Una taza de
café con leche (VI)
Los avisos de
todo tipo te los pasaste por el forro de tus cojones. Que si evacuación ya, que
si centros de acogida, que si era peligroso quedarse por el ataque químico
inminente, que había que salir de Madrid capital...tu, más chulo que la una, te
quedaste en casa preparando un buen café con leche, a tu hora, a tu método, en
tu sillón favorito...
El olorcito
te hacía casi estornudar de tan bueno que estaba. Poco azúcar, que le quita el
sabor. La leche entera y bio.
La
televisión apagada pues solo daba el anuncio y orden de la evacuación de la
ciudad; salía la alcaldesa con voz de apremio, la delegada de gobierno con voz
imperiosa, el ministro de interior en plan ordeno y mando. ¡Te iban a engañar a
ti!, todo era una pura pantomima por los últimos resultados electorales que
habían dejado descolocados a todos esos politicuchos de tres al cuarto.
El primero
sorbo siempre era el mejor, toda tu boca se preparaba para esa gama de cientos
de sabores casi perfectos, tu nariz recogía con fruición los efluvios de la
taza, cerrabas los ojos degustando....
Un simple
café con leche, un perfecto café con leche.
No te
esperabas el retorcijón de tripas, un movimiento subversivo y ominoso que hasta dolía.
Aguantaste
hasta el final con el café y entraste en el retrete. Se sentaste y defecaste
casi con un alivio orgásmico, eras como una fuente interminable de detritus y
mierda. Una buena limpieza, pensaste.
Te limpiaste
y viste el papel higiénico lleno de sangre y babas, sangre, mucha sangre,
muchas babas blancuzcas mezcladas. Orinaste sangre. Cuando quisiste levantarte
no podías, no solo no tenias fuerzas si no que notabas como tu cuerpo se
vaciaba de nuevo con un glub glub glub infecto y doloroso.
Tu mente iba
a la taza de café, tu delicioso café, tu ultimo café...
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