Thursday, July 12, 2018

Bitacora de viaje. Vigo 12 de Julio.


Bitácora Vigo 12 julio.



Aires frescos del mar me tiran, me quieren llevar.

Brisas oliendo a salmuera, a atunes, a sardinas,

Por calles estrechas de granito, ya casi negro.

Me crucé con gente vieja, jalonada de recuerdos.

Mujeres de negro, con pañuelos en la cabeza;

Jóvenes y ya son abuelas de todos y todo.

En los balcones colgada ropa como bandera

De un barrio que fue prospero y se esta cayendo,

Vejez inmensa del que olvida que fue, como vivió.

Cuesta abajo sigo, pisando piedras de siglos.

Cuesta abajo como el río a la mar, dicen a morir.



Laberintos de piedra húmeda me apartan,

Me guían en direcciones inconexas y huidizas,

Me atontan en vueltas sin sentido,

Como si quisieran engañarme de nuevo.



De una tasca salen dos hombres agarrados

Perdidos en los vapores del alcohol que mata

Pero tan lento que… ¡en no teniendo prisa….!

Mejor aquí que en el medio del frío océano,

Van dando tumbos cantando una rianxeira

Por los viejos amigos, enterrados en el mar.

La esquina recuerda, también, con agrado

Las borracheras de Cunqueiro y Castroviejo,

Sus queimadas invernales con jóvenes imberbes,

Poetas que se calentaban a sus pies. Digo

Esquinas, los muros están derruidos, abatidos

Como las palabras salvadoras llenas de salitre.



En la piedra la negrura del abismo.

Ya no se ve el mar. Solo se le oye.

Solo se le escucha. Solo se le huele.



Como loco busco una senda perdida que me lleve

Al mar, mi columna asida del tiempo y vida.

Paso escalones gastados en el centro por miles de pisadas,

En miles de días, en cientos de años,

Bajando una senda que más parece del Averno.

Al final no me espera Caronte, no hay moneda de muerto.

Escalón tras escalón, un segundo más de vida, decía

Mi vieja abuela de delantal negro y mirada acuosa de tanto llorar.



En la piedra el muro del abismo.

No dejan ver el mar del que salimos.

Solo lo escucho en mis pesadillas

Y lo huelo a distancia como mis perros.





Tentáculos de bruma gris, casi traslucida,

Me atan a las puertas desportilladas por el tiempo;

Me sujetan, me sostienen, me hacen avanzar

Por el tiempo de las lejanas ballenas,

Casi fosforescentes, me incitan a seguir su camino,

Laten hipnóticas luces violetas en su interior

Con la patina de vejeces mal llevadas.



Recodos negros de olor a letrinas.

De derecha a izquierda en una huida hacia el fondo de la tierra,

Que nos aleja del mar. Se cierran postigos a nuestro paso,

Malditos somos en el sueño eterno, bajo el fondo del mar,

En una isla basáltica de paredes escalonadas.



Vómitos verduzcos en cada esquina.

Los rastros confluyen, cuatro, en un espacio abierto,

Unidad del rectángulo. Al frente una mole de iglesia,

Campanas sucias. A la izquierda una churreria abierta.

Venta de velas y….¡Mas piedras tapando el horizonte, el mar!.



Rastros de cristales entre las rendijas…

Verduscas del empedrado del camino que desciende,

Como esperanza de una naturaleza entre paredes olvidada.

Un peto de ánimas te anima  a vivir y recordar ¡son tantos muertos!

¡Son tantos cuerpos no recuperados del fondo del abismo

Que bailan bruscos y violentos con los caballitos de mar!

Del fondo de la calavera salen pequeños pececitos

Midiendo una inmensidad que se les escapa del centro frío.                  

Un óbolo que no tienes, un segundo que te paras,

Con la boina negra entre tus manos callosas y duras.



Un condón olvidado entre sabandijas.

Verdes hierbas entre soportales.

Y el laberinto de granito y ladrillo

Te vuelve y envuelve y vuelve y retuerce

Una senda que nunca, nunca podrás encontrar.


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