Bitácora de viaje, Vigo 23 julio.
Bueno se va acabando la semanita en Vigo. El resumen es poco, lo
mejor: Mara se porto bien, muy bien. Anécdotas muchas, ya contare, pero nada
que se haya salido de madre como los ríos en sus cauces.
Mi madre dando las quejas de mi padre, de mi hermana, la que
vive con ellos y, en menor medida, de la divorciada y sus dos niñas.
Mi hermana Lua dando las quejas de su madre y mía también,
y sus neuras, y de la divorciada, por supuesto.
Mi madre deseando saber que me dijo Lua.
Yo sin soltar ni pío.
Vigo, una maravilla. El centro un poco mejorado en limpieza
y jardines y ya es otra cosa. Muy bien, se ven remodelaciones de casas viejas,
el tráfico fluido. Lo malo es en los alrededores la falta de un plan de aceras;
es absurdo que vayas andando a Samil y te encuentres sin aceras, ¡hala! A andar
por la carretera con todo el peligro e incomodidad que conlleva. Lo mismo si
vas a La Guía. Lo
dicho un plan estudiado de aceras y en marcha.
Para quien no lo conozca Vigo es un mirador al mar, a su ría
con las tres Islas Cíes en la boca protegiendo todo. En esas islas esta la
playa más idílica y perfecta del mundo, no lo digo yo, lo dicen los
clasificadores de playas. (No se quienes son pero así lo han hecho).
Y Vigo es el Pazo de Cástrelos con museo incluido (Todo Pazo
que se precie además de palacio tiene que tener capilla, palomar y laberinto).
La parte dedicada a lapidas celtas es única en el mundo. Merece la pena pasear
por los jardines o, en la noche, asistir a algún espectáculo en el teatro al
aire libre que tiene.
Y Vigo es, sobre todo, El Castro. Levantándose del mar se
yergue sobre la tierra hasta llegar a su castillo. No hay mirador más bello ni
más perfecto. La historia de un antiguo poblado celta le da el nombre y la
magia que destila por sus paseos y cuestas.
Y Vigo es La Piedra con sus ostras y, antes, su contrabando
de cafés, cigarros y demás.
Vale la pena perder un par de días por allí, os lo recomiendo.
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