Sunday, March 19, 2017

Poema triste, leyenda.


Poema triste. Leyenda.



De la profunda sima.

(Casi se escucha el quejido sordo

Del corazón del planeta),

Se levanta una bruma

Amarilla, de olor sulfuroso

Como a pedo del diablo.

Cacofonías histéricas acompañan

La rosada salida del día.

Extrañas luces

                          Se vislumbran

                                                       En el interior

                                                                                De ese humo;

Fogonazos de colores

Destellan a ratos,

Como de una tormenta.

El cielo a su contacto

Se vuelve negro y amenazador.



Cuentan las abuelas

En las noches turbias

Que es, ese agujero,

Cementerio de niñas violadas,

De cuerpos arrojados a  la sima

Sin entrañas.



El aire se rarifica

La brisa viene de oriente.

Se vislumbran dentro

Alados duendes

Motas de ojos negros

Y dientes de perro

Ávidos de alimento

Voraz en la putrefacción.



Cuentan las viejas

A la luz de la lumbre

De bailes nocturnos

De brujas en cueros

Con el toque del Verde

Danzando, bailando,

Bebiendo sangre inocente

De bebés aun secos

En sus agostadas manos.



Sube la columna de humo

Hacia lo alto. Visible

Desde toda la comarca.

Se santiguan los creyentes,

Los ateos huyen a los sótanos.

Las campanas tañen

Sin aire que las mueva.

El altar de mármol

Se parte en dos con un leve

Crujido. Se hace el frio.

Paren, fuera del tiempo,

Las hembras preñadas.

Se orinan de miedo

Los lobos de las lejanas montañas.

Se corta la leche

En el cubo del ordeño

Y las vírgenes sufren el acoso

De los viejos e impuros pensamientos.



Cuentan las abuelas

De extraños seres

De miedos y terrores

De inutilidad de esfuerzos

“Nada crece alrededor

Como si estuviera maldita”

De maldiciones antiguas

Y de antiguos dioses.



Un rayo de luz se asoma

Desde el horizonte.

El cruceiro hermoso,

De una única piedra hecho,

En el cruce de caminos

Alarga su vana sombra

Hasta casi el infinito;

Se hace inmenso, largo

Como los brazos de Dios

Cayendo su cruz sobre la sima.

Rugido feroz, como todos los días

Y desaparece el humo

                                       Y desaparece el frio

                                                                          Y, también, el miedo

                                                                                                               De los seres humanos.

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