Sunday, August 05, 2018

La calma es zen.


La calma es zen.



Tu poesía, Malena, es zen;



Las raíces de los árboles horadando la tierra en busca de agua y alimento es zen;

las nubes lejanas que se aproximan como un barco a puerto compitiendo con los rayos del sol que inundan los jardines y los viste de mil colores es zen;

los gusanos que no se ven, que bucean incansables en la madre tierra buscando sobrevivir y son, a su vez, la supervivencia de otros seres y otros vegetales y es zen;

las hojas movidas por la brisa que hace música entre ella y captan el amor del sol que se les escapa y captan el beso de la humedad del aires y las gotas de lluvia y es zen;

las rocas sufrientes por la perdida de sus granos por la erosión de miles de años, en una batalla perdida con el viento, con la lluvia, con el roce de los animales, con los cambios bruscos de temperatura y es zen...



Las mariposas asesinas que crean el tornado de Arkansas matando a decenas de personas y vacas, enamorando a Dioses lejanos con sus bellas alas, enamorándonos con su vuelo caprichos que termina en su muerte en la mano de un niño que, enamorado de ella, las acaricia y es zen; ese fuego áureo sobre el árbol con sus bellotas y poniendo furioso al pato gruñón de toda la vida es zen; el río de siempre que siempre cambia, nunca es el mismo, rumbo al morir porque siempre esta muriendo es zen es como mi triste y desolado Prometeo en un infierno de un presente continuo; el puente ya verdoso, desgastado y con las señales del tiempo y de la lucha inmensa con unas aguas que se lo quieren llevar, camino obligado entre dos riberas enamoradas y lejanas y es zen;

las flores siguiendo la huella del sol en el cielo, el mismo sol que las agostara con la fuerza de sus rayos, o esas otras engañabobos y soberbias como pozo de tortura y muerte y es zen; las cañas de bambú oscilando graves con la música de otra parte es zen; el banco rojo a la ribera del río, bajo las ramas del olmo, con la huella de decenas de nombres de amantes gravada en la madera y que se besaron sentados, con los recuerdo de tantas amargas despedidas y el llanto gris y desconsolado de las abandonadas, la calidez del tiempo de lectura de un libro de poemas o la trama de un viejo y sucio asesinato por dos personas entadas en el y es zen;

la arena del camino pisoteado aun en las zonas rojas recuerdos de asesinatos violentos y de la ultima violación no castigada y es zen; la respiración leve que se insinúa en el pecho de la abuela cuando añora a su difunto marido al tiempo que acuna a su bella y dulce nieta y busca en su rostro señales del abuelo, la boca besada en noches oscuras, los ojos airados en noches de borrachera, las mejillas de manzana, el pelo que acariciaba ensortijándolo en sus dedos mientras dormía, las orejas grandes que cogia antes de poder dormir frente al disgusto del y eso es zen; el ritmo de pies arrastrados de los dos viejos contándose sus achaques, su impotencia, sus ojos que bailan con las chicas en la primavera y sus recuerdos de otro tiempo que, siempre, era mejor y eso, también es zen;

el borracho de la esquina perdido en los humores del vino de cartón, vino que no conoció uva, soñando en duchas de vino, en sopas de vino, en amores de vino, en vidas de vino gratis y eso, por desgracia, también es zen; el pequeño colibrí besa y liba las flores fecundándolas, no sabiendo que esta haciendo el amor con sus flores, en un equilibrio prodigioso, casi en un éxtasis natural y bello o cuando recula en el aire hacia atrás  para buscar otra flor con las alas casi invisibles en su movimiento y eso es zen;

 y mi pantalla llenándose de palabras vanas y calmas y proféticas y livianas y preguntas y respuestas y música y recuerdos y añoranzas y perdidas y eso, también, como siempre, es zen.

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