Wednesday, September 05, 2018

Primera incidencia nocturna.


Incidencia nocturna.

Llevábamos casi dos noches sin dormir. Con la oscuridad y el silencio de la casa, aparecían extraños ruidos, en principio de origen desconocido. Desesperados nos acordábamos de los vecinos y de sus familiares, culpándolos pero, poco a poco, en esa segunda noche, fuimos localizando el sonido. Era dentro de nuestra propia casa, en la cocina, más concretamente sobre la estantería encima de la propia vitrocerámica; la pared de la misma da a un patio interior. Nos pusimos, con el cabreo del que no sabe lo que hace, eran ya las tres de la madrugada, a vaciar todo el mueble. No encontramos nada. Pero el ruido seguía allí, como un golpeteo sordo, totalmente irregular, arrítmico. Inconscientemente, me arrepentí algo más tarde,  puse el extractor de humos en marcha y se produjo un ruido extraño y casi se paró. Rápidamente lo desconecte.



Pensando, quien lo diría a aquellas horas de la noche en que podamos hacer funcionar las neuronas comprobando, de paso, que las tenemos, me puse a ver el tubo de extracción, por lo que tuve que desmontar mas maderas y tablas del mueble. Nada. Saque las rejillas del extractor, por allí no se podía ver nada. El ruido seguía, cada vez menos fuerte pero mas nítido y claro.


Logre desmontar una parte del tubo de extracción de humos y al ver la conexión con los dos ventiladores que tiene…un bichejo atrapado en el hueco y su cabeza metida entre las paletas y la carcasa del lado derecho.


Cuando lo agarre con la mano para sacarlo, fue todo de forma instintiva, se revolvió con furia clavándome las uñas en un dedo y dejando tres buenas marcas. Así que lo solté, me puse unos guantes de cocina y, con ellos, lo intente una vez más. Imposible, tenía el pobre la cabeza totalmente atrapada y si hacia más fuerza terminaría por decapitarlo (por eso lo de mi arrepentimiento de poner en marcha el extractor).



Los niños, Mara sobre todo,  huyeron a sus habitaciones, entre nerviosos y asqueados, entre curiosos y juguetones.


Así que nada, a desconectar el extractor, sacar los cables y desmontar totalmente el mismo, con el gran problema de los cuatro tornillos de amarre.


Ya abajo, veo bien como tiene totalmente empotrado la cabeza el pobre bicho, solo un triste y viejo vencejo. Con un destornillador hago, manualmente, girar el rotor en sentido contrario para traer la cabeza al espacio libre. Esta se suelta y, antes de que se pudiese escapar, lo agarro (con los guantes puestos) y compruebo que el pobre esta mas muerto que vivo.


Aparecen los niños que quieren verlo y quieren tocarlo, cosa que no les dejo, y quieren que lo cure, lo que les digo que ni por asomo, y quieren que baje y lo suelte en el parque, así que, con media sonrisa en la boca, lo meto en una bolsa que les doy y les digo que adelante, que vayan y lo liberen pero que piensen que esta moribundo, que será alimento rápido de algún gato.


Rehúsan, con un mohín de asco, la proposición y se van yendo a sus camas y dormir.


Terminada la epopeya nocturna, ya solo, me pongo a montar todo de nuevo. ¡Qué coñazo por un vencejo tonto!



¿Podremos dormir esa noche?


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