Sunday, January 21, 2007

Existen lugares en el mundo, pocos, capaces de dar una sensación de perdurabilidad en el tiempo. Son enclaves mágicos, que, en nuestra retina, se graban para siempre. Hay uno en el que se aúnan el buen comer (ostras de Arcade y otros mariscos y pescados), el buen mirar (jardines, pequeñas lomas que llegan en un suspiro al mar, camelias mil, viñedos, mar, playas), la historia (Meendiño el poeta, Francis Drake el pirata, Julio Verne el iluso soñador, Martín Codax el enamorado de Vigo).
Esta en plena Ría de Vigo, es una ensenada que forman la Bahía de Rande y una pequeña isla: San Simón.
Allí dejo el trovador MEENDIÑO, la mas hermosa cantiga de amigo. En las “cantigas de amigo” una mujer invoca a su amigo; esa mujer no es noble, es una moza del pueblo en este caso enamorada y esperando la muerte por amor. En otras esta airada, es inocente, vengativa, desilusionada, añorante, triste.
El sitio que os he descrito antes esta presidido por una pequeña isla, San Simón, que, en tiempos, se pasaba a pie en la bajamar pero que desaparecía bajo las aguas en la pleamar, llegando a anegar completamente la isla y a cubrir la pequeña iglesia que habían construido allí. El momento de este poema, es el de la espera del “amigo” que no llega. Se han citado en un encuentro secreto y la “moza” canta en al compás del agua que va subiendo, al ritmo de las olas del mar, sintiendo que su “amigo” no va a llegar y las aguas la ahogaran. El poema termina con esa premonición de muerte. Os pongo el poema en una versión muy libre, mía, en castellano:

Estando en la ermita de San Simon
Me cercaron las olas ¡Que grandes son!

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.

Estando en la ermita ante el altar
Me cercaron las olas grandes del mar.

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.

Me cercaron las olas ¡que grandes son!
No hay barquero, no hay remador.

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.

Me cercaron las olas grandes del mar
No hay barquero y no se remar.

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.

No hay barquero, no hay remador,
Moriré hermosa en el mar mayor.

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.

No hay barquero y no se remar
Moriré hermosa en el alto mar.

Yo esperando a mi amigo.
Yo esperando a mi amigo.


¡Hermoso poema verdad! Al ritmo de las olas del mar llega la muerte a la doncella o, esperemos, llegó el joven novio a rescatarla a tiempo.

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