Friday, March 31, 2017

Un regalo siniestro.


Gira la rueda del destino en el sentido de la agujas del reloj. Gira sin parar, sin detenerse, siempre constante a su ritmo de triturar hechos, dramas personales, encuentros sorpresivos  y recuerdos. No hay obstáculos que la detenga, ni compasión por las pobres hormigas que, en el fondo somos todos en este bellos planeta llamado hormiguero, perdón, llamado Tierra..

El regalo en papel de plata y oro fue una sorpresa, una gran sorpresa. La sonrisa amplia de oreja a oreja del niño, apenas siete años, se perdió cuando intento saber que era aquello (los papeles del envoltorio ya estaban por el suelo y la abuelita con sus achaques y lumbalgias recogiéndolos con la paciencia de años y años). En la caja se veían cientos de hormigas en su hormiguero, hormiguero especial traslucido, como en un corte vertical, en una masa como gelatinosos llena de galerías mientras, por los huecos excavados, los pobres bichitos se afanaban por vivir y seguir viviendo preguntándose que serian aquel gran ojo que las contemplaba desde un fuera que no entendías.

Abrieron al caja y en el libro de instrucciones  les fue aclarando las ideas, que eran pocas y extrañas. Hormiguero, si. Material de gelatina para el mismo, también. Tapa para que no salieran las hormigas, por supuesto. ¿Las hormigas? Había que cogerlas en el jardín o en el campito o donde fuera, aportación del regalo, eso sí, una aclaración en negrita y grande, más de doce o no sobrevivirían.

Ante la desesperación del crio, apenas siete años, pues bajaron al parque en busca y captura de hormigas. No había, no encontraron. Claro que el instinto de depredador de bicho en los ciudadanos esta poco desarrollado. Por la tarde cogieron el coche, con la abuelita rosmando y se fueron a la montaña, a la búsqueda y captura de hormigas y…¡las encontraron tras un par de horas de agachados que ya les dolían la columna!...tuvo que ser la viejecita por supuesto que las recogió y las metió en el frasco ya preparado.

En casa las metieron en el hormiguero artificial y el crio (apenas siete años) se puso como un bobo a mirar la evoluciones de las decenas de hormiguitas que metieron en la caja de cristal, su nueva casa. Se movían de una lado a otro, se montaban unas encima de las otras, se subían por los cristales y, de pronto, empezaron a excavar en el suelo de gelatina, fueron…el crio, apenas siete años, cansado de los mismo una y otra vez, se fue a jugar a la maquinita, era más interesante…

Por la mañana (apenas siete años) quería dar de desayunar a sus hormiguitas…a sus hormiguitas que habían desaparecido, no quedaba ni una dentro de la caja. Si no estaba en la caja tenían que estar por otro sitio, es de suponer, cadáveres no se veían por ningún lado. La tragedia golpea y claro, con apenas siete años, no quería ir al cole, quería buscar a sus hormigas, la madre aterrada pues a saber donde estarían las dichas hormigas, el padre bostezo y explicó, leyendo el papel de la instrucciones, que se han escaparon por los agujeros de respirar que ponía que el tamaño de la hormigas no debía ser menor de 2 milímetros…se fue al trabajo, la abuela ni se inmuto…

¿Las hormiguitas?...fueron apareciendo ante la consternación de la mujer, las había en la panera, en los mueble donde guardaban  los fideos y cafés y azúcar, en la cocina, en el horno de la misma….la casa plagada hormigas que parecían que eran todavía muchas más de las que cogieron en el campo…en el mismo servicio que estaba invadido materialmente…y que no se atrevían entrar…debajo de las sabanas, en los armarios roperos con las ropa interior infestada de esos bichitos…en los juguetes de los críos que estaban alborozados y felices…la abuela, a esto, cogió la escoba y a barrer como si tal cosa, como si pasara siempre lo mismo todos los días….incluso en la melita, nadando en  el café, dentro de las bolsas del pan de molde….cada cosa que veían era un descubrimientos de más y más hormigas….en la cubertería que a su vez estaba en un cajón…incluso dentro de la nevera, parecía imposible aquella invasión, se colaban por cualquier rendija, parecía algo de mal de ojos o una maldición gitana en toda regla….

