gloria y paz y felicidad, el desastre premonitorio, (es la conocida tempestad que precede a la calma… ¿o es al revés?), le seguirán  horas de sufrimiento. A la, por una vez siniestra y siguiendo a Murphy,  voz del copiloto que te dice, rompiendo el hielo: “Qué bien ahora que se han dormido, ¿verdad?” Y, claro, antes de que puedas mandarla callar o chistarle que hable muy bajito y que no se enteren, pues entre el movimiento de cabeza, la dormidera y la bebida  anterior y el bollo con pocas ganas y la mala leche de bastante tiempo y todo eso mezclado con la frase anterior pues, como no, movimiento compulsivo, las primeras arcadas del pobre Javi y, sin tiempo a reaccionar, el copiloto es rápido pero no tanto, la primera vomitona cae sobre sus propios pantalones y camiseta. Súbitamente, con la vomitona, se llena el coche de un tufo apestoso como a queso azul, a vómitos, mitad leche agria, mitad mierda, mitad acido de aliens supurante, azufres de diablo maligno y retorcido con diarrea.

Javi, el pobre no se despierta del todo, se queda hecho polvo y nos mira con ojitos de cordero degollado como diciendo yo no he sido, no sé qué ha pasado. Se le nota un poco de miedo en la cara, expresión que pocas veces se le aparece cuando un nuevo retorcijón le hace vomitar y expulsar lo poco que le quedaba dentro. Tras unos segundos un nuevo retorcijón le hace vomitar apenas un poco de bilis. Le duele. La mujer ni corta ni perezosa medio se saca el cinturón, se gira de forma inverosímil y se pone a limpiar al crio, primero la cara después trata de recoger todo el vomito posible al tiempo  que me dice que pare como sea, donde sea…al tiempo prepara otra bolsa por si vienen otras arcadas.

Aparco el coche en el primer hueco grande que hay a mi derecha, una explanada amplia y con aparcamiento, gracias a Dios. La suerte. Murphy al garete por una vez, menos mal, no debería acertar siempre.

Lo primero que hacemos es que abrimos todas las puertas y ventanas y ni con esas se quita el olor de nuestras fosas nasales. Ese olor infecto, ya cómodamente instalado en la tapicería del coche y  en nuestra pituitaria sobre todo, no nos dejara en días, semanas, en meses, en años, todo olerá a vomito, todo sabrá a vomito, y yo soñare hasta con los mismísimos vómitos y el olor que conlleva.

Mara se despierta ante la brusca parada del coche y el mal olor y se queda estupefacta viendo a su hermano hecho unos zorros e inundando de esa masa grumosa. Se aparta todo lo que puede que es lo que le da el cinturón de seguridad a movimientos pequeñitos del culo. Mi mujer, el copiloto y freno de mano siempre, se pone a limpiar al crio. Todo un proceso misterioso y de ingeniería espacial para quitar al crio la ropa,  limpiar todo lo que puede con los pañuelitos húmedos y refrescantes, recoger los restos, echar colonia (es lo peor que se puede hacer, nunca lo hagáis, la mezcla de vomito y colonia es espantosa pero….) tratando de forma harto difícil de no manchar o extender mas el desaguisado. Toda la ropa a una bolsa de plástico con la marca de El Corte Ingles. Todos los pañuelitos a otra bolsa con la misma marca comercial, al menos le damos buen uso, reciclamos. Ni míster fantástico seria capaz de hacer las contorsiones y movimientos precisos que va realizando, parece magia, es magia, es una madre ante una emergencia.

Mara con su característico, de niña cursi, que se le va hacer, “¡que aaaasssscooooo!”, frunce el ceño con esa mueca graciosa y repipi tan suya, se tapa la nariz y, con la primera contracción de estomago,  abre los ojos de forma desmesurada y se aguanta. Pero poco dura su aguante, a la segunda arcada que le viene empieza a vomitar también. Ella no se mancha, no, nunca, infaliblemente se echa hacia delante, no sé cómo pues esta con los cinturones de seguridad, se lleva las dos manos al estomago y todo el chorretón de comida descompuesta hace una parábola casi perfecta que superando el respaldo del asiento delantero, el mío,  cae en toda mi espalda. Noto una cosa pegajosa, húmeda, caliente, asquerosa, chorreante, grumosa, caldosa, me siento fatal, asquerosamente fatal. Voy notando como se introduce entre el cuello de mi camisa y mi cogote y se va resbalando, es caliente, es cálido, por mi espalda rumbo a mi cintura. Me separo rápidamente del respaldo, es preferible que me manche yo pues tiene un pase pero minimicemos el daño a la tapicería. La miro alucinado, casi con odio visceral, casi pensando que lo ha hecho a propósito, que ha sido alguna venganza por el pecado de ser su padre,  pero ante sus ojitos asustados y sorprendidos, con sus manitas en forma de puños tapándose la boca como si con ello consiguiera que no saliera nada mas,  no digo nada, me muerdo la lengua y salgo del coche para poder quitarme bien la camisa chorreante antes de que se me meta por el pantalón (ya sería el colmo), sacar a la niña de su asiento, limpiarle la boca y que respiremos aire fresco. Mi estomago protesta, le hago callar ante la urgencia. Pero jamás olvidare esa sensación del vomito espalda abajo, jamás, una pesadilla recurrente con los ojos grande y de colores cambiante de Mara, bella al tiempo con esa palidez espectral que le da estar mala y mareada.

La mujer termina por sacar a Javi en calzoncillos y chanclas y, no se ha enterado todavía de todo lo que me pasa, me mira como diciendo que hago yo así. Lo comprende deprisa y rápido cuando ve la camisa en el suelo y llena de grumos y mojada. Si algo pasa con Mara me toca a mí, siempre yo, siempre mi sino. Se echa a reír a carcajada limpia. Me contagia. Allí, en medio de nada, los dos, cada uno con uno de nuestro mareados hijos y yo sin camisa y asqueado de los olores.

Me pasa una toallitas por la espalda, me frota con la colonia de frasco que siempre lleva. Es peor la mezcla de olores pero que se le va hacer, no voy a protestar encima.

El coche con las cuatro puertas abiertas, ventilándose, oreándose, aireándose, tentación de ladrones, vacio de mente y esperanzas….sabemos que el olor no se irá en meses, hasta la siguiente, y eso a pesar de colonias, de perfumadores y de ambientadores que la mujer ira probando de forma inútil y esperanzada; nada quitara ese olor que se hace peor con cada nuevo intento pues esa mezcla de olor nauseabundo mezclado con los miles de olores… ¡buenos!... es todavía peor que peor. Queda un tufo indefinible que retrotrae a pocilgas, ciénagas, cuadras mal cuidadas, pescaderías no muy limpias y de pescado de otros lares y tiempos pasados…

Me da al crio y ropa de la maleta y cogiendo aire puro se mete en el coche para terminar de limpiar lo imposible. Un coche de la policía de carreteras se para y nos  pregunta si necesitamos algo. Le decimos que no y le agradecemos su interés. Buena gente salvo los de las multas pero eso es otro cantar que tiene que ver con otros departamentos más políticos que otra cosa.

Mientras tanto visto como puedo al pobre de Javi, camiseta, pantalón, calcetines, le dejo las chanclas para que este mas cómodo, se deja hacer, esta sin fuerzas, sin ánimo, sin ganas de nada, ni de bromear, ni de meterse conmigo….Mara conmigo no dice ni mu, la pobre intenta incluso echar una mano con su hermano y, de forma harto tierna y sorprendente, le hace una caricia en la cabeza.

Las bolsas con los restos a la papelera. La de la ropa la metemos dentro de otra y  otra más y bien atada al interior del maletero. Ya la lavaremos en otro momento.

¡Y eso que era un viajecito de solo dos horas y media para ver a los abuelos, parada intermedia incluida!

Sunday, August 27, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 7.3


7. 3.- “¡¡¡¡Callaros ya!!!!” Digo yo en un tono más alto delo que debía y en el  momento menos oportuno. Para compensar, el silencio que se hace es sepulcral y la mirada que me dirige la mujer es de las que te quitan el hipo. Ya lo sé, si soy peor que ellos, la bronca la empieza el que quiere, no el que puede. Pero el recuerdo de ese sabio rey que fue Herodes viene a mi cabeza y le riño por no haber realizado bien todo su trabajo.

