Friday, December 08, 2017

Desahucio.


Desahucio.

No valoramos las cosas hasta que las perdemos o nos las quitan.

Pasa, en menor medida, con la electricidad y  luz de la casa. Esta ahí, la usamos, abusamos de su uso incluso pero un simple corte por unas cuanta horas nos desconcierta, nos hace débiles y comprobamos cuanto dependemos de la misma. También es cierto que cuando hay un corte nunca nunca se sabe cuánto va a durar y empezamos a preocuparnos por la comida del congelador y mil cosas más. Un detalle curioso es que ya casi nadie tiene las velas de rigor para emergencias, quizás alguna linterna ( a veces de los críos, como un juguete) y poco más. Además esta una mentalidad equivocada que tenemos y nos metemos en la cabeza. Me explico, ante un caso similar, a la hora de la cena, mi hija me dice que vayamos a cenar a algún sitio pues no podemos prepara nada en la cocina. Yo le digo que no, que es mucho gasto inútil, que haremos unos sándwiches fríos y unas cuantas velas en la mesa y quedara bonito y curioso. Le gusto al final tal como quedo todo, la cena pues por una vez muy bien...

Mas grave es que te quiten la casa. De alquiler, si, ya lo sé, pero verte con la policía en la puerta con la orden judicial (y tú y la niña en pijama)...si, ya se, hubo casi un mes para proveerlo pero la chica no entiende bien de estas cosas, no lo comprendió, solo oyó de la apelación, el abogado no le hizo entender bien la situación y la sentencia de la jueza...y aun así hay que dar las gracias que les dieron una semana adicional, la última oportunidad. Una semana para encontrar un piso de alquiler, casi imposible, necesitarían un autentico milagro. Y allí esta esa madre con su hija coraje pateándose Madrid como una loca.

Es evidente que encontrar un piso en cinco días en este Madrid en que vivimos es imposible, totalmente improbable. Antes del final de esos cinco días pues tuvieron que hacer la mudanza completa, los pocos muebles a una plaza de garaje que le prestaron, aun hay gente caritativa y comprensiva. La ropa y enseres pues a casa de una vieja amiga que las acogió como pudo. La chica no tuvo más remedio que irse con su padre por unos días, días de lloro y llanto, de preocuparse por su madre y su situación. Se levantaba muy pronto y se iba a desayunar con su madre, buscaba pisos con su madre, hora tras horas, calle tras calle.  Volvía a la casa paterna por la noche rota y cansada y cabreada por los precios de los alquileres y de las exigencias de los dueños o de las inmobiliarias.

Una situación que no podía mantenerse por mucho tiempo.

Tuvieron suerte, en la media docena de pisos que localizo gracias a internet la joven pues encontraron uno que les convenció. No era el sitio mejor. No tenía el tamaño más  adecuado. No era el alquiler más barato o dentro de sus posibilidades, se les escapaba un poco pero solo un mes de fianza, un único mes de fianza. Lo cogieron. Allí están.

Una tragedia que salió bien, por fortuna. Otras salen peor.


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