Barrer, quitar, sacudir, limpiar, lavar todo de nuevo, plata a plato, cuchillo a cuchillo, ….es que estaban incluso dentro del lavavajillas y la lavadora…revisar cada rincón, cada esquina, debajo de cualquier cosa que vieran…todo el santo día trajinando y, cuando acabaron, ya por la tarde, y con los niños que regresaron eufóricos e impacientes de la escuela pues a buscar, ordeno y mando, de la pequeña pues otras hormigas pero esta vez en plan toro o más grandes aun, si las hubiera tipo elefante serian las adecuada….

"Nunca más., nunca más"...se repetía, para sí, la madre.

Wednesday, March 29, 2017

Sin palabras...


Cuando no tengas palabras, abrázame.

En silencio, en ternura, abrázame…

No me sueltes, no me dejes,

No permitas el vacío entre nosotros,

Esta sombra absurda que me envuelve,

Este abismo que quiere tragarme.



Cuando no sepas que decir, abrázame.

Con el silencio, abrázame….

Deja tus manos en mi espalda,

Déjame sentir el latido de tu corazón,

Tu calor a través de las ropas,

La fuerza de tus brazos



Agotadas tus frases, abrázame.

En el silencio, abrázame…

Como un amante el último día,

El de la última despedida.

Con tu aliento calido tras la oreja.

Como el hermano que se despide

De un amigo ya cadáver.



¡Para que hablar!, abrázame.

En total silencio, abrázame.

Déjame sentir tu cuerpo

Aspirar tu fragancia dulzona

Oír tus latidos suaves y profundos,

Sentir tu ternura de timidez vestida

Ante el amor eterno de un minuto.



No hables, no digas, abrázame.

En total silencio, abrázame….

Reposo hundido en el claustro

Incienso que se alza del tejado de la Seo,

Campanario enmudecido,

Leves aires de primavera

Ante la ternura de un abrazo.



Si no tienes palabras, abrázame

Solo abrázame intensamente.

Solo te pido que me abraces.

Si no como mi dulce amante,

Como al niño que se refugia en su madre.


Monday, March 27, 2017

Cuidado con los deseos…pueden cumplirse.


Cuidado con los deseos…pueden cumplirse.

Se enamoro del coche del escaparate, era el de sus sueños. Se paró a mirarlo, tenía algo de tiempo antes de entrar a trabajar aun sabiendo que la reunión con los nipones era muy importante para la empresa y para el. Un descapotable deportivo de la marca Ferrari sobre una tarima redonda dando vueltas inútilmente como la tierra sobre su eje. Rojo  como la sangre recién derramada. Se ponía a 140 kilómetros por hora en cuatro segundos. Con una belleza de líneas medio salvaje, inhóspita, peligrosa,  atrayente. Con el precio de un apartamento de un tamaño mediano era eso un sueño, imposible de poseer algo así y lo sabía. Su sueldo escaso, la familia amplia, el colegio de los niños, la hipoteca mensual. Valía mucho más que su propia casa. Esa era la típica idea de un idealista, un iluso, algo deseable pero inalcanzable. Su mano abierta sobre el cristal del escaparate era todo un símbolo, un gesto casi infantil…en la fuente de la plaza le dio la espalda al agua y, con una mueca que pretendía ser una sonrisa y los ojos cerrados,  arrojo con desespero un euro, el del café que no podría tomar en ese día.

Todo empezó a ir mal a partir de ese momento ¡y de qué forma!

Eran las ocho de la mañana cuando piso la mierda de un perro en la acera, resbalo y se cayó cuando largo era sobre la espalda que crujió como un viga de madera al romperse, de rebote la nuca impacto contra las losas de la calle por dos veces. Vio estrellas volando alrededor de su cabeza y a la gente solicita que le ayudaba. En realidad solo era un joven melenudo y lleno de piercings pero en su mareo lo veía por quintuplicado; curioso, pensó, como en los documentos mensuales para la dirección, por quintuplicado. El buen samaritano lo sentó en un banco de madera donde en una astilla le rasgo, pierna derecha, el pantalón; un siete enorme que dejaba entrever el calzoncillo blanco y sus piernas peludas y muy blancas. Medio conmocionado trato de recomponerse pero el dolor no le dejaba concentrarse bien. El joven le decía de ir al hospital, a urgencias pero el le respondía que debía ir al trabajo, que tenía que llegar a su oficina, cosas importantes, negocios, dinero, salario. El borracho que vivía en el banco cabreado con el intruso, pensando en que posiblemente le robase el lugar, su lugar de toda la vida,  le vomito encima como diciendo que no se metiera en su territorio, que se buscase su propio banco.

Llego tarde al trabajo, eran las nueve pasadas,  por primera vez en su vida y, tras la bronca de rigor por la tardanza y el aspecto deplorable, no digamos del olor que desprendía,  lo despidieron a distancia y con gestos.

Llego, en cambio,  temprano a casa, temprano y abatido, queriendo darse una ducha y poder cambiarse de ropa. Eran las diez horas treinta minutos,  y encontró a su mujer con otro; según ella, no era otro, era el de siempre. La escena era absurda, todas esas lo son, ridículas, un mal chiste.  La mujer, ex, más bien a partir de esa entrada, le hizo la maleta ante la sonrisa sardónica del testigo inoportuno que se tapaba sus cosas con una toalla blanca, la suya de siempre, y salió de la casa con el alma en los suelos. Menos mal que le dejaron  el tiempo justo de limpiarse y cambiar de ropa. “La casa me la quedo yo y los niños, por supuesto, gilipollas” le espeto la ya su ex en la puerta que se cerró como una condenación a los calabozos de la soledad.

No podía pensar que más le podría salir mal. Andado como un autómata se fue al café de la plaza, viejo y de grandes cristaleras. Era absurdo, pensó el, que a las once y media de la mañana, con su pequeña maleta, estuviera en aquel café en el que no entraba desde sus tiempos de la universidad. Era absurdo también que después de años de trabajo toda su vida se resumiera en aquella maleta mínima, se sentía casi desnudo como los hijos de la mar aunque el era más bien de aviones y aires. Su reflejo en el gran espejo mostraba ya los estragos de la situación y de la vida.

El café le quemo la garganta, en la impresión le vivieron ganas de llorar, y una furia consigo mismo inexplicable.  Se sentía airado, violento sin dejar de sentir la inutilidad de todo. Años de trabajo y familia tirados por la borda en unos minutos, un pequeño accidente, una broma cómica de algún Dios juguetón.

Los minutos pasaban sin darse cuenta, en un vacio de mente y alma mientras se abrían dudas y verdades. Vio el ticket de la consumición en un pequeño platillo de metal reluciente, un euro con cuarenta céntimos. Pago con desgana, casi llorando. Se pregunto qué podría hacer. ¿Una pensión? ¿La casa de un amigo por unos días? ¿Un abogado?....llamo al camarero y le entregó el dinero. Eran las once y cincuenta y siete. El garÇón comprobó el dinero, se dio la vuelta y avanzo con paso tambaleante hacia la caja central. Por el camino atendió la llamada de una joven guitarrera, tomando nota de  su pedido.