“¿Jugamos al veo, veo?”- digo tratando de arreglar lo que no se puede solucionar, tras un largo suspiro y haber contado hasta diez. Parece una tontería, es una gilipollez pero a mí me funciona para calmarme un poco.

“Es muy aburrido…”-suelta la experta en ese juego que es Mara.

“Es un juego de niñas. Yo a eso no juego ni loco”- dice Javi, que siempre pierde con su hermana.

“Y si jugamos al conductor: hombre, mujer”- les dice mi mujer, un juego que inventamos sobre la marcha una vez no muy lejana de camino, Dios nos cogiera confesados, hacia Peñiscola, mil kilómetros en ese plan.

“No, yo quiero dormir y no me dejáis con tanta cháchara”-salta Mara cruzándose de brazos, bajando la cabeza y frunciendo el ceño; la pose de siempre que esta enfurruñada o hace que lo está.

“Yo quiero parar”-salta Javi-“Nunca llegamos. Me aburro”

“Bueno, ¡¡¡vamos a comer puentes!!!! Pero recordar los rojos no, que están podridos, nos podemos comer cualquier puente menos los rojos y a ver  a que nos sabe…”-les digo con un suspiro de resignación- “Vamos a buscar el primero”

“Pues yo no tengo hambre… ¡quiero parar!”-suelta Javi medio enfurruñado.

Me dan ganas de soltar el volante y darle una colleja pero sé que no puedo.

“¿Falta mucho?”-Mara al ataque  de mis nervios, toquecito al hombro incluido, que se salvan cuando veo la salida de siempre a la estación de servicio de siempre, con cafetería y aseos en la que paramos siempre. Me pongo a la derecha, desacelero y cojo el desvió.

“¿Por qué paramos? Vamos a perder mucho tiempo. Yo no quiero bajar, quiero llegar de una vez. Y no tengo ni sed ni hambre”-Javi al ataque……las collejas que se merecía y no se le deben dar…las ganas no me faltan pero está el volante, el que debo mirar para delante y el freno/mujer al lado que si no…interiormente algo me va reconcomiendo y alterando y vuelvo a contar hasta diez…

La batalla sigue en el interior. Saben lo que pueden pedir y lo que no y, como lo saben, pues quieren todo lo prohibido como las bebidas gaseosas y, además,  no quieren comer nada, tampoco quieren hacer la visita a los aseos pues, según ellos, “Ya no tienen pipi, están vacios, ya lo hicieron por el camino”, así bien alto para que los escuchen hasta en cien kilómetros a la redonda. Todos los de la cafetería por supuesto se enteraron y las risitas florecieron  mientras otros chiquillos cuchicheaban y los señalaban de forma acusadora y cómplice, al tiempo que se solidarizaban con ellos.

Yo con mi café y trozo de bizcocho sabroso y mantecoso, típico de la zona, suspiro y me resigno y trato de aislarme todo lo que puedo. Pero no me dejan. La mujer me mete en la discusión de lo que pueden beber y lo que no, lo que pueden comer y lo que no y, sobre todo, en que algo ligero deben comer. Las voces van subiendo a alturas que solo consiguen los grandes cantantes de ópera. Mara, ya en el colmo de los colmos, se pone en jarras y, con gesto de fiera salvaje, se enfrenta a la madre de forma despótica  y faltándole un poco, casi nada, para la bofetada salvadora; pero no pegamos los niños, no, hay que aguantar y ser razonables, hacer que sean razonables, son el futuro y todas esas zandajas, bla, bla, bla.

Javi se empeña en su coca cola, solo dice eso. Mara quiere una fanta de naranja o un helado. Ninguno de los dos quiere nada solido. El camarero hace rato que se ha marchado tras servirme a mí y a la mujer con un leve gesto de “que me van a decir ustedes a mí!”.

Les pido, ya ni discuto,  ni los miro, con la voz seria y brusca de estar alcanzando el límite de la paciencia, les pido dos trinas de naranja y dos croissants y me dedico a lo mío, tras un mirada a los dos de esas que echan fuego y que resulta ser mas cómica que otra cosa pues, los dos, al verla, se echan a reír a carcajada delante de mi cara y me señalan con el dedo; lo mío es degustar el café, saborear la coca que se derrite en mi boca y me deja un toque de mantequilla y ligeramente a almendras amargas. Me noto un poco colorado y les echo la culpa. De reojo los veo como se beben sus refrescos y se comen a pedacitos, a miguitas, el bollo. Están haciéndose los enfadados, hasta gruñen un poco cuando su deditos cogen una migaja de bollo y se la llevan a la boca. De vez en cuando miran sonriendo a la madre que ya no les hace ni caso.

Nueva discusión al acabar con el famoso y universal “Ya te dije que no tengo que ir al servicio”, Y nuestra contestación también millones de veces repetida de que hay que hacer la salir sino después habrá que para de nuevo para ello.

¿Solución?, muy fácil. La mujer coge por las orejas, perdón, por la oreja derecha a Mara y yo por la izquierda a Javi y, así, tan amiguitos al servicio, ellos quejándose y yo, la verdad, disfrutando del tirón de orejas que le voy dando. Lo curiosos es que entrando ya en el servicio y con la puerta cerrada todo se vuelve calma y hasta una cierta complicidad entre los dos, nos hacemos un poco más cercanos. El va a su meadero, yo al mío. Hacemos lo que hacemos, nos lavamos las manos, hasta nos sonreímos mutuamente. Me llama papi y todo eso. No secamos, por orden, las manos. Un momento mágico que se rompe de inmediato al abrir la puerta y….empezar a quejarse de la oreja, de que soy un tirano, de que me va a denunciar, que soy un mal padre, que nunca quiso ir de viaje, que todo es un coñazo…Mara, por supuesto está haciéndole lo mismo a su madre en el otro lado del pasillo, justo enfrente de la puerta de su servicio y a pie de la escalera…en fin, al coche que seguiremos con la transformación de unos niños encantadores en los monstruos de Hyde.

Apenas quince minutos de paz y tranquilidad. Al coche de nuevo para hacer la segunda y última etapa. Lleno de  gasolina (con estos precios da miedo y te dejas la cartera temblando si no fuera porque pagas con la visa que sino) antes de incorporarme al tráfico de la autopista y en marcha.

Los veo por el espejo retrovisor central, están medios adormilados, aun no se ha producido la nueva transformación  monstruosa. Sus cabezas se tuercen en un ángulo tremendo hacia el hombro y con las curvas de la carretera oscilan un poco, flácido el cuello;  los parpados semi cerrados y las bocas ligeramente abiertas. Los cinturones de seguridad bien colocados.

Soy feliz viéndolos así (Un refrán antiguo dice que si quieres ver el rostro de Dios, mira el rostro de un niño dormido). Tanto mi mujer como yo  no hablamos, estamos en silencio completo no sea que todo cambie y todo cambia en poco tiempo para mal o peor, que es la manera normal de cambiar las cosas. Lo bueno si breve, dicen, dos veces bueno…pues no, y una mierda en lo de breve….y una mierda lo de los rostros de los críos inocentes y una mierda que el flautista de Hamelin solo sea un cuento….cuando estos están en un coche rumbo a alguna parte y conduce el padre.

Friday, August 25, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 7.2


7. 2.- “¿Falta mucho?, me canso.”-insiste Mara, obstinada y terca, tocándome el hombro derecho. Sabe que no soporto que haga eso mientras conduzco, sobre todo si lo hace de forma sorpresiva como es el caso.

“Ya falta menos”- le responde la madre, siempre al quite, antes de que, ante la sorpresa, salte con alguna gorda, algún exabrupto o inconveniente….

Se callan todos, silencio, oigo el motor como un ronroneo suave y ligero al compas del viento y del mar que se ve en la lejanía, a nuestra derecha, tras los pinares hermosos y escasos. Entre los arboles pequeños chalecitos de tejados rojos.

“¿Podemos parar?- es Javi que toma el relevo- Tengo ganas de hacer pis”

Aprieto los labios, me trago sapos y culebras.

