La trampa escolar y Mara.
Mara lleva varios días alegre ante la perspectiva del examen
de lengua. Su estado de animo me sorprende y asusta aun tiempo, normalmente
esta nerviosa y de mal humor pero no en esta ocasión. Me sonríe y estudia un
cuestionario de dos páginas, aproximadamente veinte preguntas. Estudia y
estudia, se auto pregunta y se responde en voz baja, casi un susurro. Yo no
digo nada, la miro, me sonrío y pienso… ¡que palo se va a llevar!
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Volvió de la escuela con el ceño fruncido, la voz ronca y
una mala leche que daba hasta miedo. Saludó, de malas formas, y se metió en su
habitación. Sabiendo que era el día del examen de lengua no dije nada, no
pregunte. Todo a su tiempo y ese tiempo seria durante la cena, con el padre
delante, con lo que se controlaría un poco y no me las haría pagar a mí como
siempre.
En la cena, prepare uno de sus platos especiales: perritos
calientes al estilo alemán, con unas salchichas especiales alemanas grandes y
sabrosas. Nos sentamos y, al tiempo que ella prepara su perrito con tomate,
mostaza, queso, etc. suelto la pregunta de cómo había salido el examen de
Lengua, así como si nada, como si fuese un aleteo de un ángel perdido por una
cocina también pérdida. Le cambió la cara en un segundo, me miró con unos ojos
que daban miedo…en ese momento intervino el padre, el pobre siempre despistado
y en las nubes, para contar el ultimo chiste de la oficina, muy malo por
cierto.
Mara quiso escabullirse de la pregunta pero, después de reírme
del mal chiste, le volví a insistir.
Ella llevaba ya dos buenos bocados del primer perrito y casi se atraganta. Note
como se resignaba y largo, bien que largo:
“No es justo, la profesora de lengua no es justa y se lo
hice saber. Nos dijo que el examen era hoy, nos dio un cuestionario, tipo test,
y nos dijo, delante de toda la clase, nos dijo que pondría el examen de esas
preguntas, solo de esas preguntas. Eran 22 preguntas. Así que nos reunimos
todos, las contestamos y las estudiamos. Yo las estudie, me las se todas pero…hoy
llego la “culogordo” y esa nazi nos dijo que aplazaba el examen para el próximo
lunes y que entraba las lecciones 19, 20, 21 y 22 completas. Es todo lo que
hemos dado en el trimestre y nos hace un examen de todo. ¡Todo!.
Yo me levante y le dije cuatro cosas…que si era una mentirosa,
que no tenía palabra, que esas cosas no se hacían y que si mis compañeros me secundaban
nos negaríamos a hacer el examen. Y me senté muy seria, haciendo ruido.
Pero nadie me apoyo. La “culogordo” me dijo, dirigiéndose
solo a mí, que entendía como me sentía
pero mantenía el examen y que el que no lo quisiera hacer pues que se atuviera
a las consecuencias. Que la clase no la marcaba una alumna que solo había
aprobado un control en todo el curso y que llevaba tres partes de disciplina.
Que el cuestionario era lo más importante que iba a entrar en el examen y que
si lo sabía pues estaba muy bien, pero que, de todas formas, lo tendría que
haber estudiado antes.
Y yo me sentí mal, muy mal. Es injusto”
Yo aguante estupefacta de la larga perorata, viendo como
entre frase y frase se zampaba el perrito y liquidaba el segundo en un plis-plas,
como el padre le acariciaba el brazo y ponía cara de entenderla asintiendo con
la cabeza.
Aguante hasta que termino, cuando ya no podía más:
“Todo eso esta muy bien, Mara, pero de todo lo que has
dicho: ¿Qué es eso de los tres partes de disciplina?...Yo no he visto ninguno y
tu padre tampoco… ¿Qué fue de eso?...”
“Bueno, yo no quise decir eso, es un error…me voy a la cama…
¡buenas noches!”
“Mara, de aquí no te vas hasta que me cuentes lo de los
partes de disciplina. Si no recuerdo mal tienes que devolverlos firmados por la
madre o el padre y… ¡no hemos visto ninguno!”-notaba que mi voz subía un poco
de tono en demasía y me empezaba a descontrolar sin quererlo.
“Bueno, no es para tanto, mama. Si los traía te habrías
puesto furiosa y a lo peor te hubiera dado algo, así que los firmo un colega de
clase que disimula muy bien las firmas. Lo hice por tu salud. Eran del otro
trimestre, en este me estoy portando muy bien así que tranquilízate y deja de
dar la vara”
Baje los brazos y el animo, dejé de dar la vara y al mirar a
su padre me di cuenta que era inútil discutir cuando este la abraza y le da dos
besos en las mejillas y le dice con voz paternal que debe esforzarse un poco y
contarnos todo, sin esconder nada. Y Mara, con voz de niña pequeña le dice que
si, que es el mejor padre del mundo.
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