Entrego todo al viejo arrugado y de grandes mostachos de la caja, el de siempre, el eterno, eternamente empotrado en un sitio minúsculo. Pulsó el precio y, al coger las monedillas de la vuelta,  sonaron campanas como cristales rotos. Un grueso y orondo camarero de chaleco reluciente, frac  y un puro en la boca, bajó por las escaleras de las oficinas con una bandeja enorme, con un chasquido seco de los dedos de la mano derecha se  rodeo de todos los camareros con bengalas encendidas y se acercaron a la mesa de aquel  hombre, nuestro mísero y desgraciado protagonista, y haciéndole entrega, eran las doce en punto de la mañana,  lo sé por las campanadas del reloj de la sucursal bancaria de enfrente que se puso a dar esas doce campanadas, de las llaves del coche que le había tocado en ese mismo momento, un coche rojo como la sangre recién derramada, le iba describiendo el grueso camarero, descapotable, un  deportivo para conquistar y poder vivir en la absoluta velocidad,  en cuatro segundo se ponía a ciento cuarenta kilómetros a la hora, con un precio equivalente al de un apartamento mediano, una joya de la mecánica Ferrari de la que podía elegir el color, con unas curvas sinuosas y aerodinámicas….nadie entendió la blancura que se extendió por  su rostro, nadie entendió el porque el dolor del corazón, nadie entendió el miedo que se instauro en su cara y como gritó como un poseso, un loco, un orate mientras se mesaba los cabellos…




Saturday, March 25, 2017

Bajo la luz de la luna llena.


Bajo la luz de la luna llena.



-Sombras y serpientes de plata en la tierra

-Bajo la blanca luz de la luna llena



-Bajo la fronda, presentida, del árbol

-Se oculta, dormida e inerte, la vereda



-Una luz tenue, rila, tras la ventana

-Que el céfiro del ocaso dejo abierta.



-No hay colores, solo claros y sombras,

-Con  el viento frio de la noche serena



-Que baila entre siluetas y hojarascas

Murmurando con voces bajas,  secretas



-Levantando polvo fantasmagórico

-En forma de soñantes formas siniestras.



-Lejanos olores te llenan de vida

-De hambre, de amor, de sed y de flores fresca.



-Ulula el búho en la noche, le responde

-Lejana y oculta, de ojos glaucos, la cierva.



-Brilla en la noche el murciélago buscando

-Su caza con sus alas de seda negra.



-Huidizas, frías pesadillas se amontonan

-En la terrible habitación, camas  negras



-Y negros presagios informes se visten

-De polvo y enamoradas frías osamentas.

Wednesday, March 22, 2017

Comer una luna.


Comer una luna.

Es de noche, ya has cenado de forma sustanciosa. Estas bien, cómoda, feliz.

El niño juega con canciones de otro mundo al tiempo que hace gestos que son más un baile que otra cosa. Son manos que se mueven al ritmo escondido en el centro del mundo con los brillos de volcanes en sus ojos azules.

La luz artificial esconde arrugas en los rostros.

El niño se habla y se responde; se cuenta chistes vagos y se ríe de sí mismo al tiempo que me mira, a mí, su madre….

Carita de luna llena, pálida como la perfección de la crisálida y el renacer tras la noche.

Se abre la ventana. La luna oronda y plena. Creando mundos ilusorios.

El niño juega con la luna que se pierde entre sus regordetes dedos llenos de  celulitis infantil.

Luna plena y huidiza. Apetitosa, casi de queso, añorados por las hueste de hambrientos ratones de ciudad.

Me la ofrece estirando sus brazos con una amplia sonrisa. Se la quito rápido. Le rio. Me como la luna ante su atónita mirada. Sabores de sal y de mar. La luna me sabe a ambientes de sirenas y añoranzas del hogar lejano. Canciones viejas.

El niño, mi hijo, sonríe y trata de coger esa luna de mi boca. Sus deditos exploran mis labios, que le acerco,  de forma afanosa y juguetona. Desiste. Se vuelve y coge una estrella de los cielos. Cuatro puntas, no tilila.

