Y esta el banco rojo a la ribera del río, bajo las ramas del
sauce llorón, protagonista involuntario de miles historias. Esta enfrente del
puente que une los dos lados del río artificial que corre con un agua marrón y
un poco maloliente, sobre una breve loma a la que se asciende por un camino de
grava rodeado de cesped.
Tiene la huella de decenas de nombres de amantes gravadas en
su madera, unas unidas por un tosco corazón, otras tan solo la unión de dos
nombres, los menos con una frase que intenta ser original. ¡Son tantos
recuerdos!
Hubo jóvenes que se
besaron, por primera vez, sentados en el,
un día de primavera, mientras se miraban a los ojos y deseaban una soledad que
el sitio no podía darles olvidándose de viejas clases y viejos profesores dando
la murga con viejas historias que a nadie interesaban. Hubo, también amargura con
los recuerdos de tantas despedidas y el llanto gris y desconsolado de las
abandonadas en la despedida del macho brutal en busca de nuevas presas, carne
joven. Eran otro tiempo y otras costumbres, otras debilidades.
Hay un viejo que todos los días, en primavera y verano, a
las seis de la tarde, llega con su bolsa de migas de pan, un block viejo y un
bolígrafo bic. Se sienta tras poner un inmaculado pañuelo blanco sobre la
madera y se sienta sobre el, siempre en el lado izquierdo. Acaricia el otro
lado, el hueco vacío, mientras reza una oración por la mujer de su vida que se
fue, que lo abandono, que descansa en una triste tumba al que, el, nunca va.
Prefiere recordarla joven y hermosa en ese banco, dando de comer migas de pan
reseso a las palomas, leyendo unos poemas de Bécquer o Hernández mientras el
acariciaba sus trenzas doradas por el sol del atardecer. Sus nombres también
están allí grabados con una pequeña navaja de Albacete, que aun lleva en su
bolsillo.
Tiene, aun ahora, ya viejo, medio cuarteadas sus maderas,
con el rojo ya desvaído por el paso de las lluvias y el frío invernal, la
calidez del tiempo de lectura de un libro de poemas que se quedo adormecido
como una historia intensa hasta que sus hojas fueron devoradas por el agua de
la lluvia y el viento dispersos sus restos.
O esa trama de un viejo y sucio asesinato conspirado en su
asiento por dos personas desconocidas sentadas
en el, discutiendo el quien, el cuando y el cuanto del trabajo…………… y el banco
es zen.
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