Le acusaron de maltrato físico. Fueron la mujer y la hija
que lo acusaron. Dijeron que había golpeado por dos veces a su mujer en unos
ataques de furia violenta, la hija era testigo como la golpeaba salvajemente.
La otra vez que recordaba veía, la chica, a su padre cogiendo a la mujer por la
garganta y apretar fuertemente.
Le acusaron las dos en la comisaría. Pidieron que se fuera
de casa, que hubiera una orden de alejamiento y que pagara el, por supuesto, el
alquiler de la casa para siempre.
El hombre lloraba. Jamás había pensado en que le sucediera algo así. La ley seria inexorable, pero le dolía más esa acusación de su chiquilla, de su hija, la niña de sus ojos.
Recordó con un cierto daño los primeros años de la pequeña.
Como llegaba a casa y tenia que lavar a la pequeña, cambiarle los pañales de
varias horas, darle de cenar y jugar con ella; como la acunaba y cantándole
nanas la dormía placidamente. Recordó el miedo que le daba dejarla con la madre
que la tenia muy desatendida. Las discusiones que tuvo con su mujer a causa de
la niña y de cómo había que tratarla. Como la defendía de los ataque de…
¿locura? …de su mujer y los ataques ante el llanto de la niña a la que tenia
que proteger con su cuerpo.
Mucho tiempo había pasado y la alianza madre e hija iba
funcionando, arrinconándolo y echándolo de sus vidas.
No esperaba eso y
mucho menos de su hija.
No sabia que hacer y, mucho menos, como actuar a
continuación.
Decidió ir a un abogado matrimonialista. Le atendió
atentamente, casi con mimo. El abogado lo oyó todo y torció el gesto. Le
explico la ley, la nueva, la ultima. Que con testigos, la hija sobre todo, lo
tenia muy crudo, muy crudo. Que vería que podía hacer, lo primero es que fuera
a una pensión y esperara a la denuncia en firme del caso y se vería que hacer y
como enfocar el asunto.
El hombre, bajo la cabeza y lloro. Saco, entre gemidos, una
foto en la que se veían ellos tres. El abogado la miro desde la distancia con
un poco de curiosidad y se le abrieron los ojos.
-¿Es su mujer esa? Le pregunto.
-¡Sí!
-Parece muy pequeña su mujer. Insistió el abogado.
-Un metro cincuenta y pesa unos cuarenta kilos.
-Pero usted es muy grande y parece muy musculazo. ¿Hace
deporte?
-¡Sí! Gimnasio, lanzamientos y pesas.
-¿Cuánto mide y pesa?
-Un metro ochenta y tres y peso 88 kilos.
-No se preocupe y no diga nada. Con su físico un puñetazo a
su mujer tendría unas resultados que serian muy graves…Tranquilo, todo se
arreglara. Vaya a la pensión y déjemelo en mis manos. Todo tiene arreglo.
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