Me da su estrella de la suerte con una gran sonrisa de bonachón o faquir o santurrón que va al baño ritual.

La cojo en mis manos y me la como también. Es mar y sal, es queso azul, es pan recién hecho. Me gusta.

El niño, mi niño por siempre jamás, juega con el triangulo de la vida con el ojo de Dios dentro. Juega a ser un dios menor que juega a algo más creando mundos virtuales, ideando nuevas formas de paz y de amor como si este no fuera más que el perímetro de una pirámide invertida.

El triangulo se cae al suelo de la habitación de mármol y plata, se rompe en otros dos triángulos casi iguales. El Ying y el Yang. El día y la noche. El bien y el mal acoplados en un juego de siglos por un niño pequeño y juguetón. Los recojo con mimo y los devoro como Saturno devoro a su prole.

El universo se está integrando en mi estomago, refundiendo y renaciendo, algo así con un bing bang casero. Pero algo falta, algún ingrediente secreto. No sé que puede ser. Lo busco y rebusco, le hago cosquillas y se ríe con risotadas estentóreas. Encuentro lo que falta, está entre los pies de mi fiera….

Es necesario el azar, la casualidad dentro y fuera de la entropía para que todo no se vaya cuesta abajo y que mejor que el trébol de cuatro hojas. El niño, mi niño, llora por el trébol que está en mi mano rumbo a mis labios. No quiere que me lo coma…el bote de galletitas ya esta vacio y el quiere conservar la ultima…

Sunday, March 19, 2017

Poema triste, leyenda.


Poema triste. Leyenda.



De la profunda sima.

(Casi se escucha el quejido sordo

Del corazón del planeta),

Se levanta una bruma

Amarilla, de olor sulfuroso

Como a pedo del diablo.

Cacofonías histéricas acompañan

La rosada salida del día.

Extrañas luces

                          Se vislumbran

                                                       En el interior

                                                                                De ese humo;

Fogonazos de colores

Destellan a ratos,

Como de una tormenta.

El cielo a su contacto

Se vuelve negro y amenazador.



Cuentan las abuelas

En las noches turbias

Que es, ese agujero,

Cementerio de niñas violadas,

De cuerpos arrojados a  la sima

Sin entrañas.



El aire se rarifica

La brisa viene de oriente.

Se vislumbran dentro

Alados duendes

Motas de ojos negros

Y dientes de perro

Ávidos de alimento

Voraz en la putrefacción.



Cuentan las viejas

A la luz de la lumbre

De bailes nocturnos

De brujas en cueros

Con el toque del Verde

Danzando, bailando,

Bebiendo sangre inocente

De bebés aun secos

En sus agostadas manos.



Sube la columna de humo

Hacia lo alto. Visible

Desde toda la comarca.

Se santiguan los creyentes,

Los ateos huyen a los sótanos.

Las campanas tañen

Sin aire que las mueva.

El altar de mármol

Se parte en dos con un leve

Crujido. Se hace el frio.

Paren, fuera del tiempo,

Las hembras preñadas.

Se orinan de miedo

Los lobos de las lejanas montañas.

Se corta la leche

En el cubo del ordeño

Y las vírgenes sufren el acoso

De los viejos e impuros pensamientos.



Cuentan las abuelas

De extraños seres

De miedos y terrores

De inutilidad de esfuerzos

“Nada crece alrededor

Como si estuviera maldita”

De maldiciones antiguas

Y de antiguos dioses.



Un rayo de luz se asoma

Desde el horizonte.

El cruceiro hermoso,

De una única piedra hecho,

En el cruce de caminos

Alarga su vana sombra

Hasta casi el infinito;

Se hace inmenso, largo

Como los brazos de Dios

Cayendo su cruz sobre la sima.

Rugido feroz, como todos los días

Y desaparece el humo

                                       Y desaparece el frio

                                                                          Y, también, el miedo

                                                                                                               De los seres humanos.

