Sunday, December 31, 2017

Otro tipo de maltrato.


El tiempo todo lo cambia, las estaciones se van sucediendo, los meses vuelan, no digamos de los días que son como un soplo de brisa….así ya no hay quien conozca el barrio o los miles de nuevos vecinos venidos de diversos sitios del mundo. Ni ella misma se conoce ya: los ojos viejos que se hunden en sus ojeras oscuras, ya sin brillo ni vida; nuevas arrugas que aparecen y que el espejo de la mañana refleja sin misericordia; mas pelo blanco, la artrosis que empieza a estragar los dedos de las manos y duele, como duele;  el cansancio que se va acumulando como en un hucha llena de centimillos…

Todo muta salvo el miedo enraizado en su corazón, esa angustia flotante que hace aflorar una lagrima gruesa y  fría y que deja correr por su mejilla… solo es el temor a lo que encuentre en casa…su único momento feliz y tranquilo  es ese, el de la compra, el irse por la mañana temprano con la cesta doblada bajo el brazo y unas monedas en el bolsillo, ”a lo que haiga”,  rumbo al Mercadona o  El filón, eligiendo lo que puede comprar…demorándose en los puestos, mirando con detalle unos precios que no es capaz de memorizar, pero que no importa; aspirando el olor de los cafés o acariciando las piel de la frutas, eligiendo bien el pescado fresco…

A veces, al salir, a primeros de mes, claro, hasta se permite el regusto de un buen exprés en la cafetería que está enfrente. Su vicio.

Hoy ha vuelto andando, despacio,  sin prisas.  No le llega para coger el autobús. También es que quiere retrasar lo inevitable, el llegar a casa. Algún vecino la saluda al pasar o al cruzarse en la acera con ella, de los de siempre, los viejos del barrio, más un gesto de cabeza que otra cosa pero se agradece entre tanto desconocido.

Las manos le tiemblan al introducir la llave en la cerradura, no lo consigue fácilmente, hay que atinar bien y las manos empiezan a sudar;  escudriña los sonidos del interior al tiempo que  se congela su respirar, pero el corazón se pone a mil en cambio, hay tambores de la selva en el interior de su cabeza…abre con mucho cuidado de no hacer ruido, un chasquido leve hace la cerradura al engranar y correr los pestillos (todos los días la engrasa con mimo y una oración en los labios),  el interior está todo en sombras y en silencio, no, un pequeño ronquido atenuado por una puerta cerrada se puede escuchar si se presta al debida atención, es como una respiración queda y fuerte y profunda y de sueño.

Entra con cuidado y casi con mimo cierra la puerta, le lleva toda una eternidad para que no suene. Se pone las zapatillas que están en el rincón de siempre, a la derecha de la puerta, que no suene el parquet.  

Se mete rápida y ágil  en la cocina, su reino, y cierra la puerta dejando una pequeña rendija. Respira hondo y tranquila por un momento, como si, de pronto, se acordase de respirar….la hija, su hija de diecisiete años,  aun está dormida, a ver cuando se levante como estará el patio y la que te rondare morena…

Friday, December 29, 2017

En la arena de la playa...


En la arena de la playa


Blanco pastizal cercano


La luna refleja airada


Carne abierta, traicionada


Como un solitario volcán.

Wednesday, December 27, 2017

Velatorio.


Velatorio.

Nadie lloraba tanto en el velatorio del abuelo como la desconocida, para mi, mujer de la esquina. Ni la abuela que, incansable,  iba atendiendo a todo el mundo, de una habitación a otra, al salón y de allí a  la cocina. Ni las mujeres, “las lloronas profesionales” que estaban para eso, llorar y llorar y llorar. Ni sus hijas, mis tías, ni las nietas lograban hacerse oír tanto. Bueno a las lloronas las llaman “plañideras”.

