Monday, April 28, 2014

Mara y su estética.


Mara y su estética.

De un tiempo a esta parte, como el 90% de los adolescentes, Mara no está contenta  o conforme con su cuerpo, todo le parece feo o sucio o sin formas. Sus pechos planos, su vientre flácido y fofo, sus tobillos demasiado grandes, el pelo áspero y sin brillo, su voz de pito, sus muslos muy gruesos. Nada de sí misma le gusta y reacciona preguntando una y otra vez nuestro parecer sobre su aspecto salvo a su hermano, por supuesto.

Como no está contenta ya empieza a pensar en cambiarlo con milagros de cremas, champús y operaciones futuras; piensa en clínicas de estética y peluquerías milagrosas que la dejen como nueva, mejor dicho, que la dejen como a ella le gustaría verse. Lo malo, entre nosotras, es que no sabe cómo le gustaría de verdad verse.

Le decimos que lo deje como esta, que la naturaleza hará lo que deba hacer y que ira echando formas de mujer poco  a poco, que todas hemos pasado por el cambio de voz, que todas hemos sufrido con las hormona locas y los granos de acné en la cara. Que los pechos crecen y las caderas se redondean. Que, en suma, una se hace mujer poco a poco. Que deje al tiempo, que aun es muy niña.

Pero, el pasado domingo, por la mañana, después del desayuno,  me exigió un pequeño retoque a lo que me negué, le dije que con trece años, no. Mas adelante ya lo haríamos ya le enseñaría hacerlo bien. Se fue enfurruñada y enfadada. Se metió en su habitación y solo salió, después de mucho insistir, para comer y eso, solo cuando la amenace con la paga o el MP4.

Se fue, poco después de comer,  a la ducha,  (¡que olía mal!, dijo) se hecho más de una hora con el agua caliente, haciendo no sé el que. Sé que el pelo se lo pasa una y otra vez con el champú, después el acondicionador y termina con una mascarilla par dar brillo. Termina con toda mi provisión de mejunjes para la ducha, los míos. Horas encerrada en el cuarto de baño mientras su hermano se las pasa canutas para mear y perdón por la expresión, pero es la realidad.

El, lunes,  le costó ir a clase, le costó levantarse, la tuve que llamar yo por dos veces una vez que oí el despertador sonar sin desmayo,  pero su constancia de no hacerle caso fue superior, gano al despertador pero conmigo no pudo. Al cole medio dormida, medio desayunada  y sin ganas.

Por la tarde, al llegar, la noté rara. Era cierto el cansancio en el rostro, en las ojeras, en su forma de moverse. Estaba cansada, normal, ya era un poco tarde. Pero algo mas tenia, no sabía bien el  que. Ella se estaba poniendo nerviosa ante mi inspección sin palabras, sin preguntas.  Yo solo la miraba, mis ojos iban una y otra vez a ella. Algo se me escapaba y la volvía a mirar y remirar. Me estaba poniendo nerviosa y un poco histérica.

Una luz se encendió en mi cerebro cuando lo comprendí, un segundo fugaz, cuando me fije en sus cejas como la forma de una hoja de sierra para madera. Le faltaban pelos y no estaban uniformes. ¡Eso era! Como dientes de sierra y, además, desiguales; una más alta que la otra y, encima de distinto grosor. Un desastre, una pena.

La ducha…el tiempo de la ducha…mi negación a depilarle las cejas hasta más  adelante. ¡Qué desastre se había hecho! ¡Que tortura debió de ser para ella la operación y mucho peor el resultado!

Le reñí, una vez más. Me tiene amargada por las ansias tan grandes de crecer, de hacerse mayor de lo que es. Ya le tengo dicho que me espere, en cada momento la ayudare, le enseñare lo que hay que enseñar pero no antes y, tampoco, demasiado tarde. Ese lunes ya fue tarde, operación de renuevo.

Le reñí, un día más, otra vez, pero siento que fue culpa mía. La madre a la hija/niña, que quiere ser mujer, que quiere acomodar su físico a las pautas de la época. El domingo no la entendí, el lunes   me tiré de los pelos.

Aquí estamos, en un descanso, le estoy igualando las cejas a base de disminuir aun mas su grosor, le estoy quitando los dientes de sierra y perfilándoselas lo mejor posible después de la escabechina. Un poco de color después y quedara de cine pero, la próxima vez, tendré que seguir su juego, no negarme, y lo siento, me gustaría que siguiera siendo mi niñita.

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