“Sabes que no podemos en la autopista, tendremos que buscar una zona para eso y, además, has hecho antes de salir”.-No puedo evitar contestarle con un cierto deje de cabreo, ya un poco enfadado.

“Si, pero Mara ha hecho dos veces y yo solo una. Me meo, hay que parar. Tienes que parar”

Mi mujer me mira suplicante y asiento y busco, en la lejanía, ese desvió hacia una zona de descanso o una salida que me permita volver, mas tarde, a cogerla. Como siempre, funciona muy bien la ley de Murphy con los niños, y acabamos de pasar una zona de descanso y la siguiente quedara lejos…

“Que me meo. Parar”….se agarra de forma exagerada sus partes para manifestar así de forma trágica su situación desesperada. Le paso, de broma, la botella del agua ya medio vacía y le digo que si tantas ganas tiene que lo haga allí mismo. La mujer me mira con exagerado cabreo. Javi, atrás, sin coger la botella se queda sin respuesta y Mara, siempre la bendita Mara, suelta una risilla por lo bajo….

“Papa, que me meo…..”- Noto que mi cabreo va en relación directa con el aliento que noto en la nuca con cada frasecilla que van soltando.

“Papa, para que…..” parece que al pobre le quedan dos o tres minutos de vida, se agarra el vientre, se congestiona, casi ya no habla, se desgarra..

Aparece a la vista el desvió, lo cojo bajando la velocidad  a 80, 50, 40, 20…aparco. Voy a bajarme pero no lo hago, ella es más rápida y baja, saca al crio y lo lleva detrás de unos mini pinos, casi unos arbolitos de navidad. Veo que hace lo que hace, en verdad no tenía ganas, dos gotitas. Mara se ríe por lo bajini con lo que, a mí, me parece una sonrisa siniestra, la de estropear cualquier viaje.

Ya estamos todos de nuevo en el coche. Arranco de nuevo, Nos movemos, voy pensando cual será el siguiente paso, no llegaremos nunca.

“¿Falta mucho?”- sigue con la perra, segundo acto, Javi, -“Es que me aburro”

“Ya falta menos y por mucho que digas o hagas no llegaremos antes, Cállate y duerme un poco”- contesta siempre la de “al lado” con un deje de pedagogía barata que nunca, digo nunca, funciona con estos dos. Y es una incógnita grande el saber que conmigo si funciona. ¿Porque con ellos no?

“¿Cuándo paramos a beber algo?”- se mete la sabiondilla de Mara, relevando a su hermano- “tengo mucha sed”

“Ya falta menos, a mitad de camino paramos y tomaremos algo. Ya lo sabéis y no seáis tan pesados”

“Es que me aburro y tengo la boca seca”-insiste Mara. (Nuevo toquecillo en el hombro con sus deditos mientras mira disimuladamente a ver como reacciono)

“Pues yo ya tengo hambre”- se une al juego, si esto es un juego, el impaciente Javi.

“Pues haber traído algo para jugar o leer. No quisisteis y ya está, tratar de cerrar los ojos y descansar. Piensa en ver a los abuelos, hace mucho tiempo que no los ves y la abuela estará feliz de darte un abrazo (…o piensa en la playa, jugar en la arena, volver a ver  los amigos del año pasado, el agua para bañarse…) ¿no te acuerdas?”-Da lo mismo que diga, todo seguirá en esa línea de atacar y atacar y atacar…mis nervios poco a poco se van estirando como cuerdas de una guitarra en máxima tensión a punto de hacer un clic y saltar por los aires rompiendo la armonía de la canción.

“¿Podemos parar? Yo también tengo sed, mucha sed…… ¡y hambre!”- entra como una víbora Javi.

“Ahora no, mas tarde, a mitad de camino pues si no nunca llegaremos”- contesto yo con voz dominada, más baja de lo normal mientras mis ojos echan miradas envenenadas por el cristal retrovisor.

“Me aburro”- dice Mara. Me vuelve a dar dos golpecitos en el hombro. Su madre, le pega en la mano justo en el segundo golpe. Hace un mohín, como de enfadada, pero se la ve alegre pues ya ha conseguido la primera reacción un tanto desproporcionada. Saca la lengua con descaro y dice que no le ha dolido.

“Me aburro”-dice Javi.

“Si lo sé era mejor no ir a la playa, es un coñazo…”-suelta Mara.

“Ha dicho una palabrota. Mami, ha dicho una palabrota, ha dicho coñazo ¿se puede decir coñazo?”- Javi a todas.- “porque si ella puede decirlo yo también, este viaje es un coñazo, el coche es un coñazo, esta tía es una coñazo….tengo una hermana coñazo…”

La madre, le da un simple toque, una caricia más bien, le susurra silencio y prohíbe repetir esa palabra. Javi cruza los brazos enfurruñado, baja la cabeza con el ceño fruncido y hace que llora pero sin llorar.

“A ella le dejáis decir palabrotas y a mí no. No es justo. No es justo. Os odio. Siempre habéis querido mas a “la niña” y es un coñazo”- Saca la lengua en mi dirección, más bien en la dirección del retrovisor por el que lo voy espiando. El copiloto y freno de mano y madre amaga con un sopapo que nunca llega a destino. Se la ve cabreada, se pone el índice en la boca y le dice que chitón, que ya hablaremos a la vuelta y que ya hablaríamos de la paga semanal, del ordenador y de la game.

Es nombrar la “game” cuando un silencio sepulcral inunda el coche, por unos minutos, claro,…. (Seguiremos en el viaje).

Tuesday, August 22, 2017

Problemas en la playa, capitulo 7 y 7.1.


VII.- Y los niños detrás en los Viajes, viajes….

Las vacaciones se van acabando, ya quedan pocos días para el regreso y la vuelta a la rutina, a la depresión post vacacional,  las broncas, la cuesta de septiembre con la ropa y los libros de los niños. Todo lo bueno se acaba pronto y no vale aquello de lo bueno, si breve, dos veces bueno. ¡Pues no!

Y con esos días se acaba la odisea de la arena por todos lados, las comidas de verano a cual peor, el apartamento y sus problemas, las conversaciones sobre el tiempo o recordar los embarazos y sus complicaciones, las averías del coche que, normalmente, no se producen en el regreso….todo se acaba pero, claro, aun no hemos hablado de esa extraña transformación, del tipo de Hyde/Jeckyll, que se produce en nuestros angelitos cuando los metemos en el coche rumbo a lo que sea. Les ponemos el cinturón de seguridad y, ¡Zas! Se cambian a unos monstruos sanguinarios capaces de alterar nuestros pobres nervios, sacarnos de nuestras casillas y provocar los más terribles pensamientos de muerte y destrucción, creando el famoso síndrome de Herodes…

1.- Animado metes a la familia en el coche, los chicos detrás, el seguro anti niños en las puertas (de forma que no se puedan abrir desde dentro), todos con los cinturones puestos y alegres, casi cantando, arrancas. El viaje tanto da que sea un compromiso veraniego, de esos gozosos, pues visitar a tus padres no lo puedes hacer todos los días; o la huida de la ciudad, rumbo a las promesas de playa y agua y arenas rubias….; o rumbo a un fin de semana para descansar que buena falta te hace. El destino final no está demasiado lejos, pero tampoco cerca. Es esa distancia problemática  que se hace entre  dos hora y media y cuatro y que se hace eterna al pensarla y corta en la realidad, solo es un paseo un poco más largo de la habitual.

Metes las llaves en su sitio, te pones los guantes de conducir, te santiguas y cuando vas a arrancar, un simple giro de muñeca  en el sentido de las agujas del reloj, tu niña bonita, muy niña, Mara, grita que tiene “pis”, que tiene que ir por última vez al servicio, que se mea….tú te quedas petrificado como una estatua de mármol mientras la mujer, la madre, se quita el cinturón, abre la puerta, sale, abre la puerta de la cría, le quita el cinturón de seguridad y se la lleva de vuelta al piso.

Cuando vuelven tu están aun en la misma posición, entre incrédulo y atónito. Entre asombrado y cabreado. Miras al chico y este te devuelve la mirada con una leve sonrisa como diciendo “Ya me tocara a mí, ya me tocara y tu sufrirás”. Miras a la niña ya feliz y contenta, tarareando por lo bajini.