El abuelo lucia esplendido en su ataúd abierto, sobre la cama del dormitorio con sus cuatro grandes cirios encendidos en las esquinas. Recién afeitado, lavado y vestido por las vecinas. Su traje negro de los domingos y la corbata, también negra, le resaltaban su tez cerúlea y un tanto azulada que se le había alisado como por encanto; sobre los parpados cerrados le habían puesto unas medallas de santos. Su pelo entre canoso y grisáceo era el de siempre, muy corto, a lo militar. Una cruz de madera en la pared, se inclinaba levemente sobre su rostro placido y sereno y era como si el Cristo lo mirara dulcemente en su agonía, como un amigo de toda la vida. La tapa del ataúd la habían puesto  al lado de la ventana, vertical y apoyada en la cómoda donde guardaban la ropa de vestir. Al otro de la cama se veía, tapado por una sabana vieja y blanca, el ataúd de la abuela, similar en todo al otro, y, colgada de un gancho, su mortaja.

La gente del pueblo, ante la atenta mirada de la  abuela que iba como pasando lista, llegaba, visitaba al difunto, le rezaba o hacia que le rezaba y se iban al cuarto correspondiente, al de las mujeres donde estaban mis tías que lloraban y se mesaban los cabellos o al salón, el de los hombres, con sus aguardientes, sus cigarros y sus chiste guarros. Solo unos pocos, de la familia, le besaban en la frente.

Mis recuerdos son de entrar en una casa con una atmosfera muy cargada, a humo de tabaco y velas y maderas quemadas en la cocina. El aire estaba impregnado de una lentitud extraña, como si todo se hiciera a ritmo muy lento, pausado, terriblemente desfasado de las voces y los ruidos; me recordó, de pronto, a un disco puesto una velocidad más baja de la adecuada o a una película, como pasaba a veces en el cine del barrio, que se trababa y avanzaba a trompicones. Había cuchillos en las voces histéricas más que dolor. Y vi como la gente negaba la muerte, estaban allí no por el difunto sino para decirse a sí mismo que estaban vivos, que a ellos no le había tocado la negra; hoy el abuelo, mañana… ¿mañana?  Y por eso ese toque picante que era sexual tanto en las mujeres como en los hombres. Para negar la muerte se cuentan chiste verdes, se mira de otra forma a las mujeres prometiendo placeres y descendencia. Porque de siempre los niños nacen nueve meses después de las bodas y de los funerales. Ley de vida, el miedo nos atraviesa y esa noche follamos como locos olvidando temores infantiles, creyendo que así hacemos huir a la Parca sin saber que el amor es como morir un poco cada día.

Me llevaron, a mí, el nieto mayor, a ver al abuelo. No quería verlo, quería recordarlo como realmente era, como lo tenía en la cabeza. Esa montaña de hombre fuerte y duro con su portentosa  voz. Con su caminar recio y sin pausa por los montes, dando órdenes a los hombres, haciendo los trabajos más duros e imposibles, enfrentándose a pecho descubierto al matón del grupo que se ponía farruco y que agachaba, de forma inevitable,  la mirada ante el poderío físico  y la generosidad de la bota de aguardiente que, siempre, sacaba a tiempo para todos.

No era mi abuelo, lo dije en voz alta. El hombre que estaba dentro del ataúd no era mi abuelo. Mi abuelo era mucho más grande, mas alto, tan ancho como un armario ropero, lleno de miles arrugas sabias, de sonrisas bonachonas y cansinas, sobre todo con unas manos grandes como palas de cavar en las que las venas azulada sobresalían como pistones: no era mi abuelo. Aquel de allí tenía unas manos planas, leves, como vacías por dentro. Se parecía más a una cascara vacía, a un globo en forma de persona al que se inflo demasiado. Se lo dije a mi padre que me sonrió tristemente. Se lo dije a mi tío mayor que me dio un cachete en la cabeza y me dejo por imposible. Incluso se lo dije a mi abuela que lloro un momento en silencio antes de abrazarme muy fuerte y volver a ponerse en marcha con aquel dinamismo y vitalidad que siempre tuvo, olía a vainilla y soledad, a noches futuras al calor de la lumbre, a añoranzas y deseos.

Me llevaron, no recuerdo quien, al salón con los machos. Yo no entendía ese beber con ansia, ese fumar de forma compulsiva, esos chistes que sabían que eran feos y guarros y que no era capaz de entender, esas miradas a la otra habitación procaz y poco sutil.

