(Inspirada por Olvido, Musa, gracias, espero que te guste).
Me levante del sofá para prepararme un café con leche, como
los días después de comer. En la tele, con un cierto sobresalto, veo una figura
cadavérica que, señalándome con el dedo, me dice que no me vaya, que la
tragedia puede empezar.
Ridículo, me dije a mi mismo, no saben que inventar en la
tele para tenerte atrapado, y avance por el pasillo, dirección cocina. Por las
paredes, a mi paso, unas arañas peludas y patudas, salidas de Dios sabe donde,
me miraban con cierta sorna, con avisos de tragedia.
Chirrió la ventana al pasar enfrente de ella.
Una serpiente zigzagueo delante de mí sobrecogiéndome.
Pero, ¿Qué pasa? -Me pregunte con un cierto pavor que iba invadiendo
mi corazón ya de por si un tanto tembloroso.
Las luces del techo empezaron a titilar.
A mi mente, o fue un eco del viento que se coló
distraídamente, vinieron aquellos famosos versos de “El caballero de Olmedo”: Que de noche
le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo.
La luz se fue y volvió en unos segundos.
La puerta de la calle empezó a golpearse rítmicamente, como queriendo evitar mi paso.
O, algo peor que quería entrar.
Nubes negras decoloraban los techos conforme avanzaba.
Entre en la cocina, todo estaba normal. ¡Gracias a Dios!
Me reí de mis suspicacias y de mis terrores ante el blanco
inmaculado de los azulejos y de los muebles de la misma. La blancura de la
nevera y la lavadora me devolvieron la cordura pues mi corazón estaba ya par
romperse de miedo.
No eres un niño, ¡vamos ya!- me volví a decir, como para
tranquilizarme, sabiendo que jamás estaría tranquilo antes de volver al salón
con mi café.
Me lo puse de la cafetera y lo metí en el microondas. No lo
hubiera hecho. Miles de rayos aparecieron en su interior, temblaba, rugía,
escupía fuego….El clic del temporizador sonó, asustándome de nuevo, como una
campana del cementerio llamando a los muertos.
Quise coger el vaso y me queme los dedos de la mano,
ampollas salieron rápidamente con un aspecto verdoso y putrefacto que no me
gusto nada.
Recordé el aviso de la tele. Recordé las voces del pasillo.
¡Que tragedia! Si siempre me quemo las manos- dije en voz
alta para nadie en concreto, tratando de reírme sin conseguirlo.
Decidí devolver el café caliente a la jarra y ponerme uno en
condiciones, no tan caliente, pero en ese momento la jarra voló por los aires yéndose
a estrellarse contra el suelo, no me dio en la cabeza por un centímetro. Al
tiempo, una garra ectoplasmica, fría, dura y con el toque de la desesperación me
agarro la mano buena y, apretando hasta hacerme daño, me hizo soltar el vaso que también cayo con un
gran estrépito al suelo.
Los ruidos se sucedían mientras los cristales rotos reptaban
y se me clavaban en las manos y los pies.
El café humeante, se retorcía como un gusano cadavérico, se
unía y avanzaba sobre mi como un gusano
negro….los cristales vibraron y saltaron hacia mis ojos…despavorido huí de la
cocina y me refugie en el salón donde, en la tele, ponían la película “Polstergeist”.
Cómodamente sentado y sin café contemple la película preguntándome
quien limpiaría el desaguisado de la cocina o si desaparecerían como los
ectoplasmas o si no debería llamar para hacer un exorcismo.
No comments:
Post a Comment