Friday, March 29, 2013

Mara en la cafetería.


Mara en la cafetería.

Mara adora las tortitas con nata, sin sirope. Es su pasión, como los bocaditos de nata, las ensaimadas de nata, las ostras y los percebes. Se comería, de esos productos,  todo lo que le pusieras delante, con ansia febril, como si nunca comiera. Así que, de vez en cuando, vamos a merendar tortitas. Las mejores, con diferencia son las del Vips de Orense, después están las del Corte Ingles y las de Grashtoff en La Coruña; le siguen, a otro nivel, Ital-cafe y Zahara.

Ese día, Mara, había sacado un notable en un examen de matemáticas (o eso me dijo ella antes de pedírmelas) y, aprovechando el momento, tuve que invitarla a las tortitas. Fuimos a Ital-cafe. Nos sentamos en la primera planta, al lado del cristal que da a la calle. El día era gris y lluvioso, la gente pasaba debajo de nosotros con sus paraguas y un aire acobardado, como con miedo de que el agua las desliese y borrase. Los coches, casi sin color, pasaban más despacio que de costumbre arrojando, al paso, unas estelas de agua a todo peatón. Todo tenía una patina gris como el cristal de la cafetería que, además, tenia señales de manos pequeñas y pringosas, restos de chocolate y otros remanentes que es preferible no describir.

Mara pidió tortitas, como es de suponer, y un nestea. Yo pedí un café con leche templado. Antes de que el camarero se fuera, Mara, en uno de sus arranques, le pidió un helado de cucurucho, sabor vainilla, antes de nada; se fue con el camarero al bajo para cogerlo.

Vino dichosa lameteando dicho helado.

-Bueno y ¿Cómo va el ingles?- le pregunté inocentemente rompiendo el hielo.

-Bien, ya sabes, bien.

-¿lo llevas al día en deberes y estudio?-insistí.

-¡Sí!, no te preocupes. La profe es un callo, me tiene manía, siempre esta gritando, pero lo aprobare bien al final. Hoy a Martin, que no supo los verbos, le grito, le insulto y le dijo que lo iba a suspender. Todo por fallar con el "Drink".

-Mara, sabes que no me preocupan tus compañeros, sino tú. ¿Vas haciendo bien las cosas?- le insistí.

-Te prometo que si, este trimestre seguro que aprobaré. Y cambiemos de tema, no seas pelma, siempre con lo mismo, no sabes hablar de otra cosa, me estas poniendo nerviosa, vamos a merendar en paz- contesto ella.

La que no estaba en paz era yo al ver como se ponía un poco nerviosa y comenzaba, por un lado, a mirar al suelo y, por otro, a gesticular con las manos, sobre todo con la mano derecha, la del helado que yo veía o bien en el suelo o bien sobre mi camisa.

Sabes que me preocupo y si necesitas ayuda en una asignatura, pídela, no esperes al final cuando ya poco es posible hacer- le dije dulcemente viendo, en ese momento,  venir por el pasillo al camarero con su bandeja y la comanda.
-¡No necesito ayuda!. Tu quieres meterme más horas de estudiar y eso ¡NO!......contestó furiosa al tiempo que levantaba bruscamente la mano derecha y el helado, como venciendo la ley de la gravedad, salió lanzado hacia la cara, ojo izquierdo para ser más preciso, del camarero. Este, sorprendido por el ataque inesperado, dio un manotazo al helado que cayó al suelo con estrépito. ¡Sí!, con estrépito, el ruido resonó en mis oídos como si de una bomba se tratase, anuncio precoz de que las cosas podían ir peor. El ojo manchado, la bandeja en la mano, el helado en el suelo y un silencio sepulcral entre nosotros cuando el joven dio un paso adelante, piso el helado y se cayó al suelo de culo. La bandeja ya sin soporte que la mantuviera en su lugar decidió, después de un rato de pensárselo por allí en las alturas, irse de paseo y repartió antes todo su contenido de forma muy generosa: el nestea a la cabeza de Mara, las tortitas al pantalón de Mara, el café con leche (¡gracias a Dios, templado!) a mis pantalones. Se fue la bandeja a la gris calle, como un ovni de expedientes x,  pero se encontró con el gris cristal al que golpeó, rebotó y terminó en el suelo con un ruido como de campanas llamando a misa. Fue en ese momento la algarabía, el camarero quejándose de su culo, Mara gritando y no sabiendo que hacer con las tortitas (3) sobre su vestido, el vaso vacio de Nestea en una mano y el cucurucho vacio del helado en la otra; yo chillando y dando gracias al mismo tiempo por no haberme quemado.......los clientes del local gritando y preguntando si estábamos bien, el otro camarero subiendo y ayudándonos a ponernos en pie y tratando de limpiarnos en lo posible, con lo que el que se ponía perdido era el........


Todo quedo en un susto y en ropa para lavar. Mara sigue adorando las tortitas con nata y, de vez en cuando, sigo llevándola a merendar ............al Vips.

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