Sobre todas la voces destacaba un llanto tremebundo que, poco a poco, fue absorbiendo el rastro de ruidos y voces y frases y dolores. Me quede con aquel ruido atronador, el resto dejo de tener sentido para mí. Seguí el rastro que dejaba en el aire de la casa que me llevo a la otra sala, a una esquina casi en las sombras, a una mujer invisible salvo por sus alaridos. Me quede cerca de sus pies descalzos. La mire largo rato aunque sabía que era de mala educación. Si no fuera por sus alaridos no sabría que allí estaba esa señora toda de negro, con su compulso pecho subiendo y bajando como un fuelle a presión. El velo le caía sobre la cara como una tela de araña. Me sorprendía que solo yo estuviese preocupada por la señora, como si solo yo la oyese, como si yo fuese el único capaz de sentir sus lloros y gritos.

Un engranaje empezó a dar vueltas en mi cerebro y hacer ruido, como un grillo melómano siguiendo con un ritmo prefijado. Los pensamientos se unían y se enlazaban como cometas en una batalla aérea. A la idea del abuelo que no era se unía la de esa señora con velo y llanto mientras los espectadores de la función éramos el resto de personas que estábamos en aquella casa. Todos éramos como actores de un mal drama, tanto mi padre como yo, mi abuela, mi madre, todos estábamos interpretando algo burlesco o prohibido y, por mi edad, no me  habían dicho la verdad pensando en que no me enteraría de las cosas. Quedaba como atacar esa situación, no podía preguntar de forma abierta, no sabía cómo darle la vuelta a la tortilla, frase tan de mi padre. Tenía que hacerme el inocente, pero no con mis padres, ellos pronto verían el brillo de mis ojos, entenderían que detrás de las preguntas habría algo mas pues por algo me conocían y demasiado bien. No con mis tíos que solo bromeaban y me tomaban por el pito del sereno. No con mis primos demasiado inocentes como para aceptar la burda trampa que estábamos viviendo. Lo decidí con un fuerte dolor de cabeza y toda un tribu de africanos de la selva exuberante de Trazan empezó  a  golpear los tam-tam en el medio de mi confuso cerebro.

Me acerque, arrastrando los pies, a la abuela con el cierto miedo que me daba y con la valentía de mis pocos años y le pregunté, señalándola con mi mano derecha,  quién era aquella mujer, porque lloraba tanto si no era de la familia, si era una desconocida. Le pregunte medio balbuceando porque estaba allí donde no debería estar. La abuela me miro desde su metro cuarenta y poco y cogiéndome del brazo, haciéndome inclinar sobre ella,  me susurro al oído que era una pobre mujer, vecina de la aldea,  a la que su hijo la había echado de casa y no tendiendo a donde ir pues se había metido en el velatorio a llorar su desconsuelo y hacer tiempo mientras comía algo y estaba acompañada.

Monday, December 25, 2017

Tienes el alma, niña,


Tienes el alma, niña,

Del olor de las fresas

Recién lavadas en el agua

Fresca de las torrenteras.



Tienes los ojos, niña,

Del brillo de la cerezas,

Cogidas recién del árbol

Con el frescor del alba.



Tienes el amor, niña,

Como una granada inmensa

Que se abre a la vida

Con curiosidad plena.



Y mueves las manos, niña,

Abarcando toda esencia

De azules y rosas y rojos

¡Cuidado! Con las cuentas.



Y es que tienes el alma,

Niña, llena de pétalos

De flores, de pájaros,

Saturday, December 23, 2017

Un encuentro fallido.


Un encuentro fallido.

Más de dos años que no nos encontrábamos. Un dulce y feliz encuentro. Dos beso de rigor, las preguntas por la familia, el añorar viejos tiempos.

Venia, yo, de comprar, cebolla, tomates, guisantes y helados. Dos grandes cajas de helados, de lo que gustan en casa. Tanto en invierno como en verano, no faltan en el frigo. Los mejores son los clásicos de bombón, 16 piezas por 0,99 euros, para un par de semanas. Mara los adora y raro es el día que, después de la cena, no se toma uno.

