Incidencia nocturna II, segunda noche.
Pasada la aventura nocturna del vencejo, solo pensamos, en
la siguiente noche, en que podremos dormir bien y tranquilos.
¡Qué ilusos! Olvidamos que los males nunca vienen solos. Que
si hay dos noches malas, la estadística de Murphy dice que habrá una tercera y
que puede ser pero, aun asi, de esperanzas también se vive pero nos se duerme.
Y en esa tercera noche, a las dos y media, como una
maldición, de nuevo los extraños ruidos despertaron a los niños que, a su vez, nos despertaron a nosotros metiéndose en
nuestra cama y, a partir de ahí, a no
dormir. El ruidito se nos metía en la meninges como una daga de hielo afilado.
Imposible poder conciliar de nuevo el sueño, a levantarse y ver que podriá
pasar esta vez.
Todo se repetía como una maldición gitana o de vudú o vaya
usted a saber, los ruidos parecidos, el
lugar, el mismo extractor de humos. Pero el vencejo que cazamos en la noche
anterior estaba a buen recaudo, y muerto, el pobre...os lo confeso pensé en fantasmas,
en monstruos...
Me desespere ante la campana de extracción, me entro una
congoja que casi hace que golpease al aparatejo con mis puños desnudos pero me
limite a quedarme allí delante con los brazos caídos. Respire hondo y lento, cogí
las herramientas, martillo y dos destornilladores, y me puse al tajo otra vez
mas. Lo primero la conexión de los ventiladores con el tubo, donde había
encontrado al pájaro la noche anterior. Para mi sorpresa estaba vacío, no había
nada.
Me entro una gran duda
y con cara de tonto examiné con cuidado todo el aparato, antes de pensar
en desmontarlo totalmente. Veo, con asombro y, si, con un poco de miedo, que
cada vez que se producía un ruido el ventilador derecho se movía, un poco, unos
milímetros, casi nada pero lo suficiente para entender que había algo entre las
paletas y la carcasa. Pero el espacio era mínimo, tenía que ser algo o muy
pequeño o muy flexible…No os digo los malos pensamientos de ratones y ratas que
cruzaron por mi cabeza ¡Con el asco que me dan!
No dije nada de la que pensaba, para no inquietar a los
expectantes niños que estaban a mis espaldas alargando sus cabecitas todo lo
que les daba.
Vi la fijación del ventilador, cuatro tornillos de cabeza de
estrella. ¡A desmontar!
Los quito y cae el ventilador quedando sujeto, como si fuera
una bisagra, por el cable eléctrico y, allí, pegado a la pared…otro vencejo, negro
como la noche, un poco más pequeño que el anterior.
El pobre ya sin sujeción se cayó sobre la cocina. El
"ploff" sonó como una ultima interrogación. Me puse un guante y lo
agarre viendo que le faltaban plumas por algunas partes del cuerpo, las alas
destrozadas, tenía un poco de sangre por las patas y unos ojos negros, pequeños
y brillantes. Se dejo coger y no se movió para nada, Notaba su corazón latiendo
rápido en mis manos. Hasta me daba pena si no fuera por la hora que era.
Mara a mi lado, lo miro con pena y me pidió que lo llevase a
un veterinario. No pude decir nada, la mande a la cama lo mismo que a los
otros. Me quede riendo tontamente con la ocurrencia de la niña.
Con pesar, y ya solo, lo tire por la ventana. Cayó a plomo,
no hizo ningún intento de volar. El ruido que hizo contra el suelo del patio me
encogió el corazón.
Deje todo tal como estaba y regrese a la cama.
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