Mara y los deberes de lengua.
Ayer vino Mara preocupada con un trabajo de lengua. El motivo era una redaccion, de no menos de 300 palabras, sobre tradiciones, mitos, historias viejas. Asi que, despues de cenar, me puse mi disfraz de abuelita y le conte una de las muchas historias familiares. Esta, en concreto, era mi favorita pues yo habia sido testigo de ella o, mas bien, una protagonista de la misma.
Despues nos pusimos a redactarla, y asi quedó:
"Un recuerdo:
Voy con mi abuela "Mamadivina" por los caminos de nuestra aldea, La Hermida, es tarde, ya de noche. A pesar de ser verano el cielo esta encapotado y amenaza lluvia. Hace frio. Nos alumbramos con una linterna grande y pesada que da una luz breve y difusa.
Sonaron las campanas de la parroquia, a lo lejos.
Un perro aulló en la lejanía.
Piso un charco de agua sintiendo como esta se mete dentro de mis zapatos, mojando y enfriando mis pies.
De pronto mi abuela me empuja y me tira al suelo, me tapa la boca y los ojos con sus manos pequeñas, fuertes y callosas. Me susurra silencio, no hables, no te muevas, no mires, reza.
Y rezé lleno de miedo mientra, por una rendija entre sus dedos, con mi ojo izquierdo, miraba pasar una doble procesion de luces llevadas por unos etereos monjes con tunicas blancas y negras por el camino por el que acababamos de pasar. Delante iba un joven extremadamente delgado, palido, con barba blanca, vistiendo unos harapos que se caian a trozos y portando una cruz y un caldero. Me parecia conocido. Se le veia triste y desesperado
Un intenso olor a velas quemadas me lleno la nariz, ahogándome.
De pronto, senti el toque leve, en mi coronilla, de un angel triste y me inundo de desolacion y mi corazon se lleno de escarcha, mi mente se vacio de colores y llantos. Fue como si nada valiera, todo podredumbre, muerte y vacio, todo comida de gusanos, todo polvo que se iba con el viento. El llanto vino de golpe a mis ojos, un llanto pleno de lagrimas como nunca, jamas, volvi a llorar.
Pero, asi como vino, pasó y volvio el olor a tierra mojada y hojas en descomposicion y el perfume barato de Mamadivina.
Oía a mi abuela susurrar oraciones, a mi lado, oprimiendome contra el suelo.
Quizá fueron dos minutos, quizas tres, pero fue una eternidad.
Cuando nos levantamos me hizo persignar y la promesa de no contar a nadie esta historia de la Santa Compaña. Pero quedó en mi ese magico recuerdo y un principio de canas cerca de las orejas que, coquetamente, siempre me tiño.
!Ojala encuentren la paz para sus almas¡".
Hoy ha llevado el trabajo a clase toda esperanzada. Cree que es la historia mas bonita y de miedo jamas contada. Espero que su profe sepa apreciarla.
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