Gira la
rueda del destino en el sentido de la agujas del reloj. Gira sin parar, sin
detenerse, siempre constante a su ritmo de triturar hechos, dramas personales,
encuentros sorpresivos y recuerdos. No
hay obstáculos que la detenga, ni compasión por las pobres hormigas que, en el
fondo somos todos en este bellos planeta llamado hormiguero, perdón, llamado
Tierra..
El regalo en
papel de plata y oro fue una sorpresa, una gran sorpresa. La sonrisa amplia de
oreja a oreja del niño, apenas siete años, se perdió cuando intento saber que
era aquello (los papeles del envoltorio ya estaban por el suelo y la abuelita
con sus achaques y lumbalgias recogiéndolos con la paciencia de años y años).
En la caja se veían cientos de hormigas en su hormiguero, hormiguero especial
traslucido, como en un corte vertical, en una masa como gelatinosos llena de
galerías mientras, por los huecos excavados, los pobres bichitos se afanaban
por vivir y seguir viviendo preguntándose que serian aquel gran ojo que las
contemplaba desde un fuera que no entendías.
Abrieron al
caja y en el libro de instrucciones les
fue aclarando las ideas, que eran pocas y extrañas. Hormiguero, si. Material de
gelatina para el mismo, también. Tapa para que no salieran las hormigas, por supuesto.
¿Las hormigas? Había que cogerlas en el jardín o en el campito o donde fuera, aportación
del regalo, eso sí, una aclaración en negrita y grande, más de doce o no
sobrevivirían.
Ante la desesperación
del crio, apenas siete años, pues bajaron al parque en busca y captura de
hormigas. No había, no encontraron. Claro que el instinto de depredador de
bicho en los ciudadanos esta poco desarrollado. Por la tarde cogieron el coche,
con la abuelita rosmando y se fueron a la montaña, a la búsqueda y captura de hormigas
y…¡las encontraron tras un par de horas de agachados que ya les dolían la
columna!...tuvo que ser la viejecita por supuesto que las recogió y las metió
en el frasco ya preparado.
En casa las
metieron en el hormiguero artificial y el crio (apenas siete años) se puso como
un bobo a mirar la evoluciones de las decenas de hormiguitas que metieron en la
caja de cristal, su nueva casa. Se movían de una lado a otro, se montaban unas
encima de las otras, se subían por los cristales y, de pronto, empezaron a
excavar en el suelo de gelatina, fueron…el crio, apenas siete años, cansado de los
mismo una y otra vez, se fue a jugar a la maquinita, era más interesante…
Por la
mañana (apenas siete años) quería dar de desayunar a sus hormiguitas…a sus
hormiguitas que habían desaparecido, no quedaba ni una dentro de la caja. Si no
estaba en la caja tenían que estar por otro sitio, es de suponer, cadáveres no
se veían por ningún lado. La tragedia golpea y claro, con apenas siete años, no
quería ir al cole, quería buscar a sus hormigas, la madre aterrada pues a saber
donde estarían las dichas hormigas, el padre bostezo y explicó, leyendo el
papel de la instrucciones, que se han escaparon por los agujeros de respirar
que ponía que el tamaño de la hormigas no debía ser menor de 2 milímetros…se
fue al trabajo, la abuela ni se inmuto…
¿Las
hormiguitas?...fueron apareciendo ante la consternación de la mujer, las había
en la panera, en los mueble donde guardaban los fideos y cafés y azúcar, en la cocina, en
el horno de la misma….la casa plagada hormigas que parecían que eran todavía
muchas más de las que cogieron en el campo…en el mismo servicio que estaba
invadido materialmente…y que no se atrevían entrar…debajo de las sabanas, en
los armarios roperos con las ropa interior infestada de esos bichitos…en los
juguetes de los críos que estaban alborozados y felices…la abuela, a esto,
cogió la escoba y a barrer como si tal cosa, como si pasara siempre lo mismo
todos los días….incluso en la melita, nadando en el café, dentro de las bolsas del pan de
molde….cada cosa que veían era un descubrimientos de más y más hormigas….en la
cubertería que a su vez estaba en un cajón…incluso dentro de la nevera, parecía
imposible aquella invasión, se colaban por cualquier rendija, parecía algo de
mal de ojos o una maldición gitana en toda regla….
Barrer,
quitar, sacudir, limpiar, lavar todo de nuevo, plata a plato, cuchillo a
cuchillo, ….es que estaban incluso dentro del lavavajillas y la
lavadora…revisar cada rincón, cada esquina, debajo de cualquier cosa que
vieran…todo el santo día trajinando y, cuando acabaron, ya por la tarde, y con
los niños que regresaron eufóricos e impacientes de la escuela pues a buscar,
ordeno y mando, de la pequeña pues otras hormigas pero esta vez en plan toro o más
grandes aun, si las hubiera tipo elefante serian las adecuada….
"Nunca
más., nunca más"...se repetía, para sí, la madre.
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