Becquer y las rimas.
Son su fama eterna. A mi, personalamente, me gustan mas las casi etereas, filosoficas, donde todo es palabra, color, sensaciones y belleza, siempre la belleza:
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?
Son poemas llenos de preguntas, de sugerencias, alados como las aves y celestes como el cielo sevillano, tan lleno de luz y de color y de esperanza que se le marchito a la hora de su muerte:
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
Con un gracejo siempre andaluz, la palabra la torna musica y nace la esperanza del ritmo y la melodía, pero, siempre, con un poso amargo, de una cierta trizteza que se conlleva porque la vida hay que vivirla y sufrirla:
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí
y pasa sonriéndose y yo digo,
¿como puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso: Acaso ella se ríe,
como me río yo.
Y siempre el amor, pero amor con mayusculas, con músculo de querencia y un reflejo casi divino en el y siempre las preguntas, a veces con repuestas, a veces con silencios:
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Que es poesía!, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
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