Regalos de Papa
Noel.
Lo más
difícil es decidir que regalar para poner bajo el árbol de Navidad; solo un
detallito para la gente mayor, poco dinero pero algo que sea original, que sea
útil. Es decir, lo de siempre, las tres B: bueno, bonito y barato, es decir, casi
imposible.
Este año
pues ya teníamos los calendarios de siempre, con la Virgen de la Milagrosa, uno
por casa.
Buscando y
buscando, devanándonos los sesos (lo reconozco, mas de una discusión matrimonial
ha habido por culpo de esto regalitos y neuras incluidas) encontramos algo para
los hombres: un kit para reparación de gafas (perfecto, útil y simpatiquísimo detalle).
Uno, el de mi cuñado, por el uso normal de gafas, y para los otros dos por las
gafas de leer, pues ya se sabe que la edad aprieta.
Para las mujeres
también lo teniamos decidido, unos minutero digitales con imán para la nevera. Además,
para la abuelita pues una calculadora de pegar y además solar. Perfecto, lo más
difícil ya estaba ahora quedaba pues lo fácil, la compra, ¡je…je…je…JE, JE, JE!
El destino es cruel como en las tragedias griegas.
Llegamos a
la tienda “XXXXXX” y directamente nos fuimos los dos, ambos, los dos al
unisonó, ¡ojo al parche!, casi de la mano al estante. No están los kits.
Buscamos y rebuscamos y nada. Imposible que vendieran todos de golpe, era algo
absurdo, impensable. Revisamos de forma inútil, ya puestos, toda la tienda.
Nada de nada.
Terminamos
preguntando al dependiente de la caja. Este puso, inicialmente, cara de tonto ante nuestra demanda y
explicación consiguiente; la cara de sorpresa e incredulidad paso a otra, la de
que nosotros estábamos chiflados. No sabía nada de este producto, no existía y
nunca existió en ese comercio quizás en otro llego a aventurar. Insistimos sin
remedio ni razón, hasta nos enojamos…un poquito. Preguntamos a una chica que
estaba por allí reponiendo cosas y atendiendo a la gente y lo mismo, no sabía nada
de esos kits, no los recordaba e, incluso, al final, se dirigió a preguntar al
chico del mostrador por lo que le dijimos que lo dejase que ya habíamos hablado
con el…con el mismo resultado.
La cara que pusimos
al salir era de estupefacción, seniles estábamos, y alucinados. Vimos, eso sí,
los minuteros digitales, no estábamos locos, sabíamos lo que queríamos pero no
donde estaba lo que deseábamos.
Nos miramos
a los ojos y en marcha, a la otra tienda de la misma franquicia, por si las
moscas. Íbamos no con mucha esperanza, de verdad. En esta ultima ya ni
preguntamos, miramos, remiramos, nos fuimos, había que hacer la compra del día
y la comida.
Mientras
volvíamos yo seguía pensando. Alguien diría que era imposible…estábamos dudando
ya de nuestra propia cordura; pero, incluso, yo visualizaba en mi mano la caja
de papel marrón, el trocito de plástico transparente donde se veía en el
interior el mini destornillador, los tornillitos, etc.; el cartelito blanco que
ponía el nombre del producto y su composición, etc…como se lo enseñaba a mi
mujer…me acorde, me vino como un flash, que antes de verlos había cogido en mis manos pequeños
unos binoculares de papel cartón….mi mujer me empezó a decir las tienda que habíamos
visitado en el recorrido ese día…el
binocular nos dio la pista final, leve, lejana, increíble.
Después de comer
fuimos y cumplir con el ritual del sudoku y el cafecito, a “YYYY” y… ¡allí estaban! El mismo precio (3
euros la unidad) , el mismo color, todo idéntico. Sonreímos al pensar en nuestro
error. Lo malo y extraño es que ha sido no un error de uno, mío como es habitual,
de siempre, sino de los dos. Un poco absurdo. Los compramos, tres eran tres la
hijas de Elena….
Por el
camino, seguimos el ritual del día de la búsqueda pues a comprar lo que nos
faltaba ante la mirada estupefacta del dependiente al vernos entrar de nuevo
pero con paquetito en la mano, al que echaba miradas de soslayo. Le pedimos los minuteros, tres también, tres
tristes minuteros, pagamos (10,50 euros)
y medio riéndonos de nosotros mismos salimos de la tienda. El dependiente la
verdad más que discreto y educado, no se por dentro por dónde irían sus ideas
sobre nosotros.
Otro trabajo
cumplido…
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