Bucea en
una mar de tierra blanda buscando alimento y creciendo.
Desconoce
de colores, de aires, de flores, de mares, de seres bípedos. El solo sabe que nació
entre barro, que se alimento como pudo, que escapo a una muerte casi segura
donde perdió, el solo lo presiente como un vacío, a unos colegas de siempre. Se
refugio en un masa informe y orgánica donde vivió bien unos días hasta que se consumió
todo el alimento y, allí comenzó su infortunio. Búsqueda continua, unos gramos
aquí, otra minucia allá. Penetro en el seno de la masa terrosa cada vez mas abajo buscando algo que
satisficiera su exigencia de hambre. Tenía hambre, tenia que buscar comida, y
encontrada, aparecía la exigencia de su
cuerpo de aparearse y morir.
Era su
destino bajo toneladas de tierra vegetal, pero, en ese momento, estaba perdido.
Ni comida
ni compañero/a. La ultima vez, no recuerda cuando, ni donde, ni al compañero/a,
en su baile de fecundación reciproca, en
un abrazo mutua invertido, como en un capullo de amor, dio a la tierra decenas
de pequeños seres que pululaban en Dios sabe que lugar, ahora en búsqueda
incansable como el de comida. Su
instinto le mandaba en una dirección y allí iba pero, desgraciadamente, nada
encontraba que le satisficiera. No entendía su desilusión, eran hormonas y
secuencia olvidadas en su minúsculos nervios que le dirigían y que, a la vez,
le acuciaban.
Llego a un
obstáculo rocoso y tuvo que pasarlo por debajo, le llevo horas y esfuerzo pero
tuvo la recompensa y un montón de orgánica materia blanda ya a punto. Se harto,
se harto y, entonces, sintió las presencias en su entorno, las asimilo como no
peligrosas y siguió…y el bucear en la oscuridad del alimento, del continuar en
la vida, de la búsqueda del eterno yo,
como los gusanos…también es zen.
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