Friday, March 31, 2017

Un regalo siniestro.


Gira la rueda del destino en el sentido de la agujas del reloj. Gira sin parar, sin detenerse, siempre constante a su ritmo de triturar hechos, dramas personales, encuentros sorpresivos  y recuerdos. No hay obstáculos que la detenga, ni compasión por las pobres hormigas que, en el fondo somos todos en este bellos planeta llamado hormiguero, perdón, llamado Tierra..

El regalo en papel de plata y oro fue una sorpresa, una gran sorpresa. La sonrisa amplia de oreja a oreja del niño, apenas siete años, se perdió cuando intento saber que era aquello (los papeles del envoltorio ya estaban por el suelo y la abuelita con sus achaques y lumbalgias recogiéndolos con la paciencia de años y años). En la caja se veían cientos de hormigas en su hormiguero, hormiguero especial traslucido, como en un corte vertical, en una masa como gelatinosos llena de galerías mientras, por los huecos excavados, los pobres bichitos se afanaban por vivir y seguir viviendo preguntándose que serian aquel gran ojo que las contemplaba desde un fuera que no entendías.

Abrieron al caja y en el libro de instrucciones  les fue aclarando las ideas, que eran pocas y extrañas. Hormiguero, si. Material de gelatina para el mismo, también. Tapa para que no salieran las hormigas, por supuesto. ¿Las hormigas? Había que cogerlas en el jardín o en el campito o donde fuera, aportación del regalo, eso sí, una aclaración en negrita y grande, más de doce o no sobrevivirían.

Ante la desesperación del crio, apenas siete años, pues bajaron al parque en busca y captura de hormigas. No había, no encontraron. Claro que el instinto de depredador de bicho en los ciudadanos esta poco desarrollado. Por la tarde cogieron el coche, con la abuelita rosmando y se fueron a la montaña, a la búsqueda y captura de hormigas y…¡las encontraron tras un par de horas de agachados que ya les dolían la columna!...tuvo que ser la viejecita por supuesto que las recogió y las metió en el frasco ya preparado.

En casa las metieron en el hormiguero artificial y el crio (apenas siete años) se puso como un bobo a mirar la evoluciones de las decenas de hormiguitas que metieron en la caja de cristal, su nueva casa. Se movían de una lado a otro, se montaban unas encima de las otras, se subían por los cristales y, de pronto, empezaron a excavar en el suelo de gelatina, fueron…el crio, apenas siete años, cansado de los mismo una y otra vez, se fue a jugar a la maquinita, era más interesante…

Por la mañana (apenas siete años) quería dar de desayunar a sus hormiguitas…a sus hormiguitas que habían desaparecido, no quedaba ni una dentro de la caja. Si no estaba en la caja tenían que estar por otro sitio, es de suponer, cadáveres no se veían por ningún lado. La tragedia golpea y claro, con apenas siete años, no quería ir al cole, quería buscar a sus hormigas, la madre aterrada pues a saber donde estarían las dichas hormigas, el padre bostezo y explicó, leyendo el papel de la instrucciones, que se han escaparon por los agujeros de respirar que ponía que el tamaño de la hormigas no debía ser menor de 2 milímetros…se fue al trabajo, la abuela ni se inmuto…

¿Las hormiguitas?...fueron apareciendo ante la consternación de la mujer, las había en la panera, en los mueble donde guardaban  los fideos y cafés y azúcar, en la cocina, en el horno de la misma….la casa plagada hormigas que parecían que eran todavía muchas más de las que cogieron en el campo…en el mismo servicio que estaba invadido materialmente…y que no se atrevían entrar…debajo de las sabanas, en los armarios roperos con las ropa interior infestada de esos bichitos…en los juguetes de los críos que estaban alborozados y felices…la abuela, a esto, cogió la escoba y a barrer como si tal cosa, como si pasara siempre lo mismo todos los días….incluso en la melita, nadando en  el café, dentro de las bolsas del pan de molde….cada cosa que veían era un descubrimientos de más y más hormigas….en la cubertería que a su vez estaba en un cajón…incluso dentro de la nevera, parecía imposible aquella invasión, se colaban por cualquier rendija, parecía algo de mal de ojos o una maldición gitana en toda regla….

Barrer, quitar, sacudir, limpiar, lavar todo de nuevo, plata a plato, cuchillo a cuchillo, ….es que estaban incluso dentro del lavavajillas y la lavadora…revisar cada rincón, cada esquina, debajo de cualquier cosa que vieran…todo el santo día trajinando y, cuando acabaron, ya por la tarde, y con los niños que regresaron eufóricos e impacientes de la escuela pues a buscar, ordeno y mando, de la pequeña pues otras hormigas pero esta vez en plan toro o más grandes aun, si las hubiera tipo elefante serian las adecuada….

"Nunca más., nunca más"...se repetía, para sí, la madre.

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