Cementerio
Protestante en Huelva.
A
la sombra del gran pino
reposan los recuerdos,
lejanas vidas, lejanos ecos
de una existencia, desarrollo
florecido de inquietudes;
las huellas se han ido
borradas por las lluvias,
desleídas por el tiempo.
Un aura translucida
flota en la atmosfera,
leve vibración de un ser
que no añora lo que perdió.
Viejos tiempos, largos años,
pasaron de abuelos a padres,
pasaron de hijos a nietos,
terminando en una tumba
olvidada, un metro de tierra,
apenas una losa borrada,
cuatro piedras caídas,
una puerta que no cierra,
y un olvido que no cesa.
Olvido que es paz,
paz y negación.
Negación contra la vida,
vida que se perpetúa....
en una alfombra de hierba
llena de flores, allá,
por la primavera.
Paré un día,
me acerque con pasos quedos,
el ánimo encogido,
por el sendero rojo de barro,
bordeando viejas minas.
Me senté en una piedra.
Pasaron las horas,
las nubes lentas;
un rayo de sol se colaba
alumbrando la puerta.
Atardecía.
La paz se adueñaba
en silencio, la luna
nos visitaba. Mi alma
leía viejas lapidas.
Anochecía.
Ilustres: lejos de vuestras tierra
por los tesoros de esta morís,
manos andaluzas os enterraron
lejos de los suyos, en este
cementerio protestante
entre Alosno y Tharsi, a la orilla
de una extraña ruta,
tan extraña como la vida.
reposan los recuerdos,
lejanas vidas, lejanos ecos
de una existencia, desarrollo
florecido de inquietudes;
las huellas se han ido
borradas por las lluvias,
desleídas por el tiempo.
Un aura translucida
flota en la atmosfera,
leve vibración de un ser
que no añora lo que perdió.
Viejos tiempos, largos años,
pasaron de abuelos a padres,
pasaron de hijos a nietos,
terminando en una tumba
olvidada, un metro de tierra,
apenas una losa borrada,
cuatro piedras caídas,
una puerta que no cierra,
y un olvido que no cesa.
Olvido que es paz,
paz y negación.
Negación contra la vida,
vida que se perpetúa....
en una alfombra de hierba
llena de flores, allá,
por la primavera.
Paré un día,
me acerque con pasos quedos,
el ánimo encogido,
por el sendero rojo de barro,
bordeando viejas minas.
Me senté en una piedra.
Pasaron las horas,
las nubes lentas;
un rayo de sol se colaba
alumbrando la puerta.
Atardecía.
La paz se adueñaba
en silencio, la luna
nos visitaba. Mi alma
leía viejas lapidas.
Anochecía.
Ilustres: lejos de vuestras tierra
por los tesoros de esta morís,
manos andaluzas os enterraron
lejos de los suyos, en este
cementerio protestante
entre Alosno y Tharsi, a la orilla
de una extraña ruta,
tan extraña como la vida.
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