Arrancas. El sonido del motor te encanta, una mezcla de ronroneo de gato y la potencia de una manada de caballos salvajes corriendo libres por las praderas pero, ya lo sabes, hay experiencias pasadas, llevas un freno de mano en forma de mujer sentada a tu lado que no te dejara pasar de los cien kilómetros por hora: el peligro está en lo que no se sabe a lo que llegaría a suceder si no haces caso y, aun mas, con los críos en los asientos traseros. La responsabilidad del padre y todas esas cosas….

-Papi, ¿cortaste el gas como te dijo mami? A mí me parece que no.- La voz del angelito rubio que te está mirando con cariño al tiempo que sonríe aviesamente te deja petrificado en el asiento. Trates de acordarte si lo hiciste o no, el corazón te resuena como un tambor por todo el cuerpo ascendiendo hasta las sienes. Tienes dudas y sudor frio que te recorre como una ola de agua fría. La mujer y copiloto, tu mujer, te mira como siempre; sonríe y saliendo te dice que va a comprobarlo. Como siempre está cerrado el gas, apagadas las luces, bien cerradas ventanas y balcones.

El coche se mueve con suavidad, te separas del arcén y entras en la carretera. Primer semáforo en rojo, como siempre. Paras. Esperas. Te sobresalta el crio, Javi, con su primer: “¿Cuánto falta?”.

Frunces el ceño, esperas que conteste tu mujer que sonríe sabiendo la que nos espera: “Acabamos de salir y sabes que nos llevara sobre dos horas y media y que pararemos por el camino tranquilamente así que juega un poco o trata de dormir”- le dice mirando mas en mi dirección que al niño.

Se pone en verde, me meto en la nacional que me llevara  la autopista. No hay mucho tráfico, es temprano, y es el tiempo ideal para conducir. No hace frio, no hace demasiado sol, no hay lluvia o viento, mucho menos la niebla que es temible por estas zonas costeras. Pocos coches circulan, en general parecen calcos del nuestro.

Avanzamos despacio, cojo el desvió a la derecha hacia la autopista y ya voy poniendo el coche a esos ciento diez permitidos, bueno, que me permiten, no puedo pasar de los ciento veinte pero, con niños, ya se sabe, con freno de mano al lado, ya se sabe….lo que no sabe la del al lado es que desde su punto de observación constante su visión de los cien permitidos es, en realidad, de ciento diez pasados….¡que no se entere de esa diferencia!.

Todo se acelera, los arboles, los arcenes, los puentes, los pasos elevados de peatones. Parece que el tiempo, en cambio, se detiene, pasa lentamente al compas triste del sonido del reloj electrónico del coche.

“¿Cuándo paramos?”-es la voz de Mara medio adormilada. No quiere dormirse (antes de salir les hemos dado una pastilla anti mareo a los dos y eso la adormece un tanto), lucha por estar ojo avizor y sacarme de los nervios.

“Pronto”-contesta la madre ya nerviosa por la velocidad y el miedo que le ha cogido al coche al tiempo que estira las piernas como tratando de frenar el coche como si tuviera en su lugar algo que pudiera reducir la velocidades. Es el famoso síndrome del freno fantasma. Mira hacia el frente como si tuviera el volante entre las manos, avisa de cualquier cosa que ve o que teme a pesar de que yo veo mejor y tengo mejor ángulo de visión. Ya me avisa de antemano: “No corras, no tenemos prisa y están los críos, despacio y recuerda las multas y que sacan muchos puntos, así que despacio” “Cuidado con la curva” “Viene un camión, ten cuidado” “Señal de máximo 120 kilómetros por hora” “No corras tanto que me da miedo” “Aviso de curvas peligrosas” “Reduce un poco, por favor”

De nada valdría que le dijera que aun no me han sacado ningún punto, que la ultima multa fue de hace cinco años y no estaba de acuerdo con ella…todo es y será inútil ante el miedo irracional y me callo y despacio, como una tortuga coja y vieja y aburrida,  avanzamos por la carretera.

Monday, August 21, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 6.


VI.-  Bueno coche,  viaje, comida, arena, apartamento y… ¿Qué me decís de las hermosas conversaciones veraniegas? No me diréis que no tienen su encanto y, siempre, los lugares comunes que tan bien domina la fámula.

El tiempo, por ejemplo. Haga el tiempo que haga, en el mediterráneo salvo un día al mes, hace sol y calor. Mucho sol y mucho calor. Hace años de sol y calor. Pues bien, hay que hablar del tiempo del que hará mañana al tiempo que todo el mundo mira el horizonte, se señala con dudas esa nubecilla veraniega sobre la iglesia y que avanza a trompicones, se comenta el halo sobre la luna y siempre se señala el temor al día malo y el no poder ir a la playa. No se acaba ahí la cosa, al día siguiente, con los bikinis puestos, bajo la sombra de la sombrilla, a hablar del tiempo que hace y que hará y el “menos mal” que buen día hace hoy. Tiempo por las tardes, tiempo por las mañanas, tiempo en la hora de comer. Fuente inagotable de charlas y comentarios a cual más ridículo.

Cuando no es del tiempo pues hay que hablar de las enfermedades, dolores y, los que los tenemos, de los críos. Estos están jugando como toros saltando olas en la orilla de la playa, haciendo castillos  de arena que se desmoronan a la primera o subiendo por las pirámides de las cuerdas que alguien del ayuntamiento tuvo la ocurrencia de ponerlas para la famosa comisión….pero se habla largo y tendido de la tos ferina, de la duración del parto y el número de los puntos que le pusieron en cada ocasión, de la menopausia futura y de cómo hay que prepararse, de las varices peligrosas y los remedios mágicos, de la inflamación del útero .

Los hombres, llegando a estos extremos, por pudor o asco o miedo escénico, quien sabe, se dedican a lo suyo, a comentar lo buenas que están las  cervezas y sus pinchitos, el futbol y sus respectivos equipos y el que harán después por la tarde (todas, todas las tardes se encuentran en el mismo paseo, a la misma hora, para hacer el mismo recorrido que termina en el chiringuito donde cenan un poco tarde). De vez en cuando y es toda un proeza salta algún chiste viejo (¿Sabes en que se parecen un buena paella y una mamada?.... ¡las mejores son siempre fuera de casa!…. ¡Ja, Ja, Ja…!) o algún chiste, son peligroso por aquello de lo políticamente correcto, de los llamados regionales (Sabéis aquel del bilbaíno que entro en una librería y pidió un mapamundi de Bilbao..jajajaja..Sabéis en que se diferencia Dios de un gallego: En que Dios está en todas partes y el gallego ya ha estado…ja jajaja…. Sabéis aquel del andaluz acodado en la barra del bar que le dice al compadre: Pepe no sigas bebiendo que te estás volviendo borroso…jajajaja….)

Y se vuelve a las comidas y el intercambio de recetas que nadie apunta, no hay donde, no hay ni ganas, son todas autenticas tonterías de trucos secretos a voces. Y los hombres, ya escabullidos de parejas y niños, hablan de restaurantes y de las ocasiones no perdidas, la sueca por ejemplo, siempre hay una sueca que esta como un tren y te que deja como un  trapo de cocina sucio (nadie se explica el donde o el cómo pues siempre están juntos y, cuando no, son las duchas  de los críos, la compra, los avatares del día a día, pero la sueca que no falte en ninguna conversación de hombretones en la playa)….

¡Y el hablar de los michelines! Como se analizan una a otra de forma sonriente mientras se despellejan mutuamente. ¿Cuántas amistades de toda la vida han sido rotas por un comentario de una lorza a destiempo?...o comparando los colores del moreno de los críos primero y de ellas mismas después. Y se cuentan el secreto de la alcachofa, o el de las kilos de zanahorias que se han comido ante por aquello de los carotenos. O los tomates que es lo mejor para el sol. O la dieta milagrosa del tofú que cada tres años vuelve a las ondas. Se medio esconde el tratamiento de diez masajes a  precio de órdago  antes de ir a la playa; tratamiento que sirvió, realmente, para engordar un par de kilos, por aquello de la confianza da asco y, claro, se pica un poco más de la cuenta. Se esconde el segundo tratamiento, casero, como no, de ese producto milagros que es “4, 3, 2, 1” y que no funciono salvo para ir, cuando una menos se lo espera a la servicio creando situaciones más bien delicadas o vergonzantes. Se esconde el tratamiento drástico de las marcas buenas a última hora, un pastón oigan,  y que prometen reducir en 2 centímetro en un  mes (mentira, más bien se gana porque se come algo mas, ya lo repetimos por si las moscas). Se esconde que la última semana a base de lechuga para desayunar, comer y cenar y… ¡aun así!

Y los comentarios sobre las arrugas…y el año que ha pasado y los disgusto y las posibles o reales operaciones que se han hecho o que se quieren hacer, si pueden, claro. Al tiempo se observa un creciendo de la socarronería en estos temas, son pequeñas puyadas que se tiran unas a otras, sobre todo, de las mayores y más baqueteadas y mas ruines a las más jóvenes e inocentes y sencillas. Los hombres ya lejos aprovechan para tomas la primera cervecita, ¡qué buena!,  rubia, con su pinchito, y con las gafas de sol bien caladas, a mirar tetas y culos de las más jóvenes que se solacen con disciplencia y falta de pudor (con las gafas reflectantes piensan que nadie sabe donde miran o a quien miran y solo dan vergüenza ajena y comentarios de crápulas para abajo).

Saturday, August 19, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 5.


V.- Las (reales) vacaciones y el viaje hacia el infinito y mas allá.

No tenéis que esperar quince días para contaros lo del coche: “Si algo tiene que salir mal, saldrá mal. Si algo no tiene que salir mal, también saldrá mal”. Axioma inmutable y de obligado cumplimiento en el comienzo de vacaciones o demás.

Si, el fin de semana anterior a la salida revisas el coche. Compruebas aceites, liquido de frenos, el dibujo de las ruedas, el agua para el refrigerador, las zapatas de los frenos. En el garaje le ven presiones, consumos, etc.…Un coche a punto. Si, tiene unos añitos encima pero ha ido bien, esta mejor cuidado y con la revisión y la limpieza pues perfecto.

Esa mañana cargáis las maletas, montáis y…no arranca. Pruebas un par de veces sin ahogarlo pero nada. Buscas ayuda y lo arrancas con la ayuda de un vecino que tiene cables de arranque. Te pones en marcha y vas al taller más cercano, ya te conocen. La batería fatal, caput, rota. Hay que cambiarla. Dejas a la mujer en casa con los niños y tú y el coche a comprar una batería y ponerla. Es sábado, al taller del barrio. Problema con los terminales pero una hora y ya está. De nuevo a montar y en marcha.

El sol calienta. Pone la mujer el aire acondicionado. Un olor apestoso sube rápidamente a la nariz de todos lo ocupante, es un olor como a huevos podridos. Abres la ventanilla tratando de ventilar el interior. El aire que sale de las rejillas es calentucho y es lo que huele. Paras el aire acondicionado, un asco.

Los críos empiezan a protestar, tiene calor, sudan y, encima, se aburren. El calor los asfixia y los pone de peor humor que lo normal.

Los kilómetros pasan bajo las ruedas a nuestro paso.

Parece que algún pueblo esta de fiestas, ruidos de cohetes. El coche parece perder un poco la dirección. Lo dominas bien y paras en el arcén. Un reventón. Hay que cambiar la rueda, menos mal que hay de repuesto. La policía se para pensando mal pero al ver la situación cambia y hasta te ayudan. Les das las gracias, los críos se aburren.

Arrancas por enésima vez, con ganas de regresar a casa y olvidarte de viajes y de todo: sofá y tele, quince días de reposo absoluto y fuera.

Más kilómetros, más tiempo encerrados, calor dentro, sudor y lágrimas. Paramos a comer, es casi la mitad del camino. Mala comida, recalentada. Al menos dentro del local se está fresquito.

Nuevo arranque. Nos para otros polis a la salida del pueblecito. Me ponen una multa por exceso de velocidad. Les digo que es imposible dado que nunca paso del límite y más con los niños viajando conmigo. Les añado que hemos parado a comer en el restaurante, una hora y media aproximadamente, por lo que es imposible ir a ciento cincuenta por hora. Físicamente imposible. Mecánicamente imposible. No atienden a razones y me llevo la multa sin firmar, por supuesto y con un cabreo, por mi parte, de mil cojones. Perdón por la expresión.

El tiempo y los kilómetros pasan. El coche empieza a ir a tirones, casi se me para en una pequeña loma. Al bajar vuelve a ir alegre y como si nada. En la siguiente cuesta vuelve a pasar lo mismo. Cojo la primera salida y busco un taller. Esta abierto y un hombretón maduro y calvo nos atienden en seguida y enseguida ve nuestro problema. Coge el coche y hace un par de pruebas conmigo de copiloto. La mujer y los críos a la cafetería, fresquitos. Le saca el tapón del depósito y este se abre con un ¡plubbb! Alto y grande. Me explica que es un problema del aireador del depósito. Va haciendo vacio y la válvula no funciona, lo mejor es que si vuelve a pasar simplemente abra el tapón del depósito y vuelta a marchar. Me cobra 50 euros y en marcha. La mujer protesta porque no está totalmente arreglado. Le explico que hay que vaciar todo el depósito, desmontar este y limpiar esa valvulita, todo un trabajo para nada. Los críos a protestar por nada.

Con esto y unos kilos de sudor de menos llegas alucinado a puerto. Todo empieza de nuevo, año tras año.

Thursday, August 17, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 4.


IV.- Las (reales) vacaciones y el apartamento de la dimensión desconocida.

¡Aaahhhh! El apartamento. Prometí contar las cuitas que nos acontecen con el apartamento de la playa. Antes debo deciros que soy de costumbre fijas si me dejan, que nunca es el caso; si trabajo con una agencia que funciona medianamente pues todos los años con ellos, salvo que se porten muy mal que, en ese caso, me busco otra. Mi mujer no, es mas hoy con estos, el año que viene con otros, etc…siempre buscando el mejor precio, la mejor calidad, alguna ventaja de última hora, es decir, el desconcierto y a la aventura funesta.

Así, después de más de seis horas de viaje en coche, esa es otra, ya os contare, da para mucho este encanto del numero del cochecito, los niños en el asiento trasero y las autovías llenas, y los bocazas conduciendo y los autobuses abusando,  etc….llegamos a destino. La búsqueda de la oficina de alquiler. La odisea de encontrar la oficina de alquiler de apartamentos de playa. La calle se encuentra, el número no. Después de pasar por el mismo sitio unas cinco veces pues a bajar y preguntar. A la primer una viejecito local nos indica un sótano, bueno, mitad sótano, mitad oficina y mitad taller de coches con una zona de supermercado local. Una chica gorda y afable nos recibe y le decimos que venimos por el apartamento alquilado y aquí, cada año, pasa algo de lo siguiente:

Uno, que no encuentre nuestro nombre ni la reserva tras buscar inútilmente entre media docena de papeles dispersos y que no tienen nada que ver con nosotros. “Hay un problema, -nos dice con voz queda y educada, casi un hilillo de voz por lo que tengo que acercar el oído izquierdo que es con el que oigo mejor. -No tienen reserva confirmada y tenemos todos los apartamentos ocupados”. Le decimos que si tenemos reserva y le muestro la confirmación por internet debidamente impresa. “¡Ahhhhhh!, pues si que la tienen, vaya fallo, un fallo gordo, a ver qué podemos hacer, porque no dan un paseo mientras trato de ver que se puede hacer y les consigo el apartamento en cuestión” al tiempo mira al papel que le presento y nos mira poniendo los ojos en blanco. Le decimos que no, que esperaremos si hay algo donde sentarse. Ella, apartándose un poco,  empieza a llamar por teléfono, cuchicheando como si no la oyéramos, como si no nos enteráramos que está llamando e informando a su jefe primero, a la responsable de los apartamentos después, a las de limpieza mas tarde y a la responsable de llaves por ultimo. Más de una hora y media después nos da las llaves y unas leves indicaciones para llegar a nuestro apartamento por quince días, como si todo hubiese ido como la seda.

Dos que encuentre nuestro nombre y la reserva pero que están limpiándolo, que volvamos, por favor, casi nada, el tiempo de un cafecito,  una hora más tarde. Cosa que, sin remedio, haremos.

