Sunday, December 31, 2017

Otro tipo de maltrato.


El tiempo todo lo cambia, las estaciones se van sucediendo, los meses vuelan, no digamos de los días que son como un soplo de brisa….así ya no hay quien conozca el barrio o los miles de nuevos vecinos venidos de diversos sitios del mundo. Ni ella misma se conoce ya: los ojos viejos que se hunden en sus ojeras oscuras, ya sin brillo ni vida; nuevas arrugas que aparecen y que el espejo de la mañana refleja sin misericordia; mas pelo blanco, la artrosis que empieza a estragar los dedos de las manos y duele, como duele;  el cansancio que se va acumulando como en un hucha llena de centimillos…

Todo muta salvo el miedo enraizado en su corazón, esa angustia flotante que hace aflorar una lagrima gruesa y  fría y que deja correr por su mejilla… solo es el temor a lo que encuentre en casa…su único momento feliz y tranquilo  es ese, el de la compra, el irse por la mañana temprano con la cesta doblada bajo el brazo y unas monedas en el bolsillo, ”a lo que haiga”,  rumbo al Mercadona o  El filón, eligiendo lo que puede comprar…demorándose en los puestos, mirando con detalle unos precios que no es capaz de memorizar, pero que no importa; aspirando el olor de los cafés o acariciando las piel de la frutas, eligiendo bien el pescado fresco…

A veces, al salir, a primeros de mes, claro, hasta se permite el regusto de un buen exprés en la cafetería que está enfrente. Su vicio.

Hoy ha vuelto andando, despacio,  sin prisas.  No le llega para coger el autobús. También es que quiere retrasar lo inevitable, el llegar a casa. Algún vecino la saluda al pasar o al cruzarse en la acera con ella, de los de siempre, los viejos del barrio, más un gesto de cabeza que otra cosa pero se agradece entre tanto desconocido.

Las manos le tiemblan al introducir la llave en la cerradura, no lo consigue fácilmente, hay que atinar bien y las manos empiezan a sudar;  escudriña los sonidos del interior al tiempo que  se congela su respirar, pero el corazón se pone a mil en cambio, hay tambores de la selva en el interior de su cabeza…abre con mucho cuidado de no hacer ruido, un chasquido leve hace la cerradura al engranar y correr los pestillos (todos los días la engrasa con mimo y una oración en los labios),  el interior está todo en sombras y en silencio, no, un pequeño ronquido atenuado por una puerta cerrada se puede escuchar si se presta al debida atención, es como una respiración queda y fuerte y profunda y de sueño.

Entra con cuidado y casi con mimo cierra la puerta, le lleva toda una eternidad para que no suene. Se pone las zapatillas que están en el rincón de siempre, a la derecha de la puerta, que no suene el parquet.  

Se mete rápida y ágil  en la cocina, su reino, y cierra la puerta dejando una pequeña rendija. Respira hondo y tranquila por un momento, como si, de pronto, se acordase de respirar….la hija, su hija de diecisiete años,  aun está dormida, a ver cuando se levante como estará el patio y la que te rondare morena…

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