Nos encontramos dos besos y un fuerte abrazo. Querías hablar largo y tendido. Te corté, quizás un poco presurosa,  y te enseñe los helados. Un encuentro, dos palabras,  y una despedida. Algo rápido y fraudulento. Un robo al destino que nos hizo encontrarnos en  medio de la calle. El semáforo se puso verde para los peatones. Llevaba dos cajas de helados que se iban derritiendo. Te prometí  llamar, te llame apenas hace unos minutos. Estabas enfadada, muy enfadada.  Lógico, eran dos años sin vernos, sin coincidir y justo en la calle con  unos helados. Quise quedar contigo a tomar un café. No pudo ser, estabas ocupada, tenías cosas que hacer, comprar helados, por ejemplo. El teléfono se volvió como una barrera tipo atolón en vez de ser un nexo de unión. No lo entendías, yo, tampoco, lo entendí. Tu reacción. Mis helados. Mi reacción. ¿Tan mal lo hice? Pero es que el semáforo se abrió y quise pasar rápido, llegar rápido a casa y al frigo y meter los helados en el congelador ¿no se entiende? ¿No lo entiendes? Está visto que no.

Ni un café, ni una cerveza, ni un venir a comer a casa. Dijo que no podía, lo entiendo. Barreras cruzadas en el medio del desierto. Incomunicación y frio. El frio congela hasta las ideas, debe de congelar hasta la amistad. Las manos muy frías no valen para acariciar pero una palabra fría es peor, se clava en el corazón y lo congela.

Al final, la invite a venir a tomar un helado y ella me mando a tomar los helados donde quisiera. Yo, en mi casa, por la noche, después de cenar, viendo una peli o un partido de baloncesto ahora que los vuelven a poner. Sigo al Madrid, mi equipo de siempre, el de Emiliano, Sevillano, Luik, Brabender, Sainz,  Cristóbal, Paniagua, los hermanos Ramos, Fernando Martin, Romay, Corbalán, Llorente, Biriukov, Beiran, Del Corral, …y, con el Estudiantes, que bien me lo pasaba con la demencia, roncos hasta la extenuación y siempre, siempre, respetando a los contrarios. O, como ayer, viendo la serie de Perdidos, la única que sigo.

Nos encontramos en la calle después de dos años sin vernos. Me lleve una gran alegría, hasta me emocione un poco. Yo llevaba helados. No pudo ser más. Mejor que no nos hubiésemos topado. Me quedaría algo de buen recuerdo y el no-cambio de la gente que quiero. El teléfono a la basura. Los helados ya los comerá alguien de la casa, yo creo que por una vez pasare de ellos.

Thursday, December 21, 2017

Dónde los robles abatidos...


¿Dónde los robles abatidos

Por las hachas asesinas?

¿Por qué no cantan a sus sombras

Los guerreros celtas y beben

El brebaje inmortal?

¿Porque las laderas del monte

Siguen peladas y desnudas

Mientras, en el pueblo,

Al amor de la lumbre,

Juegan al mus mustios ancianos

Y duermen imberbes chiquillos?

¿Dónde los druidas con su hoz de oro

Que, refulgiendo bajo la luna llena,

Llenaba sacos de las hierbas prodigiosas?

¿Por qué siguen de negro

Los montes de la aldea

Mientras las mujeres del pueblo

Devanan la lana de las ovejas

O desgranan del maíz las mazorcas

Separando las barbas rubias

Para la medicina prodigiosa

De la natalidad y el vigor?



¿Por qué dejan quemar los bosques?

Las hadas están huidas a lo lejos,

Preguntándose que locura.

Los lobos, fieros y fieles, aúllan

En la lejanía. Los búhos misteriosos

Viajan a lejanos países

De grandes y profundas selvas.

Los trasgos místicos se envuelven

En sus capas y desaparecen.



No hay selvas en Galicia,

Ni hadas, ni trasgos, ni guerreros,

Solo montes quemados

Por la cruel desidia.

Tuesday, December 19, 2017

Mara y sus sinsentidos


Mara y sus sinsentidos, preguntas con escasas respuestas.

