Friday, October 31, 2014

Mara, catorce años.


Mara, catorce años.

Vino de sus vacaciones de Fuengirola preciosa. Estos últimos diez días de sol y playa sin ninguna molestia le han sentado de forma magnífica. Se le aclaro el pelo dejándoselo brillante y con tonalidades rubias; los ojos se le han terminado de pasar a un verde esmeralda llenos de moteados  amarillos luminosos como pequeñas estrellas en la noche; la piel morena con el color de un dorado celestial, del color de las diosas griegas. Llego preciosa. Los pocos grano del su acné juvenil, desaparecidos por arte de magia; ni potingues ni nada, solo agua, el mediterráneo y  mucho sol y pocas golosinas obraron un milagro. Eso y la impaciencia de su madre por verla, la añoranza que nos hace ver a nuestros hijos de una forma un tanto especial con las ausencias por medio.

Preciosa, bella y contenta. Nada de dolores, nada de problemas. Diez días de playa, todos los días nadando, mucho pescadito y música por el atardecer con un helado en la mano y buena gente en su entorno. Menos mal. Me parece que ha debido perder un par de kilos, lo que le sienta a su figura de maravilla.

Y llego su cumpleaños, catorce años. Catorce soles. Parece mentira cómo pasa el tiempo; no pasa, vuela. Le regalamos algo que ella nos llevaba pidiendo mucho tiempo y que a mí personalmente me parece una horterada: un colgante de oro con su foto grabada (lo tiene una de sus amigas y lo considera una pasada). Por otro lado, Ed, como siempre dando la nota, una sorpresa incluso para mi, pues le regalo adicionalmente una tarjeta de berska con 60 euros para que se comprase lo “que quisiera”. Y ese fue el inicio del pequeño desastre con el que hemos terminado riéndonos como locas.

Mara, rápida como la centella, llamo a sus amigas y se fueron, las tres de siempre, a gastarse pues la tarjeta de regalo. No compro nada, me pidió que, porfa,  por la tarde fuera con ella de compras que no había visto nada especial.

 Bueno, después de comer, comida especial, de lo que le gusta a ella: una buena ensalada con mucho pepino, langostinos gordos, ostras, hamburguesas caseras, las mías y tarta de chocolate con las velas de rigor, allá nos fuimos. Por el camino me entero de la mañana, discusiones varias y cada una por su lado al no ponerse de acuerdo que debía de comprar Mara, el look adecuado y la ropa adecuada; enfadadas y cabreadas unas con otras por una niñería. Ya se arreglaran, al final siempre se reconcilian como buenas hermanas.

Conmigo paso lo mismo, salimos cada una por su lado, me negué a que se comprara minifaldas que para verano está bien pero para este tiempo ya no, y ella exigiendo mi conformidad a las cosas que me presentaba y enfadándose  cuando le decía que no me gustaban…al final ella por un lodo, me dejo plantada con un vaquero rojo en la mano; en fin, nada de nada, las tarjetas intacta y Mara re-enfadada.

¿Quién se llevo la gran bronca?: su padre, un poco más tarde en casa, por el regalo, que solo ha dado problemas, nada más que problemas.

Se metió en su habitación con lo de nadie me entiende, soy una incomprendida y la gente me odia y no sé porque….ahora estamos riéndonos de las tonterías del día. Yo diciéndole que no puede querer la aquiescencia total de la gente, que cada uno tiene sus ideas y sus gustos y que, ella, o se compra lo que quiera o se pone de acuerdo.

La cena ha pasado tranquila y mañana ira de nuevo, espero que saldrá bien la cosa, con sus amigas a las compra.

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