Tres, que nos den las llaves a la primera. Nos ofrezcan una tele por una módica cantidad y, ¡alucinante! Un bono gratuito de aparcamiento por el tiempo de nuestra estancia con una sonrisa profiden que me da miedo. El miedo que me da en estas situaciones supera con mucho al que pase viendo “El exorcista”.

Y cuatro, que digan que nos dan un apartamento superior porque el que alquilamos está ocupado por un error de anterior oficinista. ¡Qué miedo!

Todas las oportunidades coinciden en el espacio y el tiempo en que vamos al apartamento en cuestión. Llegamos y entramos, entro yo primero (el burro va delante para que nos se espante) y, claro, hay gente dentro haciendo de las suyas, en cueros y sudando. (Es el famoso síndrome del piso equivocado) Salgo como una exhalación y les digo que esperen y me voy corriendo a la oficina primera, le explico, a la misma chica,  que el apartamento está ocupado por una banda de chicos y chicas  y que no entiendo nada. Primero pone cara de tonta  o de que soy tonto y no me entero. Después me dice si abrí la puerta. Consternado le digo que sí, que abrí la dicha puerta, que entre y vi y me tope con una orgia y, claro, le aclaro, como voy con los niños y la mujer no me pude añadir a la misma.

Abre la boca como no entendiendo nada y vuelva al teléfono a cuchichear y musitar y ¡sí! ¡Sí! ¡Sí!. Viene al poco una mujeruca grande, de las de antes, con un gran manojo de llaves  y se hablan al oído (Cosas al oído cosas de bandidos) (Cosas a la oreja, cosas de viejas). Al rato se me acerca me roba las llaves de la mano con un  tirón,  casi con violencia un tanto contenida y me da otras llaves de otro apartamento, de otro edificio. Solo le faltaba dármelas de otra ciudad de vacaciones.

El siguiente problema es el más simple, vas  a la dirección que te han dicho y abres la puerta, mejor dicho, intentas inútilmente abrir la puerta con las falsas llaves que te han dado y, claro, hay que volver a la oficina, a la misma chica que ya se está cansando de ver tu careto a todas horas,  a recoger las correctas. (El famoso síndrome de las llaves equivocadas). Si, reconozcámoslo, nos cambia las llaves sin reírse en nuestra cara y hasta con una cierta amabilidad, ya hay confianza y amistades así se hacen muchas veces.

La tercera es que tú has pedido (y pagado)  un apartamento con vistas al mar y al castillo y todo lo que ves es una pared de ladrillo desconchada y sucia, sin luz. Con tres habitaciones según prospecto y solo hay dos. (El famoso síndrome de: “es que el salón es el tercer dormitorio con el sofá cama que es muy confortable”). Y, claro, sale el famoso síndrome de la sonrisa estúpida sintiéndome estafado pero sin capacidad de hacer nada.

Con la una o con las otras entráis, mientras suena en la radio lejana el “¡aleluya, aleluya!” que parece de cachondeo, en el apartamento vacio…. ¡y tan vacio! No hay nada, sin ropa de cama, sin toallas,  ni ná de ná, ni cacerolas en la cocina y sin tenedores, ni cuchillos, sin vasos, ná de ná. No encuentras ni esos horrorosos cuadros colgados de las paredes que hasta dan pesadillas. Llamas a la agencia y le explicas todo. Sí, que falta la ropa de uso, el menaje de uso y, casi lo peor, está sucio, muy sucio y “lleno de arena”. Le tienes que jurar que TÚ no te lo has llevado, casi lloras tratando de inspirar una piedad que no tienen. Te prometen que irán unas personas a dejar el apartamento en condiciones y si podéis darles una media hora de margen. Ya, desesperado, le dices que sí, que lo que sea pero que lo hagan de una puta vez. (Tu sicólogo diría: depresión inter-vacacional que se cura con unas dosis de “tranquilmazin” y un periodo no menor de dos meses de trabajo rutinario y de aguantar a tu jefe o a tu suegra. El efecto suele ser el mismo sobre los nervios.”)

No es media hora de espera sino otra hora y media larga tras la cual aparecen la chica de la oficina, (“se estará quedando contigo”-piensas poniendo cara de bobo y cambiándola por otra de Don Juan seductor absurdo), y la otra, la mujerona que te cambio las llaves y, ambas, las dos,  se ponen con su mejor voluntad a limpiar y pertrechar el piso. Ya habían cerrado, la gente en sus casas, no hay nadie en quien confiar, etc.….Tu mujer se pone con ellas a la faena. La ropa la vas tú distribuyendo en sus sitios  haciendo las camas, ¡qué remedio!…

Ya instalados, cenáis y a dormir. Os esperan quince días de playa…..el comienzo va por buen camino, por el buen camino de sorpresa y sorpresa y sorpresa…


Tuesday, August 15, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 3.


III.- Hora de comer. Ye hubiera gustado irte antes, tú solo, sin nadie y poder acodarte en la barra a tomar una cervecita muy fría y unas patatillas o aceitunas. No te dejan ¿Cómo vas a ir solo? Te dicen siempre y dejan pasar tiempo y tiempo sin hacer nada.

Tú, inocente de ti,  les replicas que vas guardando sitio que después esta todo ocupado y que tardareis más de media hora en coger mesa. Solo te dicen ¿Cómo vas a ir solo? Como si no pudieras ir solo. Solo vas al trabajo, al chiringuito por los helados, por las botellas de agua fría, al aseo a cagar (perdón por la expresión). A todo vas solo pero ir al restaurante a coger sitio mientras te tomas la birra y un aperitivo a eso no, no señor, no puedes ir solo.

Y, claro, cuando se han levantado y llegáis todo está ocupado. El camarero casi ni os atiendo y os dice mínimo media hora. Pasan tres cuartos de hora y seguís esperando que alguna alma caritativa se tome el último café o helado, se levante y se vaya con viento fresco. Por cierto, que a estas alturas del verano lo del viento fresco es una estupidez.

Os sentáis justo en la única mesa que da el sol. No hay otra, estarán comprometidas o reservadas o será la maldición de Babilonia (seguro que allí no hacia tanto calor y no habría tantos mosquitos).

Otra larga media hora y aparece el camarero con la carta en ingles. Le dices a su culo, ya se ha dado la vuelta para atender a otros como nosotros, que por favor la de “en español”. Te mira sin mirar, apenas un esbozo de girar la cabeza y asiente con esa mueca de asco y desprecio tan teatral y perfecto que te dan ganas de meterle el zapato por el culo de una buena patada pero…como no llevas zapatos pues ¡se siente!

Media hora más y aparece con la carta en alemán. Le agarras de la muñeca y, mirando a  los ojos como Cage en el Motorista Fantasma le dice que por favor en español o en todos los idiomas posibles. El sonríe, mira con asco tu mano que le está tocando y se saca el menú en español, como Dios Manda. De donde lo sacó, no lo sabrás en tu vida. No lo dejas partir, lo pones allí, a pie de mesa, clavado y bufando y hacéis la petición de la comida. Ahora que ya tenéis el menú nadie sabe lo que quiere….

Media hora y vienen las ensaladas, con arena, como siempre. Claro han tenido que ir a la huerta, elegir las peores y pasadas, las que mearon perros o gatos y ponérnosla a nosotros en un plato, la búsqueda realizada por una viejecita con bastón que casi no puede andar. No discutes y aliñas y comes arena más que otra cosa. Arena bien aliñada, eso sí.

El filete, otra media hora más tarde, duro como la suela de un zapato. Solo a ti se te puede ocurrir pedir un filete en puerto de mar, te dice recriminándote la mujer. Es que el filete normalmente no tiene arena, contestas con voz aflautada tratando de morder  lo incomible. Te dan ganas de llevarle la muestra a tu zapatero para que cambie el material de la reparaciones de suela y tacón, seguro que con eso durarían más tiempo los zapatos sin reparaciones y sin agujeros.

Algo de fruta pides con ansia y fervor y ya de paso el café con leche, no sea que haya más problemas. Helados con arena para el resto de la mesa.