Está un poco bajita estos días del comienzo de la primavera, la pobre, se hace mil preguntas y hay pocas respuestas porque cada uno debe de buscarlas en su interior. Las soluciones a los problemas planteados siempre son diferentes para cada uno de nosotros.

“Un hombre ama una mujer.

Una mujer ama a un hombre.

Moléculas y átomos en movimiento.

Creación de otro cuerpo.

Un bebe, un niño apenas.

Alma de hombre, alma de mujer.

Al niño: ¿Cómo se le forma el alma?

¿De dónde le viene esa alma o espíritu?

¿Qué sentido tiene la vida?....

Porque sino todo es como una trampa en la que nos meten desde el primer día del nacimiento, nos engañan…

Te engañas…te engañan…

No me lo digas porque la felicidad no existe, el bien tampoco, todo es una ilusión y la felicidad también.”

Le explico lo que el universo es para nosotros y que nosotros le damos nombre y forma; sin nosotros el mundos seria un vacio, un nada, es nuestra consciencia que le da forma y existencia; le hablo de la sonrisa de un niño, de energías que se unen, en la muerte/cambio, a esa energía común que es la gran evolución del universo en busca de la plenitud, pero ella sigue:

“Pero ¿qué hacemos nosotros aquí, que esperan de nosotros? ¿Por qué nos han puesto en la vida?

¿Qué hay mas allá de la muerte?

¿Qué vine a hacer aquí?”

Le hablo del amor, de que un día, encontrara  su media naranja, la plenitud del amor, la creación de la vida, la familia como continuación de la existencia…vida y libertad para ser nosotros mismos.

 “Es dejar una huella en el mundo, Mara, dejar una señal de que estuvimos aquí y algo, algo bien, hicimos.”

Y esta la búsqueda de la felicidad. Todos tenemos derecho a ser felices solo que  no lo logramos, unas veces por nuestros egoísmos, otras por los egoísmos de los demás. Felicidad, amor, fruto. Pero para eso hay que andar, caminar decidió el objetivo, comprometerse, pelear por los sueños…

Le hablo que no hay una sola respuesta, cada persona tiene su respuesta y pueden ser diferentes y todas validas. Lo que vale para uno puede no valer para otra.

Le cuento el detalle de cómo Adán y Eva en el Paraíso les ponen nombre a todos los animales y cosas, como generan una identidad real con su designación. Todo tiene un nombre de poder y energía, de fuerza y de presencia.

El problema esta, me parece, en que esta pasando por una etapa de poca valoración de su “yo” personal, ya os lo dije está un poco bajita de ánimo y de ilusiones…al tiempo que, con los cambios y esas hormonas locas de los dieciséis años, no se conoce bien, no se comprende.

Es la clásica pregunta del que está desorientado, el que ha perdido un camino, el que las cosas (¿Qué cosas serán?, habrá que averiguarlo con ciertas dosis de paciencia y prudencia) no le salen como ella esperaba…


Saturday, December 16, 2017

Se disfrazo de colegiala.


Se disfrazo de colegiala

y entro en colegios públicos,

o en otros concertados, no tan públicos;

o en elitistas privados, no tan públicos;

y escucho hablar de los Reyes Católicos,

de Colon, de Viriato, de Churruca.


Y oyó de los números naturales, no tan naturales,

de raíces cuadradas, de raíces cúbicas,

de exponentes y bases, de progresiones.


Y escucho de los exóticos ríos asiáticos,

Lena, Obi, Mekong, Ganges, Indo.


Y de los feroces animales africanos,

del speakin english, i love you.


Y dibujo mapas extraños de extraños países,

pintó figuras de hombres y mujeres aun mas extrañas,

escribió versos con rima,

invento relatos escabrosos,

discutió sobre la subjetividad o no de un Dios

desconocido, antiguo, cruel y feroz.


Se junto con actores de "La dama duende",

jugando a imaginar que son actores  que actúan 

siendo personajes de un teatro.


Pero ella solo quería vivir, vivir,

y, sin entender nada, se escapo.

Thursday, December 14, 2017

La cocina un campo de guerra...


