Mara y su
estética.
De un tiempo
a esta parte, como el 90% de los adolescentes, Mara no está contenta o conforme con su cuerpo, todo le parece feo o
sucio o sin formas. Sus pechos planos, su vientre flácido y fofo, sus tobillos
demasiado grandes, el pelo áspero y sin brillo, su voz de pito, sus muslos muy
gruesos. Nada de sí misma le gusta y reacciona preguntando una y otra vez
nuestro parecer sobre su aspecto salvo a su hermano, por supuesto.
Como no está
contenta ya empieza a pensar en cambiarlo con milagros de cremas, champús y
operaciones futuras; piensa en clínicas de estética y peluquerías milagrosas
que la dejen como nueva, mejor dicho, que la dejen como a ella le gustaría
verse. Lo malo, entre nosotras, es que no sabe cómo le gustaría de verdad verse.
Le decimos
que lo deje como esta, que la naturaleza hará lo que deba hacer y que ira echando
formas de mujer poco a poco, que todas hemos
pasado por el cambio de voz, que todas hemos sufrido con las hormona locas y
los granos de acné en la cara. Que los pechos crecen y las caderas se
redondean. Que, en suma, una se hace mujer poco a poco. Que deje al tiempo, que
aun es muy niña.
Pero, el
pasado domingo, por la mañana, después del desayuno, me exigió un pequeño retoque a lo que me negué,
le dije que con trece años, no. Mas adelante ya lo haríamos ya le enseñaría
hacerlo bien. Se fue enfurruñada y enfadada. Se metió en su habitación y solo
salió, después de mucho insistir, para comer y eso, solo cuando la amenace con la
paga o el MP4.
Se fue, poco
después de comer, a la ducha, (¡que olía mal!, dijo) se hecho más de una
hora con el agua caliente, haciendo no sé el que. Sé que el pelo se lo pasa una
y otra vez con el champú, después el acondicionador y termina con una
mascarilla par dar brillo. Termina con toda mi provisión de mejunjes para la
ducha, los míos. Horas encerrada en el cuarto de baño mientras su hermano se
las pasa canutas para mear y perdón por la expresión, pero es la realidad.
El, lunes, le costó ir a clase, le costó levantarse, la
tuve que llamar yo por dos veces una vez que oí el despertador sonar sin
desmayo, pero su constancia de no
hacerle caso fue superior, gano al despertador pero conmigo no pudo. Al cole
medio dormida, medio desayunada y sin
ganas.
Por la
tarde, al llegar, la noté rara. Era cierto el cansancio en el rostro, en las
ojeras, en su forma de moverse. Estaba cansada, normal, ya era un poco tarde.
Pero algo mas tenia, no sabía bien el que. Ella se estaba poniendo nerviosa ante mi
inspección sin palabras, sin preguntas. Yo solo la miraba, mis ojos iban una y otra
vez a ella. Algo se me escapaba y la volvía a mirar y remirar. Me estaba
poniendo nerviosa y un poco histérica.
Una luz se encendió
en mi cerebro cuando lo comprendí, un segundo fugaz, cuando me fije en sus
cejas como la forma de una hoja de sierra para madera. Le faltaban pelos y no
estaban uniformes. ¡Eso era! Como dientes de sierra y, además, desiguales; una más
alta que la otra y, encima de distinto grosor. Un desastre, una pena.
La ducha…el
tiempo de la ducha…mi negación a depilarle las cejas hasta más adelante. ¡Qué desastre se había hecho! ¡Que tortura
debió de ser para ella la operación y mucho peor el resultado!
Le reñí, una
vez más. Me tiene amargada por las ansias tan grandes de crecer, de hacerse
mayor de lo que es. Ya le tengo dicho que me espere, en cada momento la
ayudare, le enseñare lo que hay que enseñar pero no antes y, tampoco, demasiado
tarde. Ese lunes ya fue tarde, operación de renuevo.
Le reñí, un día
más, otra vez, pero siento que fue culpa mía. La madre a la hija/niña, que
quiere ser mujer, que quiere acomodar su físico a las pautas de la época. El
domingo no la entendí, el lunes me tiré de los pelos.
Aquí
estamos, en un descanso, le estoy igualando las cejas a base de disminuir aun
mas su grosor, le estoy quitando los dientes de sierra y perfilándoselas lo
mejor posible después de la escabechina. Un poco de color después y quedara de
cine pero, la próxima vez, tendré que seguir su juego, no negarme, y lo siento,
me gustaría que siguiera siendo mi niñita.
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