Bitácora
Vigo 27 de Julio.
Ayer fuimos a
pasear por el viejo barrio de Bouzas, barrio pequeño y pesquero, de solera,
justo al lado de la antigua playa y puerto de pescadores.
Siempre
hubo gran veneración al Cristo de Bouzas por parte de la población. Invocado en
las galernas, rogado en las largas ausencias, prometido ante las
incertidumbres, rezado siempre. Su procesión era multitudinaria, portado por
los hombres de mar que se peleaban por llevarlo.
Paseando
llegamos a la iglesia, aun tiene restos románicos; pocos ya.
Y, a pesar
de ser finales de julio, empezó a llover, como no. ¡Que raro que llueva en Vigo! Y nosotros sin
paraguas. Pues a caminar bajo la lluvia que hasta se agradecía un poco. Lo malo
fue el calzado. Pronto las sandalias empapadas y el pie queriéndose salirse de
las mismas. Eso era lo peor y no había solución pero si, entrar a un café y
esperar que parase. Malo seria en pleno verano que durase demasiado. Pero pasó
una hora y todo seguía igual, nosotros tiritando de frío, una gran molestia en
los pies (mucho más fríos) y la lluvia en el exterior. De un café a otro y tiro
porque me toca. Pero al cuarto ya era demasiado.
Decisión,
nombre de mujer ¿Por qué será?
Salir a la
lluvia y volver a casa o seguir con el quinto café (por cierto y como no digo
el nombre de la cafetería no pasa nada, lo hacían malísimo y el bizcocho una
pena, ni a propósito se hace un café mas malo, estarían ensayando para el
campeonato mundial de pócimas cafeteriles).
Cuando nos
decidimos por salir: ¡cualquier cosa antes que otro café! Me llamó mi cuñado
diciendo que si queríamos iba a buscarnos. Le dije que si, que viniera, que era
capaz hasta de invitarle a otro café, y un coñac si se terciaba.
Vino, nos
llevo, nos cambiamos de ropa y CALZADO, y, claro, ya así, la lluvia ceso tan pronto
como llegamos a casa. No nos atrevimos a salir de nuevo.
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