La calma es zen.
Tu poesía, Malena, es zen;
Las raíces de los árboles horadando la tierra en busca de
agua y alimento es zen;
las nubes lejanas que se aproximan como un barco a puerto compitiendo
con los rayos del sol que inundan los jardines y los viste de mil colores es
zen;
los gusanos que no se ven, que bucean incansables en la
madre tierra buscando sobrevivir y son, a su vez, la supervivencia de otros
seres y otros vegetales y es zen;
las hojas movidas por la brisa que hace música entre ella y
captan el amor del sol que se les escapa y captan el beso de la humedad del
aires y las gotas de lluvia y es zen;
las rocas sufrientes por la perdida de sus granos por la
erosión de miles de años, en una batalla perdida con el viento, con la lluvia,
con el roce de los animales, con los cambios bruscos de temperatura y es zen...
Las mariposas asesinas que crean el tornado de Arkansas
matando a decenas de personas y vacas, enamorando a Dioses lejanos con sus
bellas alas, enamorándonos con su vuelo caprichos que termina en su muerte en
la mano de un niño que, enamorado de ella, las acaricia y es zen; ese fuego
áureo sobre el árbol con sus bellotas y poniendo furioso al pato gruñón de toda
la vida es zen; el río de siempre que siempre cambia, nunca es el mismo, rumbo
al morir porque siempre esta muriendo es zen es como mi triste y desolado
Prometeo en un infierno de un presente continuo; el puente ya verdoso,
desgastado y con las señales del tiempo y de la lucha inmensa con unas aguas
que se lo quieren llevar, camino obligado entre dos riberas enamoradas y
lejanas y es zen;
las flores siguiendo la huella del sol en el cielo, el mismo
sol que las agostara con la fuerza de sus rayos, o esas otras engañabobos y
soberbias como pozo de tortura y muerte y es zen; las cañas de bambú oscilando
graves con la música de otra parte es zen; el banco rojo a la ribera del río,
bajo las ramas del olmo, con la huella de decenas de nombres de amantes gravada
en la madera y que se besaron sentados, con los recuerdo de tantas amargas
despedidas y el llanto gris y desconsolado de las abandonadas, la calidez del
tiempo de lectura de un libro de poemas o la trama de un viejo y sucio
asesinato por dos personas entadas en el y es zen;
la arena del camino pisoteado aun en las zonas rojas recuerdos
de asesinatos violentos y de la ultima violación no castigada y es zen; la
respiración leve que se insinúa en el pecho de la abuela cuando añora a su
difunto marido al tiempo que acuna a su bella y dulce nieta y busca en su
rostro señales del abuelo, la boca besada en noches oscuras, los ojos airados
en noches de borrachera, las mejillas de manzana, el pelo que acariciaba
ensortijándolo en sus dedos mientras dormía, las orejas grandes que cogia antes
de poder dormir frente al disgusto del y eso es zen; el ritmo de pies
arrastrados de los dos viejos contándose sus achaques, su impotencia, sus ojos
que bailan con las chicas en la primavera y sus recuerdos de otro tiempo que,
siempre, era mejor y eso, también es zen;
el borracho de la esquina perdido en los humores del vino de
cartón, vino que no conoció uva, soñando en duchas de vino, en sopas de vino,
en amores de vino, en vidas de vino gratis y eso, por desgracia, también es
zen; el pequeño colibrí besa y liba las flores fecundándolas, no sabiendo que
esta haciendo el amor con sus flores, en un equilibrio prodigioso, casi en un
éxtasis natural y bello o cuando recula en el aire hacia atrás para buscar otra flor con las alas casi
invisibles en su movimiento y eso es zen;
y mi pantalla llenándose
de palabras vanas y calmas y proféticas y livianas y preguntas y respuestas y música
y recuerdos y añoranzas y perdidas y eso, también, como siempre, es zen.
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