Tuesday, March 14, 2017

Asombros.


Asombros.

Ese día íbamos un tanto apurados así que  cogimos el metro, línea uno en la estación de Estrecho rumbo a Atocha.

No os preocupéis, no voy a hacer critica de los servicios públicos ni cosa que se le parezca. La política  no es lo mío, ya lo sabéis, y  más aún en estos tiempos tan extraños y cambiantes, parecen surrealistas y nosotros, los fieles votantes, los asistentes al circo en la función mágica de los payasos. Eso sí, ya sabéis, si queréis votar a Sánchez podéis votar al PSOE o a Ciudadanos. ¡Quién lo iba a decir! Siempre hay sorpresas en esta vida y es que la capacidad de la "izquierda mandona" para infiltrase y manipular grupos ajenos es increíble, son, en esto, buenísimos. Lecciones bien aprendidas en los sindicatos obreros, asociaciones vecinales, ong de buena voluntad, etc...¡je, je, je...!

Bueno, a lo mío. Íbamos de pie en la plataforma, no suelo sentarme. Mara a mi lado. En la estación de Ríos Rosas una viejecita en el extremo del vagón empezó a parlotear sobre limosna y ayuda, iba recorriendo el vagón de un lado a otro con su bastón, renqueante, lenta y toda encorvadita la pobre, se le oía incluso el arrastrar de los pies, dolía el verla.

Mara se apiado de ella y me "exigió" que le diéramos algo, si, como os lo digo, me lo exigió. Las monedas pasaron de mi bolsillo a sus mano y ella, cuando paso a su lado, toda ternura y caridad se las dio. La viejecita, cien años como mínimo, le dio las gracias con un gruñido que sonó como algo perverso.

La viejecita contenta, avanzando pasito a pasito. Mara contenta.

La pobre parecía que se iba a caer en cualquier momento, el bastón cogido con fuerza, la mano izquierda tendida...

El metro llego a la estación de Bilbao ("En Bilbao Ha llovido y se mojao y por eso va calao"). Se paro, se abrieron las puertas. Nuestra menesterosa viejecita que estaba en medio de las dos puertas de salida contiguas, ya recorrido todo el vagón, se irguió cuan larga era, un metro sesenta y mucho, se puso el bastón bajo el brazo y salió corriendo hacia el siguiente vagón...

¡Corriendo!

Por su estada de forma podría haber corrido una media maratón.

Mara primero me miro con sorpresa, al poco se puso colorada de ver el engaño y no encontraba palabras para manifestar su enfado. Incluso, creo, que le dieron ganas de salir tras ella y recuperar el óbolo que le dimos por caridad.

Le cogí del codo y le dije que no se preocupase que lo importante era la buen intención de ella, que nosotras habíamos cumplido, el resto poco importaba.

Bueno, llegamos bien amenizados por un grupo andino que tocaban la flauta de pan de forma genial; antes un mudo repartió folletitos pidiendo ayuda; antes...llegamos a nuestro destino y, la malo, es que Mara, un poco desengañada.

Sunday, March 12, 2017

Me equivoque de puerta.


Me equivoque de puerta. Llamé y me lleve la gran bronca de mi vida.


Ahora, no se donde llamar. Estoy perdido en el rellano de una vieja escalera.


Confuso, dudo del piso, del número de la puerta, de tu nombre.


No se si estoy en la casa correcta o, también, la he confundido.


Tantas veces que vine aquí, para dormir en tus brazos...


Estoy desorientado entre sombras que se mueven con los últimos rayos del sol.


Mi cabeza no da para más. Los escalones están curvados en su centro de tanta pisada.


Hay ternura en ellos, como en la barandilla rozada, gastada, ajada de uso.


Llamé a la puerta equivocada, del piso equivocado, del edificio equivocado.


Tengo frió. No se adonde ir. Casi no se donde estoy. Te recuerdo, te hecho de menos.


