Capitulo
1: Mara y Jaky.
Voy
a contaros una tragedia de verano, una de esas que terminan dejando huellas en
los implicados más allá del tiempo, que fue corto, y transcendiendo de la
propia anécdota.
La
protagonista es una niña de 10 años, alta para su edad, muy delgada, pelo largo
marrón brillante, como con nube de estrellas, cara en un ovalo de virgen del
setecientos, ojos soñadores entre marrones y miel según le refleje el sol y
que, en verano, se le aclaran tornando casi al verde.
El
lugar es una casa de campo, cerca de las montañas, de una sola planta,
totalmente encalada de blanco, amplio patio y cercada por un muro ocre de
barro. No hay puerta de entrada, solo un hueco amplio en la misma frente a la
puerta de la casa que está tapada por una cortina negra, ya medio roída.
Ya
es verano, por el día la gente se refugia en las sombras de las casas, el sol
cae fuerte, picante, plomizo, quitando el aire. Solo hay un poco de animación
al relente de la mañana, muy temprano, y a la caída del sol haya por las ocho
de la tarde.
Verano,
vacaciones, casa del pueblo, familia lejana.
Todo
comienza en el día de la llegada de Mara, así se llama la chiquilla. Besos,
abrazos, recuerdos, mas besos...y, después, los niños de la casa la llevan a
visitar todas las dependencias de la misma: dormitorio, cocina, patio,
gallinas, conejos, ovejas y, en un apartado, un tanto más limpio y más cuidado,
un joven potrillo, un pura sangre, la niña de los ojos del dueño del lugar. El
encuentro es de esos que en una película pondrían con bella música de fondo,
¿la primavera de Vivaldi, el tema de Lara...?. Extrañamente caballo y niña no
tienen miedo, se acercan uno al otro y la niña le acaricia y se pone a
hablarle. El potrillo no escapa, se deja acariciar arrullado por la nueva voz
dulce e incomprensible para él; da una carrera y vuelve a la mano de Mara, se
deja alimentar por Mara, se deja cepillar. Mara le pone nombre: Jaky.
Un
verano, unas vacaciones, una niña y un potrillo.
Todos los días Mara va, a primera hora, a ver al caballo. Todos los días le da de comer, lo cepilla, lo acompaña al paseo rutinario, lo abraza. El potrillo cuando presiente la visita de la niña corretea nervioso, salta, bufa, da una carrera rápida, se para en seco y vuelta a empezar. Solo cuando Mara ya ha llegado se tranquiliza y se acerca a la caricia de todas las mañana, al abrazo de todas las mañana.
Un
día, ya pasados julio y medio agosto, el caballo no salió a recibir a Mara.
Esta, preocupada, lo encontró tumbado en el fondo de la cuadra. Jaky, al verla,
dando un fuerte bufido intento levantarse como todos los días, pero, sin
fuerzas, no pudo. El viejo dueño le explico a Mara que tenía una infección y
que le estaban dando antibióticos para combatirla y ponerlo bien, que no se
preocupase, que si era necesario traería al mejor veterinario del mundo, que
Jaky estaba muy débil y necesitaba muchos cuidados, que lo cuidarían bien,
reposo y tranquilidad necesitaba. Mara no le creyó, algo negro y amenazador se
le metió en la cabeza; a pesar de llamadas y amenazas se quedo todo el día al
lado del potrillo. Le acaricio cuando le pusieron las inyecciones, trato de
hacer que comiera un poco, lo tranquilizo cuando intento
levantarse......tuvieron que obligarla, sus padres, a la fuerza, a irse a
dormir esa noche.
Al
día siguiente, aun no había salido el sol, fue corriendo a la cuadra. No había
nadie, todo estaba silencioso y vacio, no había olor, no había nada, ni vida.
Lloro.
Nadie pudo consolarla: "No sufrió, se fue al cielo de los caballos,
grandes pradera verdes y miles de caballos trotando felices y libres",
"Recuerda siempre como era y te quería".
Se
acabo el verano y con él las vacaciones. De vuelta a la casa, a la escuela, los
amigos. El tiempo mata el dolor, lo esconde bajo patinas de colores y
silencios, apila mantas gruesas sobre los malos recuerdos que se van hundiendo,
perdiéndose, difuminándose poco a poco hasta casi desaparecer. Pero, en la
noche, a veces, una furtiva lagrima asoma en los ojos de Mara resbalando por
sus mejillas y una pequeña sonrisa asoma en sus labios al ver, en sueños, a
Jaky correr en una pradera amplia de nubes verdes acompañado por otros
caballos, pararse un segundo y mirarla con pena y alegría, al mismo tiempo,
como diciéndole " YA VES CORRO COMO NUNCA; VEN CONMIGO A CORRER".
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