II.- ¿Cómo contar esta anécdota de cocina?
¿Cómo enfocarla?
Para mí fue una historia de amor mal entendido.
Erase una vez un vasito de cristal, el favorito de la reina
del reino de fantasía, que lo solía usar todos lo días para tomar el café de
sobremesa después del postre y del sudoku.
Pues paso que, un día de verano, se recalentó demasiado, se
inflamo ardientemente en el microondas y se enamoro lucidamente de la oronda
jarra de cristal fino y brillante de la cafetera. Todos los días se veían,
incluso había ese intimo contacto de verter el café en el vasito pero, ese día
fue especial, el admiro su feminidad de diosa, su redondez grávida, su tamaño
de matrona.
Se enamoro y la deseo con locura.
Fue tal que cuando lo acercaron para mezclar el café que contenía,
pues estaba demasiado caliente para la augusta reina, se escapo de los dedos
del cocinero y se abalanzo sobre la jarra.
Quedo un poco anonadado cuando se vio flotando en el mar de
café, pero se movió oscilando de un lado a otro y consiguió hundirse y acercarse
al cristal del fondo de su amada. Pero ya se sabe que el cristal enamorado y
ardiente no hace pareja con el cristal fino y brillante y frió; pero nuestro
vasito no lo sabia, solo quería un beso, un simple beso, una caricia, un poco
de mimo…se acerco, beso a la amada y con un clic de amor correspondido o un
clac de odio instantáneo los dos cristales estallaron en miles de pequeños
trocitos que inundaron no solo la cocina sino todo el palacio. Los mayordomos
pasaron años encontrando pequeños trozos de cristal, como abrazados, en todos
los rincones de las habitaciones.
La reina se enfado muchísimo pues apreciaba aquel vasito y
el café así que mandó comprar otra cafetera y otro juego de vasitos de cristal,
todo a cargo del salario del cocinero, claro.
Y colorín colorado vamos a tomar un café bien cargado.
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