Mara y su encuentro.
Se quedo quieta, inmóvil, de pronto, con los ojos más
grandes que nunca, con la sonrisa más increíble y un leve toque de temor. Verla
así hizo que me doliera el corazón de amor por ella.
La mariposa grande, de bellos colores en sus alas y hermosos
ocelos grises se posó en su hombro derecho. Allí se quedo, como de visita a una
amiga.
Mara me miró sorprendida y orgullosa al tiempo. Un éxito,
una amor a primer vista.
“Me hace cosquillas”-dijo con voz queda no queriendo
ahuyentarla. Le hubiera gustado poder quedarse con ella por toda la vida.
No tuve tiempo de prepararme y hacer una foto; antes de todo
eso la mariposa desplegó sus alas y marchó volando.
Mara la siguió con la mirada, llamándola en silencio, en ese
tiempo mágico del encuentro de una niña y el milagro de la naturaleza.
Dos bellezas, unos segundos de empatía, magia. Y la suplica
de Mara para que volviera mientras la bella mariposa jugaba, ahora, con otra
flor.
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