Es inútil, todo está perdido, mientras vas pelando la, manzana esta se llena de una costra arenosa que es indigerible. Cuanto más peles, más costra. Al final ni costra ni manzana. El café lo revuelves y revuelve pero compruebas que el azúcar no se disuelve, te gusta el café bien dulce, con mucho azúcar. ¡Claro!, piensas con decaimiento, seguro que no es azúcar, no he echado azúcar, es la maldita arena de la playa. Es café con leche y arena de playa.

Una cosa sin arena, ¡La factura! ¡La dolorosa! Arena a precio de pepita de oro. Y menos mal que ha sido el menú…eso sí, con arena.

Guardas la cartera, ya vacía, y te consuelas con unas galletitas con chocolate que tienes en el apartamento, dentro de la nevera, para la cena.

No se consuela quien no quiere. El camarero os saluda con la sonrisa torcida al tiempo que inclina la cabeza y se limpia la zona donde le tocaste, todo con una mueca sardónica y como a cámara lenta en una mala película de terror italiano, de quien piensa: estáis en mis manos pardiños, hasta mañana.

El regreso a tu zona de la playa es un pasear en el desierto, sol a plomo, estomago vacio como la cartera, quema la arena, estas cabreado, muy cabreado pero…el mar, las olas juguetonas, el calor asfixiante, la arena amorosa, los pelotazos sabrosos, los pisotones con playeras…. ¡ah! eso es la vida….

Sunday, August 13, 2017

Problemas en la playa, capitulo 2.


II.- ¡Hablando de helados!, es la otra anomalía pero tan real, tan real, la he observado año tras año y nos pasa a todos, varias veces en el día,  y a varias personas del entorno. Risible siempre, pero cruel. Pocas veces nos damos cuenta de ella, la dejamos pasar como algo inevitable. Nos reímos cuando le pasa al vecino pero, sabemos, nosotros estamos también condenados a sufrirla.

Te piden un helado de fresa, así, como si tal cosa, en medio de la mañana. Tu mujer haciendo ojitos, sudando a mares pues está empeñada en ligar moreno como sea, todo el tiempo que tiene, tiene prisa, no sabemos porque pero tiene prisa en ponerse negra como el tizón cuando, sabe, sabemos, todos los años es lo mismo, es que se quemara la espalda, la cabeza y los muslos y se enrojecerá las mejillas pero de moreno ná de ná. Lo dicho, tu mujer te pide un helado de fresa del chiringuito que está a más de quinientos metros. (Si no es tu mujer pues será alguien de la familia, la novia, el hijo, la hija, el compromiso de unos invitados en el apartamento, alguien de quien, en suma, no puedes negarle el capricho).

Lo del chiringuito es otra historia de terror, ya llegaremos a ella.

Allá te vas a comprar el dichoso heladito de fresa que tú odias a muerte, te da alergia pero vas y lo compras. Claro, a la demanda de uno pues todo el grupo te pide helado a gogo, todos de fresa. Para ti compras un gran helado de chocolate, el que te gusta. Vuelves relamiéndote de ganas de tu gran helado de chocolate, con virutillas, también de chocolate negro, dentro, con su galletita crujiente. Te relames, babeas bajo el sol que abrasa y la arena que te quema los pies (como siempre te olvidas de la chanclas y te has quemado a la ida ¿Cómo no te vas a quemar a la vuelta?), saboreas el momento de sentarte en la toalla y comértelo con ganas, despacio y saboreándolo.

¡Claro! Siempre se cae algún helado en ese camino. La suerte, el azar, un balón despistado que acierta en tu mano, un disco volador que vuela hacia tu mano, un empujón sin querer de unos niños jugando a dar empujones a gente con helados en las manos, una zancadilla del enemigo de todos los años, un traspiés a causa de pisar de puntillas para evitar quemarte la planta de los pies, un perro que corre tras una hebra de tela de araña, una cometa que no vuela y ataca a todo bicho viviente que lleve un helado, un agujero del niñito que juega a romper tobillos… Y ¿Cual se ha de caer?.... ¡el de chocolate! Por supuestísimo. Siempre el de chocolate, el tuyo, tus sueños a la arena como la lechera con su leche por los suelos.

Te paras y lo ves mezclado con la playa. Te quedas así unos segundos y pensando en el calor te pones en marcha para entregar los encargos. La gente en tu entorno te mira y se ríe de forma melancólica recordando el día en que les paso a ellos. Y deseando que no les vuelva a pasar.

Y cuando le das el helado a tu mujer te dice que pena, que le apetecía uno de chocolate. Tú, aunque no se lo crea nadie, no la matas en ese momento. Raro es matar a alguien en la playa, las ganas no faltan pero no se hace. Solo se sufre en silencio. Sera el calor que hace, la desidia, el bajón de tensión que se produce en la playa pero no hay asesinatos en la playa. La violencia domestica casi  no existe solo arena y helados caídos como en combate.

Thursday, August 10, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 1.


Problemas en la playa.
 Aun estamos en verano y ya se me acabaron las vacaciones. Se pueden contar mis múltiples y desagradables y festivas odiseas.

Capitulo I.- Sitio de múltiples ventajas y, también, de miles de problemas a cual más desagradable. Deseos y decepciones a miles. En ningún sitio como en ese se dan las peores condiciones para que las cosas salgan bien, no se vayan de madre. Antes de nada deciros que soy un ferviente adorador de la playa, no del estar tumbado a tomar el sol, no, de pasear por la orilla, de meterme en el agua y estar una o dos horas entre nadar y jugar, o dejarme mecer por las olas haciendo el muerto, o saltando olas cuando el mar está un poco picado, o surfear las olas a cuerpo limpio cuando del mar esta intranquilo y las olas vienen grandes y rompientes.

Antes, cuando los niños eran pequeños les organizaba auténticos campeonatos atléticos en la arena, saltos de longitud, altura, destrozar castillos o realizábamos auténticos mundos subterráneos. Empezaba con los míos (eran dos, son dos) y terminábamos con diez o doce chavales en una autenticas prueba para gladiadores, mas ejercicio de que harían en mucho tiempo. Ahora ya no es posible, estos, los míos, ya no entran al juego, se consideran  mayorcitos y no voy a ponerme con los ajenos, yo un hombretón y solo, se ve mal en estos tiempos.

Pero siempre es lo mismo. La arena si va es a los ojos. Es el viento unas veces, las pisadas de la gente que no sabe andar por ella y van dejando un rastro de ojos cegados otras veces, una pelota de un chiquillo emulando a sus ídolos las más de la veces, una sacudida de la toalla de al lado (eso sí lo hace con mucho cuidado pero es lo mismo, da siempre lo mismo, es siempre el mismo resultado). Siempre hacia ti y tus sensibles ojos. Y, como norma, mires donde mires, la arena te golpeara aunque estés avisado, algo hará que se abalance sobre tus parpados y penetre entre ellos y el globo ocular, autentica tortura china.

Salvo que estés comiendo, claro, entonces por una ley inexorable y aun no formulada va indefectiblemente sobre la comida haciéndola incomible. Por experiencia la paella es una atracción irresistible para este elemento y, que conste en acta, pocas veces he comido una paella playera sin arena. A bote pronto es que no recuerdo alguna. Y es asquerosa esa arena entre los dientes, solo de pensarlo me rechinan los dientes y me asquea y babeo como en el peor de los días. Seguro que tiene que ver con algunas grasas quemadas que, creando unos radicales libres, la atraen como el imán atrae y retiene a los elementos férreos. Y no digamos una sopa, o la ensalada de siempre o, lo peor de todo, el helado con arena… ¡aghhhh!....

Hablaremos de los helados y sus caprichos, pero antes hablemos de la recogida y marcha al apartamento después de un día en la playa (lo del apartamento es para otra historia, la contare por supuesto, mas adelante). Recoges todo bajo el atento supervisor del jefe de turno (mujer, novia, amiga, madres, etc.) y avanzas. Te pica la cabeza, te molesta el sobaco, parece como algo de lija las entrepiernas y hasta la raja del culo parece que está irritada y andas incomodo tratando, inútilmente, de ajustarte bien el bañador. No lo consigues en la vida.

