La arena
del camino es pisoteado por una pléyade de personas y animales que van al río
en busca del agua sanadora y fuente de la vida. Es un camino soñado por las
cuerdas de una guitarra allá en mi Sevilla, en la plazoleta de Triana. Es de
arena casi amarilla, casi no levanta polvo. Serpentea como un río de arena por
montes y valles, conectando historias y vidas casi olvidadas, uniendo hogares
llenos de amor u odios. Es un camino de amor cuando se encuentran los
enamorados. Es un camino de dolor cuando es la última despedida camino del
cementerio, en las lomas escondidas. Es un
camino de esperanza cuando es búsqueda y, a veces, encuentro. Es un camino
de castigo, cuando, las zonas rojas, recuerdan
asesinatos violentos y la ultima violación no castigada.
Por allí se
fue…por allí volvió…por allí tarde tras tarde le espero.
Cruza, el
viejo camino, una serpiente verde zigzagueando
furiosa, atacada por el aire por un aguilucho, la lucha es feroz y la huida
salvaje, perdiéndose entre las hierbas de los laterales. Hay, también, huellas de surcos de carretas marcadas en
noches de lluvia, en mañanas del barro que se pega en los zapatos del zagal
camino de la huerta.
Camino
amarillo, lejano, tan próximo que invita a levantarse y huir para siempre, o
aproximarse al banco viejo sobre la loma, o buscar la procedencia de las
campanadas del ángelus, condenado al no descanso y eso… también es zen.
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