Saturday, December 23, 2017

Un encuentro fallido.


Un encuentro fallido.

Más de dos años que no nos encontrábamos. Un dulce y feliz encuentro. Dos beso de rigor, las preguntas por la familia, el añorar viejos tiempos.

Venia, yo, de comprar, cebolla, tomates, guisantes y helados. Dos grandes cajas de helados, de lo que gustan en casa. Tanto en invierno como en verano, no faltan en el frigo. Los mejores son los clásicos de bombón, 16 piezas por 0,99 euros, para un par de semanas. Mara los adora y raro es el día que, después de la cena, no se toma uno.

Nos encontramos dos besos y un fuerte abrazo. Querías hablar largo y tendido. Te corté, quizás un poco presurosa,  y te enseñe los helados. Un encuentro, dos palabras,  y una despedida. Algo rápido y fraudulento. Un robo al destino que nos hizo encontrarnos en  medio de la calle. El semáforo se puso verde para los peatones. Llevaba dos cajas de helados que se iban derritiendo. Te prometí  llamar, te llame apenas hace unos minutos. Estabas enfadada, muy enfadada.  Lógico, eran dos años sin vernos, sin coincidir y justo en la calle con  unos helados. Quise quedar contigo a tomar un café. No pudo ser, estabas ocupada, tenías cosas que hacer, comprar helados, por ejemplo. El teléfono se volvió como una barrera tipo atolón en vez de ser un nexo de unión. No lo entendías, yo, tampoco, lo entendí. Tu reacción. Mis helados. Mi reacción. ¿Tan mal lo hice? Pero es que el semáforo se abrió y quise pasar rápido, llegar rápido a casa y al frigo y meter los helados en el congelador ¿no se entiende? ¿No lo entiendes? Está visto que no.

Ni un café, ni una cerveza, ni un venir a comer a casa. Dijo que no podía, lo entiendo. Barreras cruzadas en el medio del desierto. Incomunicación y frio. El frio congela hasta las ideas, debe de congelar hasta la amistad. Las manos muy frías no valen para acariciar pero una palabra fría es peor, se clava en el corazón y lo congela.

Al final, la invite a venir a tomar un helado y ella me mando a tomar los helados donde quisiera. Yo, en mi casa, por la noche, después de cenar, viendo una peli o un partido de baloncesto ahora que los vuelven a poner. Sigo al Madrid, mi equipo de siempre, el de Emiliano, Sevillano, Luik, Brabender, Sainz,  Cristóbal, Paniagua, los hermanos Ramos, Fernando Martin, Romay, Corbalán, Llorente, Biriukov, Beiran, Del Corral, …y, con el Estudiantes, que bien me lo pasaba con la demencia, roncos hasta la extenuación y siempre, siempre, respetando a los contrarios. O, como ayer, viendo la serie de Perdidos, la única que sigo.

Nos encontramos en la calle después de dos años sin vernos. Me lleve una gran alegría, hasta me emocione un poco. Yo llevaba helados. No pudo ser más. Mejor que no nos hubiésemos topado. Me quedaría algo de buen recuerdo y el no-cambio de la gente que quiero. El teléfono a la basura. Los helados ya los comerá alguien de la casa, yo creo que por una vez pasare de ellos.

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