La cocina se esta volviendo un campo minado de guerra total. Desde que los platos se me suicidan, en un gesto inútil y absurdo de sacrifico para llamar la atención sobre sí mismos y, de otra forma más inútil todavía, lo consiguen en esos denuestos que lanzo y el trabajo extra que me dan sus restos por los suelos. Hay que barrer todo, pasar la fregona (las mas de las veces con algún resto de comida o el agua después de haber sido  lavados) y hacerle el honor del entierro dentro de la bolsa negra de la basura rumbo al país de los deshechos, el cementerio de los cachivaches, el juego de las ratas y gaviotas y cigüeñas, en un camión con poster de mujeres desnudas en su cabina y el mal olor que les acompañar siempre.

Si, es un campo abierto peligroso y complicado.

Lo último de técnicas de guerra es la huida de la cubertería y eso que la vigilo bien. La tengo a buen reguardo, como todo el mundo. Primer cajón a la izquierda, siempre cerrado, en su caja/prisión con su lugar para cada elemento. A la izquierda, los cuchillos grandes con el filo para abajo. Después los pequeños y los de uso diario; los tenedores y las cucharas. Encima, las cucharillas y pequeños tenedores de postre.

No sé como huyen. Me doy la vuelta o voy al servicio y me encuentro con alguno de menos, en una huida a Dios sabe dónde o como. No tienen patas, es imposible, están cerrados. Huyen. Me huyen.

Empecé con los seis del juego que me regalo una tía lejana. Pase a cinco, me quedaron, poco después, cuatro. Aun con los cuatro la cosa estaba bien, no me preocupaba mucho. Somos cuatro. Ed, Javi, Mara y yo. Cuatro.  Suficientes. Suficientes pero para no bajar la guardia.

Esta mañana ya está todo roto. Hay solo tres tenedores, el cuarto huido. Otro más, ya son muchos. Seré una mala cocinera. No me quieren ni mis platos suicidas ni mis cubiertos con manías escapatorias. Ya me falta una pieza para el día a día y no voy a romper el juego poniendo otro diferente. Ya no fabrican como los que pongo, ya lo he visto rebuscando en las decenas de ferreterías y chinos del barrio. Además nadie, ningún empleado de comercio,  me promete que no serán escapistas como estos míos.

Habrá que comprar un nuevo juego completo de seis y empezar de nuevo. Eso sí, los tratare con mas mimo, haber si así les gusta el hogar, se aclimatan a nosotros y no huyen felices de su destino en lo universal con esta familia que debiera ser la suya….para siempre. Parece, dicho así, una mala condena. No sé, es posible que deba ser al revés, maltrato desde el primer día, como en  un centro de internamiento para presos peligros o estilo campo de concentración o, es una idea, cerradura en el cajón. Esto último vaya incordio, tontería incluida.

La china de enfrente feliz conmigo y mis guerras. Primero platos y tazas a tutiplén, ahora, cubiertos a mansalva. Negocio habemus, no para mí.

En la noche las preguntas viene  a mi cabeza: ¿Cómo hacen para huir?... ¿Tendrán cómplices en la huida?... ¿Habrá alguna asociación para la libertad de cubiertos?... ¿A dónde huyen?... ¿Para que huyen?.... ¿Tan mal están con nosotros y el uso que le damos?... ¿Cómo son tan inteligentes de que no veamos su huida perfecta?...

Monday, December 11, 2017

La playa...


Sentada juega la niña

Con el móvil, en la arena,

Sobre su toalla amarilla,

Mensajes de sms.



El niño juega a escapar

De la espuma blanca del mar,

Como antes jugaron

Su padre y su madre.



El sol orondo, silencioso,

Ríe en olas de fulgor

En millones de chispas

Sobre la superficie del mar.



El viento borra las palabras

Escritas en la arena,

Los pasos dejan nuevas huellas

Mientras el tiempo pasa


Los pájaros buscan una presa


Y, con la luna, todo acaba…


Friday, December 08, 2017

Desahucio.


Desahucio.

No valoramos las cosas hasta que las perdemos o nos las quitan.