Estoy parado en el rellano de una escalera de madera entre dos pisos, tercero y cuarto.


Como mi yo, dividido entre el recuerdo y el olvido. Llegan las sombras.


A veces, vecinos pasan a mi lado y me miran con desconfianza.


Se preguntan que hará aquí este tío, que no conocemos de nada.


Dudaran en si llamar a la policía, pensando en mis malas intenciones.


En la noche, me tumbo en una esquina y me duermo soñando...


Y sueño que llamo a tu puerta y no me equivoco,


Que me abres tu casa como si abrieras tu corazón


Y pueda dormir, por fin, en paz en tu regazo para siempre.


Tuesday, March 07, 2017

Soledad VII: En la residencia.


Al fondo de la residencia, en el jardincito trasero, se ve una pequeña tapia por la que asoman varios limoneros, llenos, llenitos de fruta que dorada y apetitosa, y un naranjo que parece viejo y triste, unas pocas naranjas medio secas aun quedan en lo más alto del mismo.

Enfrente, en el banco de madera, ya casi sin pintura, medio húmedo, se sienta Andrés con sus gafas de culo de botella, su gorra de pico, no se la quita ni en verano, y su grueso abrigo ya descolorido; ya con su ochenta años y sus miles de achaques solo le queda el dormir bien, cosa que hace, hacer de vientre como el dice y mirar ponerse el sol todos los días esperando poder verlo otra vez si le dejan las maluras y ese Dios al que reza cuando se acuerda.  Habla con su mujer Adelfa, tan mayor como él, encogidita como un pasa seca, toda llena de arrugas, con los ojos hundidos de tanto llorar y penar, su media sonrisa bonachona y su chal negro de siempre, el que le regalos como novios.

Andrés le habla con frases cortas, puñaladas traperas, casi sin resuello. Como habló toda la vida casi sin saberse expresar pero diciendo más de lo que le parecía; como si hubiera que sacarle las palabras con pinzas de  acero al rojo vivo.

Los niños vienen cada vez menos….Es una vergüenza….Al principio venían todos los fines de semana….Claro,  ya tienen su herencia, todo…Pero los echo de menos….Casi no recuerdo a los nietos…..Hoy hace un tiempo muy bueno….Tengo los pies fríos ¿y tú?.... ¿Necesitas algo?, te lo puedo traer…Hoy en la cena, como siempre, crema de zanahorias y pescado….Donde este un buen chorizo del pueblo o un poco de ese vino peleón y acido de la aldea….mira el sol como se enrojece y agiganta, hermoso a su manera…..alguna guerra lejana, algunos muertos como decía mi madre que en paz descanse…la mano derecha me duele un carajo…el médico me cambio el calmante, no sé qué pero me hizo bien…la Loreto se peleo con los Gómez por culpa del periódico…una vergüenza lo de estos que se creen los dueños de la residencia….ya se va hundiendo, pronto nos llamaran para el comedor….tengo hambre pero la crema de zanahorias que se la metan por…perdona, ya sé, no debo hablar mal….a Xavi se le murió el perro, me lo dijo por teléfono no sé cuando, por la noche, tu dormías….la tarde va dejando paso a la noche….¡qué bien se está aquí!....¿oyes a la Loli llamando? Que pesada la pobre, siempre preocupándose por si cogemos frio….que mas  da un poco de frio o no a nuestra edad….como con el azúcar, ¡que me dejen echar el azúcar que me de la gana!…..ser viejo es una lata….los niños no vienen a vernos….nos quedamos solos en el mundo, tu y yo….la que hemos pasado con ellos y abandonados al final….lo bueno es que están bien colocados y sus familias son buenas y aguantan…la mano derecha se me está poniendo imposible, menos mal que no tengo que hacer fuerza….ayer no fui al váter, espero que hoy si vaya sino tendré que pedir un laxante….¿De verdad no necesitas nada?....Nos llaman, ¿vamos?...si, mejor ver terminar como sol se va….¿Qué te quieres quedar un poco más?.....ya es de noche, todo esta oscurecido y el relente es muy cabrón….¿que me vaya yo solo?....sabes que no me gusta que no me cenes y menos dejarte así sola…si, ya se, todas las noches me haces lo mismo….voy, un beso…nos vemos arriba en la habitación…”

