Tuesday, August 22, 2017

Problemas en la playa, capitulo 7 y 7.1.


VII.- Y los niños detrás en los Viajes, viajes….

Las vacaciones se van acabando, ya quedan pocos días para el regreso y la vuelta a la rutina, a la depresión post vacacional,  las broncas, la cuesta de septiembre con la ropa y los libros de los niños. Todo lo bueno se acaba pronto y no vale aquello de lo bueno, si breve, dos veces bueno. ¡Pues no!

Y con esos días se acaba la odisea de la arena por todos lados, las comidas de verano a cual peor, el apartamento y sus problemas, las conversaciones sobre el tiempo o recordar los embarazos y sus complicaciones, las averías del coche que, normalmente, no se producen en el regreso….todo se acaba pero, claro, aun no hemos hablado de esa extraña transformación, del tipo de Hyde/Jeckyll, que se produce en nuestros angelitos cuando los metemos en el coche rumbo a lo que sea. Les ponemos el cinturón de seguridad y, ¡Zas! Se cambian a unos monstruos sanguinarios capaces de alterar nuestros pobres nervios, sacarnos de nuestras casillas y provocar los más terribles pensamientos de muerte y destrucción, creando el famoso síndrome de Herodes…

1.- Animado metes a la familia en el coche, los chicos detrás, el seguro anti niños en las puertas (de forma que no se puedan abrir desde dentro), todos con los cinturones puestos y alegres, casi cantando, arrancas. El viaje tanto da que sea un compromiso veraniego, de esos gozosos, pues visitar a tus padres no lo puedes hacer todos los días; o la huida de la ciudad, rumbo a las promesas de playa y agua y arenas rubias….; o rumbo a un fin de semana para descansar que buena falta te hace. El destino final no está demasiado lejos, pero tampoco cerca. Es esa distancia problemática  que se hace entre  dos hora y media y cuatro y que se hace eterna al pensarla y corta en la realidad, solo es un paseo un poco más largo de la habitual.

Metes las llaves en su sitio, te pones los guantes de conducir, te santiguas y cuando vas a arrancar, un simple giro de muñeca  en el sentido de las agujas del reloj, tu niña bonita, muy niña, Mara, grita que tiene “pis”, que tiene que ir por última vez al servicio, que se mea….tú te quedas petrificado como una estatua de mármol mientras la mujer, la madre, se quita el cinturón, abre la puerta, sale, abre la puerta de la cría, le quita el cinturón de seguridad y se la lleva de vuelta al piso.

Cuando vuelven tu están aun en la misma posición, entre incrédulo y atónito. Entre asombrado y cabreado. Miras al chico y este te devuelve la mirada con una leve sonrisa como diciendo “Ya me tocara a mí, ya me tocara y tu sufrirás”. Miras a la niña ya feliz y contenta, tarareando por lo bajini.

Arrancas. El sonido del motor te encanta, una mezcla de ronroneo de gato y la potencia de una manada de caballos salvajes corriendo libres por las praderas pero, ya lo sabes, hay experiencias pasadas, llevas un freno de mano en forma de mujer sentada a tu lado que no te dejara pasar de los cien kilómetros por hora: el peligro está en lo que no se sabe a lo que llegaría a suceder si no haces caso y, aun mas, con los críos en los asientos traseros. La responsabilidad del padre y todas esas cosas….

-Papi, ¿cortaste el gas como te dijo mami? A mí me parece que no.- La voz del angelito rubio que te está mirando con cariño al tiempo que sonríe aviesamente te deja petrificado en el asiento. Trates de acordarte si lo hiciste o no, el corazón te resuena como un tambor por todo el cuerpo ascendiendo hasta las sienes. Tienes dudas y sudor frio que te recorre como una ola de agua fría. La mujer y copiloto, tu mujer, te mira como siempre; sonríe y saliendo te dice que va a comprobarlo. Como siempre está cerrado el gas, apagadas las luces, bien cerradas ventanas y balcones.

El coche se mueve con suavidad, te separas del arcén y entras en la carretera. Primer semáforo en rojo, como siempre. Paras. Esperas. Te sobresalta el crio, Javi, con su primer: “¿Cuánto falta?”.

Frunces el ceño, esperas que conteste tu mujer que sonríe sabiendo la que nos espera: “Acabamos de salir y sabes que nos llevara sobre dos horas y media y que pararemos por el camino tranquilamente así que juega un poco o trata de dormir”- le dice mirando mas en mi dirección que al niño.

Se pone en verde, me meto en la nacional que me llevara  la autopista. No hay mucho tráfico, es temprano, y es el tiempo ideal para conducir. No hace frio, no hace demasiado sol, no hay lluvia o viento, mucho menos la niebla que es temible por estas zonas costeras. Pocos coches circulan, en general parecen calcos del nuestro.

Avanzamos despacio, cojo el desvió a la derecha hacia la autopista y ya voy poniendo el coche a esos ciento diez permitidos, bueno, que me permiten, no puedo pasar de los ciento veinte pero, con niños, ya se sabe, con freno de mano al lado, ya se sabe….lo que no sabe la del al lado es que desde su punto de observación constante su visión de los cien permitidos es, en realidad, de ciento diez pasados….¡que no se entere de esa diferencia!.

Todo se acelera, los arboles, los arcenes, los puentes, los pasos elevados de peatones. Parece que el tiempo, en cambio, se detiene, pasa lentamente al compas triste del sonido del reloj electrónico del coche.

“¿Cuándo paramos?”-es la voz de Mara medio adormilada. No quiere dormirse (antes de salir les hemos dado una pastilla anti mareo a los dos y eso la adormece un tanto), lucha por estar ojo avizor y sacarme de los nervios.

“Pronto”-contesta la madre ya nerviosa por la velocidad y el miedo que le ha cogido al coche al tiempo que estira las piernas como tratando de frenar el coche como si tuviera en su lugar algo que pudiera reducir la velocidades. Es el famoso síndrome del freno fantasma. Mira hacia el frente como si tuviera el volante entre las manos, avisa de cualquier cosa que ve o que teme a pesar de que yo veo mejor y tengo mejor ángulo de visión. Ya me avisa de antemano: “No corras, no tenemos prisa y están los críos, despacio y recuerda las multas y que sacan muchos puntos, así que despacio” “Cuidado con la curva” “Viene un camión, ten cuidado” “Señal de máximo 120 kilómetros por hora” “No corras tanto que me da miedo” “Aviso de curvas peligrosas” “Reduce un poco, por favor”

De nada valdría que le dijera que aun no me han sacado ningún punto, que la ultima multa fue de hace cinco años y no estaba de acuerdo con ella…todo es y será inútil ante el miedo irracional y me callo y despacio, como una tortuga coja y vieja y aburrida,  avanzamos por la carretera.

No comments: