Es
alucinante lo que pueden hacer los adolescentes para desconcertarnos. A pesar
de haber pasada por esa etapa, ya muy olvidada, las inventivas de ellos hacen
de las nuestra y de nuestros idealizados recuerdos, una ridiculez.
A veces es
para autoafirmarse, como dicen los sicólogos y pedagogos. Otras para llamar la
atención como la mariposa cuando despliega por primera vez sus alas después de
la transformación, las enseña al universo pidiendo un plauso para tanta
belleza.
¡Vale!.
Hasta ahí todo bien. Sufriremos los padres, tendremos paciencia, hablaremos sin
interlocutor, está perdido en sus fantasías, nos daremos de cabezazos en las
paredes de nuestra casa, etc...
Pero ¡perder
la tarjeta de un móvil!.
Vamos a
explicarnos. Mara llego como todos los días, merendó y después me empezó contar
las cosas de clase. Como suele hacer salvo que este enfurruñada. Hablo y hablo,
poco dijo. Al final de toda la perorata me pidió un favor, si la acompañaba a
Vodafone a pedir una copia de la tarjeta del móvil pues la había perdido.
Todo muy
normal pero...le pregunto como había perdido el móvil o si se lo habían robado
(ya le había dicho que en caso de robo no ofreciese resistencia, lo diese al ladrón
y ya está). Pero me lo saca del bolsillo y me dice que no la escucho, que solo
oigo lo que yo quiero, que me había dicho que había perdido- aquí lo recalcó
muy bien- la tarjeta, no el móvil y por eso era lo de la copia.
No lo
entendí, aun ahora no lo comprendo aunque barrunto cambios, juegos tontos y
tonterías entre los chicos dé la escuela.
¡Perder una
tarjeta de un móvil, que está encerrada en el aparato, amarrada!
Claro, lo primero
que nos pidieron fue la factura del teléfono. No la guardamos. Me acorde de
tener los números esos raros: el PUK y el PIN y que el programa de puntos esta
a mi nombre con lo que la chica, amble ella, consintió en hacer. No pudo, el
terminal estropeado, el próximo jueves dios mediante. Seguiré contando.... ¡perder
una tarjeta de móvil! ¿Qué más puedo ver o me podrá pasar?
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