Vas por el paseo, todos alegres, tú con las dos bolsas, la sombrilla, la nevera, las chanclas que se te van y un rastro de arena que te sigue. No lo entiendes, nunca entiendes las cosas importantes. Te has dado buen un repaso con el agua de la playa tratando de eliminar la mayor cantidad de  arena posible. Pues bien, te va  cayendo poco a poco y dejas un rastro  como de caracol de arena rubia. O como aquel malvado de los comic de antaño como si te fueras deshaciendo en minúsculas granos, “el hombre de arena”. Hay cientos como tú, ves los rastros, las huellas. Cientos de rastros, cientos de huellas.

En casa dejas todo y te ganas la bronca de todos los días por tratar de sentarse en el sofá sin ducharte primero. Pero, en la ducha, están todos y todas, tú eres el último. No sabes dónde ponerte. Te pica todo, sobre todo la cabeza que es como una gran playa en miniatura y sin agua. A donde vayas arena que te cae. Donde tocas de tu cuerpo, arena que se cae.

La ducha, la salvación, y ves que estas con arena entre los deditos de los pies, normal. También la encuentras en los sobacos, también normal con la pelusa. ¡En el ombligo! Pero eso de encontrarla entre las pelotas, a kilos (perdón por la expresión) ¿Cómo se ha metido ahí? Y donde la espalda ha perdido su nombre también un par de kilos que amenazan con tupir el sumidero por lo que con el pie das una y otra vez apartándola del agujero y dejando correr el agua.

¿Qué no te has lavado la cabeza? Craso error. Champú  abundante y tu cabeza parece un balón de arena, apenas hace espuma. Te la lavas tres veces y no te notas muy conforme aun.

Te llaman para la cena, te secas con la toalla que te ha dejado, la que te corresponde y… ¡está llena de arena! Arena que te persigue como si fuera tu amante total y eterno. Arena rasposa y dura.


Tuesday, August 08, 2017

Subiremos montañas


Subiremos montañas, solos,

vadearemos ríos, lucharemos

con ventiscas de nieve y frío

en lo alto de las blancas cumbres.


Subiremos por sendas de cabras,

luchando con las piedras rotas,

con barro hasta los tobillos.


Habra sol, cielos vengadores,

amarillos ácidos te seguirán

Arrojando sombras temibles.


Te llenaran de temor las negras

alas de la niebla , sudario

húmedo que te envolverá. Subir.


Subiremos y subiremos,

pero eso es lo único seguro,

la tierra seguirá a tus pies.

Friday, August 04, 2017

Noche de Todos los Santos.


Noche de Todos los Santos.

Como en toda transición entre estaciones, la de invierno, los celtas (como muchos otros pueblos antiguos) celebraban el “Samhain”, fiesta de transición y que se aprovechaba que los límites físicos y espirituales se debilitaban tanto que podían permitirse el paso de los difuntos a nuestro mundo y tiempo.

El que coincida con nuestra fiesta de “Todos los santos” no es casualidad, hay que recordar la tremenda similitud entre la vieja religión celta y la cristiana; hay que recordar que la gran mayoría de los druidas se pasaron al cristianismo y fueron de los más fervorosos fieles. Ayudó, por supuesto, el hacer la oposición a la religión tan aberrante de los romanos.

En esa noche en la que los muertos podían caminar entre los vivos la gente del pueblo tenía la oportunidad de reunirse con sus antepasados, con sus muertos familiares. ¡Qué mejor que una cena familiar! Se ponía una luz en la ventana abierta para señalarles el camino (de ahí las calabazas vacías con las velas dentro), se dejaba algo de comida fuera  para mantener a las animas contentas y a los malos alejados del hogar (de ahí la tradición de truco o trato).

La cena era amplia y golosa rematada por las castañas de siempre, otro de los símbolos mágicos de nuestra tierra. Ahora, la rematamos además por la queimada (aguardiente, azúcar, unos granos de café, mondas de manzana y/o naranja o limón) y el famoso conxuro, del que ya hablaremos mas tarde.

En todas las casas se hacía lo mismo. Se llamaban a los muertos, se les invitaba a entrar y disfrutar. Se les recordaba por sus rostros y sus palabras, se decían en alto sus nombres y sus hazañas o proezas o se contaban las anécdotas que habían protagonizado. Se comía en su honor y se bebía a su mayor gloria. También se pedía por un buen futuro, por la expulsión de los malos espíritus e ideas, porque no existirá lo maligno y la familia prevaleciera siempre; por ello antes de empezar a cenar se limpiaba el polvo y se arrojaba fuera de la casa.

Y ahora, como los celtas, no hay que olvidarse de ellos, hay que convivir con ellos y amarlos en su ausencia, decir sus nombres y recordar sus rostros, así deberíamos rezar por ellos, ir al cementerio todos los años a visitarlos y celebrar con ellos en la cena de todos los santos, brindis incluido.

Es bueno recordar a nuestros muertos, están ahí, dentro de nosotros, parte de la familia y nuestros genes, los celtas celebraban en el Samhain esa cena para ellos poder acercarse a los suyos ya caídos y echar a los malos (con la queimada para que en sus fuegos se quemen los demos y trasgos etc.) sin miedo y con cariño.

El conxuro, que me encanta hacer en determinadas fechas, me lo sabía de memoria, no es tan viejo como parece. Es de los sesenta, en Vigo, por Mariano Marcos. Que no es engañen…

En gallego:

Mouchos, coruxas, sapos e bruxas.

Demos, trasgos e diaños,

espritos das neboadas veigas.

Corvos, píntigas e meigas,

feitizos das manciñeiras.

Podres cañotas furadas,

fogar dos vermes e alimañas.


Lume das Santas Compañas,

mal de ollo, negros meigallos,

cheiro dos mortos, tronos e raios.


Oubeo do can, pregón da morte;

fuciño do sátiro e pe do coello.

Pecadora lingua da mala muller

casada cun home vello.


Averno de Satán e Belcebú,

lume dos cadáveres ardentes,

corpos mutilados dos indecentes,

peidos dos infernais cus,

muxido da mar embravescida.

Barriga inútil da muller solteira,

falar dos gatos que andan á xaneira,

guedella porca da cabra mal parida.


Con este fol levantarei as chamas

deste lume que asemella ao do Inferno,

e fuxirán as bruxas a cabalo das súas escobas,

índose bañar na praia das areas gordas.

¡Oíde, oíde! os ruxidos que dan

as que non poden deixar de queimarse

no augardente quedando así purificadas.


E cando este brebaxe baixe polas nosas gorxas,

quedaremos libres dos males da nosa ialma

e de todo embruxamento.


Forzas do ar, terra, mar e lume,

a vós fago esta chamada:

si é verdade que tendes máis poder que a humana xente,

eiquí e agora, facede cos espritos dos amigos que están fóra,

participen con nós desta queimada

Os pongo la versión también en castellano:

Mochuelos, lechuzas, sapos y brujas.

Demonios, duendes y diablos,

espíritus de las vegas llenas de niebla.

Cuervos, salamandras y hechiceras,

hechizos de las curanderas.

Podridos leños agujereados,

hogar de gusanos y alimañas.


Fuego de las Santas Compañas,

mal de ojo, negros conjuros,

hedor de los muertos, truenos y rayos.


Aullido del perro, pregón de muerte;

hocico del sátiro y pata de conejo.

Pecadora lengua de mala mujer

casada con hombre viejo.


Averno de Satán y Belcebú,

fuego de los cadáveres ardientes,

cuerpos mutilados de los indecentes,

pedos de los infernales culos,

mugido de la mar embravecida.

Barriga inútil de la mujer soltera,

maullar de los gatos que andan en celo,

melena sucia de la cabra mal parida.


Con este fuelle levantaré las llamas

de este fuego que se asemeja al del Infierno,

y huirán las brujas a caballo de sus escobas,

yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.

¡Oíd, oíd! los rugidos que dan

las que no pueden dejar de quemarse

en el aguardiente quedando así purificadas.


Y cuando este brebaje baje por nuestras gargantas,

quedaremos libres de los males de nuestra alma

y de todo embrujo.


Fuerzas del aire, la tierra, el mar y el fuego,

a vosotras hago esta llamada:

si es verdad que tenéis más poder que la humana gente,

aquí y ahora, haced que los espíritus de los amigos que están fuera,

participen con nosotros de esta queimada