Andrés coge el bastón y se va cojeando al salón. Allí Petra lo coge del codo y lo acompaña a su mesa, donde cena con todos sus amigos de los últimos cinco años; la señora fresca y vivaracha de ya 93 años, la pareja de remilgados, el era ingeniero y la joven, solo 75 años de doña Laura.

“No ha querido venir a cenar, como siempre, es terca como una mula…lo siento”-dice en plan de excusa.

La charla es ligera, más bien escasa, poco hablan salvo para recordar a los familiares y las múltiples dolencias de cada cual.

Andrés esta más que pendiente del banco de afuera, a pesar de que no se ve en la noche oscura. No se preocupa tanto como antes pues sabe que  no la encontrara ni en la cama ni en la habitación pero mañana, al atardecer, como todos los días se sentara con su mujer para ver caer el sol, ese ocaso tan simbólico como sus propias vidas…

Sunday, March 05, 2017

Baile natural.


Es una alfombra toda verde con miles de flores blancas

Y alguna amapola morada; filigranas de escondidos senderos

Perdidos y abandonados. Mil rumbos en la estrella de los vientos.

Hay charcas sucias escondidas entre los juncos

Aviso de los grandes mosquitos que las pueblan.

Grupos rocosos afloran y, en la lejanía, altos montes,

Reino de los buitres, halcones  y  Águilas Imperiales.



Le gusta correr por los campos abiertos y lejanos.

Sentir  y ver, velocidad, ausencias, soledades sin estar solo.

 Sigue un sendero entre hierbas agostadas por otras pisadas.

El sol en lo alto no genera sombras, a plomo, pesa y quema.

No hay sombra, solo hierbas, rocas, flores…sudor

Que se evapora aun antes de tocar suelo.



Y el loco del chándal y deportivas, corriendo va por los valles.

Sus pisadas son ecos de lejanos cazadores.

Ritmos nuevos en un terreno muy viejo, ancestral.

A  su paso, en su vibración rítmica de tambores,

En  la piel de un planeta tan viejo como joven y pujante,

Las flores se levantan y se alzan al cielo y vuelan.

Son cientos de flores, ¡no!, miles de flores volando

A su paso. Una nube blanca que no deja ver, oscurece el cielo.

Es fantasía, es magia, es alucinante… ¡increíble! Da miedo.

Le da miedo. Se para sobrecogido, encogido en sí mismo.



 Aquel enjambre de flores sobre él tapando el  cielo,

Rodeándolo, ansiando su cuerpo joven,

Envuelto como una segunda ropa de flores.

Cientos de flores, no, miles se posaron

Sobre su hombros, sus brazos, su cabeza.

 Es un momento único. Se para el tiempo y Gea.

Son únicas. Son mariposas en los valles de Teruel.

Y gira feliz dando vueltas. Y las mariposas

Blancas con ocelos negros, negrísimos,

 Como sabiéndolo, lo rodean, y juegan.

Y el loco ríe de alegría sintiendo cosquillas,

Sintiendo el peso enorme y bello de la naturaleza.

 Saltan y vuelan, zigzaguean  y se posan y vuelan,

Y vuelven a posarse sobre él. Liban los jugos de su ropa

Atraídas irresistiblemente por el salado del sudor.

Chupan en un íntimo beso los poros de su cara.

Es el del chándal, la bestia, y las bellas enamoradas.

Alcorisa le espera. Andorra queda  lejana a su espalda.

Alcañiz muy lejana duerme en el empedrado de sus calles.

Albalate......