Pasa, en menor medida, con la electricidad y  luz de la casa. Esta ahí, la usamos, abusamos de su uso incluso pero un simple corte por unas cuanta horas nos desconcierta, nos hace débiles y comprobamos cuanto dependemos de la misma. También es cierto que cuando hay un corte nunca nunca se sabe cuánto va a durar y empezamos a preocuparnos por la comida del congelador y mil cosas más. Un detalle curioso es que ya casi nadie tiene las velas de rigor para emergencias, quizás alguna linterna ( a veces de los críos, como un juguete) y poco más. Además esta una mentalidad equivocada que tenemos y nos metemos en la cabeza. Me explico, ante un caso similar, a la hora de la cena, mi hija me dice que vayamos a cenar a algún sitio pues no podemos prepara nada en la cocina. Yo le digo que no, que es mucho gasto inútil, que haremos unos sándwiches fríos y unas cuantas velas en la mesa y quedara bonito y curioso. Le gusto al final tal como quedo todo, la cena pues por una vez muy bien...

Mas grave es que te quiten la casa. De alquiler, si, ya lo sé, pero verte con la policía en la puerta con la orden judicial (y tú y la niña en pijama)...si, ya se, hubo casi un mes para proveerlo pero la chica no entiende bien de estas cosas, no lo comprendió, solo oyó de la apelación, el abogado no le hizo entender bien la situación y la sentencia de la jueza...y aun así hay que dar las gracias que les dieron una semana adicional, la última oportunidad. Una semana para encontrar un piso de alquiler, casi imposible, necesitarían un autentico milagro. Y allí esta esa madre con su hija coraje pateándose Madrid como una loca.

Es evidente que encontrar un piso en cinco días en este Madrid en que vivimos es imposible, totalmente improbable. Antes del final de esos cinco días pues tuvieron que hacer la mudanza completa, los pocos muebles a una plaza de garaje que le prestaron, aun hay gente caritativa y comprensiva. La ropa y enseres pues a casa de una vieja amiga que las acogió como pudo. La chica no tuvo más remedio que irse con su padre por unos días, días de lloro y llanto, de preocuparse por su madre y su situación. Se levantaba muy pronto y se iba a desayunar con su madre, buscaba pisos con su madre, hora tras horas, calle tras calle.  Volvía a la casa paterna por la noche rota y cansada y cabreada por los precios de los alquileres y de las exigencias de los dueños o de las inmobiliarias.

Una situación que no podía mantenerse por mucho tiempo.

Tuvieron suerte, en la media docena de pisos que localizo gracias a internet la joven pues encontraron uno que les convenció. No era el sitio mejor. No tenía el tamaño más  adecuado. No era el alquiler más barato o dentro de sus posibilidades, se les escapaba un poco pero solo un mes de fianza, un único mes de fianza. Lo cogieron. Allí están.

Una tragedia que salió bien, por fortuna. Otras salen peor.


Wednesday, December 06, 2017

El hombre de negro...


Se retiro el mar de la playa,

En la arena dejo señales

Escritas para ojos que vieran.



Señales, palabras, presencias,

Los pájaros las pisotean,

El viento las barre y borra.



No importa. Allí estuvieron. Allí

En el silencio desmenuzado.



Al mar que va en huida, puentes de plata.



Los pies del niño juegan barriendo

Finísimas perlas, rastros amargos

Que, un día, serán presagios

De heridas en carne viva

O el espectáculo grotesco

De cortar las alas a un ángel.



Se fue el mar, dejo siniestras

Marcas, como cuchilladas

En la piel como deshechos.



Un rastro de espuma persigue

Los sueños de pies húmedos

Y, sin alas, nadas con arrecifes

Coralinos y delfines

De lomos plateados. Renuncian

Al tiempo, la noche te envuelve

Con su capa de frescor y lujuria.



Tiemblas de frío. Tiemblas cobarde.

Las  señales son borradas

En el lento caminar de tu paso

Y al paso del hombre de negro.

Sunday, December 03, 2017

Una historia de invierno.


Una historia de invierno.



Os lo cuento tal como paso, no omito nada y nada añado.



Es invierno. Mes de enero ó febrero. Noche oscura amenazando lluvia.



