Thursday, February 14, 2013

Un jueves cualquiera de un mes cualquiera de este año 2013.


Un jueves cualquiera de un mes cualquiera del año 2013.

Hoy me he levantado con una gran tristeza, no hay nada nuevo que la provoque pero todo me parece gris, negativo, lleno de pesimismo, como si no estuviera en mi tiempo, en mi mundo, en mi familia. Envuelta en un aura negra amenazante me he enfrentado al día en el que la nubes parecen haber dejado un poco de tregua para que nos acaricie un poco, solo un poco, los rayos de sol.

Cada palabra que me dirigen se vuelve como amenazadora y mi repuesta, anormalmente lenta y educada, cariñosa mas bien, es brutal, directa, ofensiva. Son esos días que más vale no hablar, solo tratar de sonreír mecánicamente y callar y pasar...

El café, en el desayuno, me supo mal lo mismo que las mantecadas y las galletas integrales.

Por la acera esquivando mierdas de perro me fue reconcomiendo un rabia sorda y cruel, llena de malos pensamientos contra esos dueños incivilizados. El metro, más sucio de lo normal, me deprimió aun mas, me lleno de muy malos augurios, de olores a putrefacción, a muertos en vida, a gente asquerosamente sucia. Me trajo, eran otros tiempos, aquellos versos tristes y desgarrados de Damaso Alonso.

En el trabajo nunca pude centrarme, en toda la mañana hable mal e, incluso, ¡Dios mío!, insulte; termine gritando al pobre ordenanza por un café un poco amargo, a la secretaria la llame gorda, a Alicia la insulte como apestosa y marimacho....(lo es por cierto)...perdona mona...

La comida en el mesón de todos los días (sopa, zanco de pollo y manzana; menú del día, 9 euros) me sentó como una patada en el estomago, termine vomitando todo en el excusado.

Ahora, delante del teclado, abriéndome un poco a los nuevos aires, un tanto relajado, me voy dando cuenta de las injusticias que he ido cometiendo no solo hoy sino en estos últimos días. Las llamadas que no he realizado, las palabras bruscas a las personas un tanto débiles de mi lado; las zancadillas, inconscientes, en el trabajo y, sobre todo, el olvido a mi madre, lejana en su lejana residencia.

Tan pronto como acabe de escribir les llamare y tratare de ser más humano, más comprensivo, más tolerante; la culpa está en mi y en una cierta sensación de derrota, de futilidad, de abandono.

Lo más difícil será empezar a pedir perdón ...

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