Invierno, es la hora de la cena. Todos reunidos en la mesa del comedor, cenando...!no es lo más importante¡.  El reloj da la alegre campanada de las “medias”, son las diez y media de una oscura noche de invierno.



Pero no están todos en la casa. Solo está la madre y sus cinco hijos. Falta el padre a causa de un largo viaje de trabajo por esas largas rutas de España, algo de chatarra y barcos.



La casa está llena de risas, codazos, ruido de masticar o sorber ruidosamente, insultos leves, ruidos, peleas entre bocado y bocado, alguna llantina de los pequeños, algún cubierto que cae de la mesa...



De pronto alguien llamó a la puerta, sonaron tres golpes, lentos, fuertes, secos y profundos, como con eco, resonaron por toda la casa. Se hizo un silencio sepulcral en la habitación. Nadie se movió o hablo hasta que el mayor, cumpliendo con su papel,  se levantó y abrió la puerta. Un soplo de aire frio, gélido, se coló de rondón…



"¡No hay nadie ¡"- dijo.



"Habrá sido algún vecino, cierra rápido que nos enfriamos, siéntate y sigue cenando"-contestó la madre.



La atmósfera de la casa ya había cambiado de manera imperceptible. No afloraban las  risas, ni  existían los juegos, ni el meterse unos con otros. Algo opresivo sentían en el corazón cada uno de aquellos habitantes.



Al poco, volvieron a oírse de nuevo los tres golpes en la puerta, incluso sonaron un poco más fuertes que la vez anterior. Esta vez el chico mayor (trece años, moreno, grande, musculado) se levantó rápidamente, casi tira su silla, y abrió la puerta como una exhalación. Al no encontrar a nadie salió a la calle buscando al gracioso, buscó a derechas e izquierdas no encontrando a nadie. Recorrió parte de la calle arriba y abajo de forma inútil.



"No veo a nadie. Se ha tenido que esconder muy bien. ! Como lo coja ¡"-dijo enfadado al tiempo que entraba tiritando.



"Algún gracioso. No hagas caso- respondió la madre-déjalos pasando frió en esta noche"



El chico entró, cerró la puerta pero no se sentó. Se quedó agarrando el picaporte con su mano derecha detrás de la puerta. Esperando escondido. Presto a saltar a la mínima y, al tiempo, un cierto miedo o sorpresa brillaba en sus ojos gris-verdosos que refulgían como los ojos de los lobos cuando van de caza.



Una vez más los golpes volvieron a sonar. Por tres veces alguien llamo fuertemente haciendo moverse la puerta en  sus bisagras. Nadie se pudo mover durante los segundos que duró la llamada, ni el chico que estaba con los nervios a flor de piel agarrando el pomo. Nadie se movió, nadie hablo, contuvieron hasta el aliento. Se podría decir que nadie respiró en esos instantes.



Cuando se hubo extinguido el eco sordo del tercer golpe el chico salió de su estupor y abrió la puerta con violencia. No había nadie. Una ráfaga de aire tibio entró en la casa. Había un total desconcierto en su rostro. Salió presto a mirar y nada, nadie en la calle, nadie…



"No tengáis miedo- dijo la madre, siempre sentada en su lado de la mesa, reconociendo un tenue aroma en la brisa y presintiendo algo esperado- es seguro la tía Antonia que acaba de morir y a venido a decirnos adiós en su nuevo camino. Recemos un padrenuestro por su alma".



Cinco niños y su madre rezaron alrededor de una cena inacabada.



Al dia siguiente, de una pequeña y hermosa aldea gallega llamada La Hermida, cercana al Miño, una llamada de teléfono les comunicaba la muerte en paz de la tía Antonia que se había producido sobre las diez y media de la noche anterior.



Que cada cual tenga sus conclusiones. Lo cuento tal y como paso. No quito nada, no añado nada.

Friday, December 01, 2017

El silencio


El silencio


Es la luna

a tu vera.



Tu palabra

Es un puñal

Al volapiés.



Tu mirada

Una angustia

Que no ceja.



Es tu gesto

En una huida

Hacia el mar.



Silencio…

Se rueda…