Amanecer y belleza, me hice camelia, blanca y tornasolada, delicada como las hebras de las telas de araña con las gotas del rocío, pero poco duran con su sensibilidad exacerbada y los pétalos caían y me desnudaban...
Perdido y solo, pensando en tus palabras, entré en la humildad de la margarita, su inocencia me hizo feliz y me vi mecido por la brisa húmeda y fresca de la mañana, sentí su frescura entrar en mi y fui el viento del alba, navegue en el viento de las montañas.
Con mi alegría juvenil, el día prometía ser radiante y pleno, me imbuí de las mimosas amarillas que me contaron de sus amores secretos y casi olvidados. Y con ellos, atesorados en mi corazón de pétalos blancos me fui a repartir dones y besos.
Entre beso y beso el perfume me inundo, las gardenias blancas y perfumadas me envolvieron con su simpatía. Alegre, atisbe el mundo de otro modo, un mundo de risas frescas, de flores aladas, de vida floreciente y nueva. Gardenias para decir: te quiero, mi vida...
Pero no tenia al amado cerca, no tenía a quien hablar y me fui volando, un rayo de sol, apenas, me pesaban los recuerdos lejanos y me hice geranio de balcón, de tu balcón una vez más. Te vi, el consuelo me lleno con toques de melancolía. Nada volvería a ser igual.
Nada podía ser igual y repose en las rosas, me hice rosa roja como mi amor apasionado, sin miedo y sin espinas, esperando al amigo vestido de amarillo o fucsia. Viniste, me miraste y me volví blanca congelada en tu mirada de ciervo enamorado.
Enamorado el corazón se envolvió de pétalos de clavel, rojo como la sangre, para suspirar de día y de noche en un amor vivo y puro. Pero me agostaba, me enquistaba perdiendo el color y la fuerza y busque, te busque y...
Mi perfume de azahar te llego, lo vi en tu aspirar, pero no te conmovió. Tu pureza ahuyento el olor y a mí con él.
Porque eres como la belleza femenina, me transforme en orquídea, lejana exótica y bella, puse todo mi ser y querencia a tus pies, fui dejación absoluta, pureza de amor y lujuria al tiempo.
Y me volví ortiga cuando te fuiste, cruel, sin sentidos, sin atisbar el abismo de mis raíces que se hundían buscando el tesoro de los elfos para regalarte. Marchaste y me dejaste con la irritación del despechado, la urticaria del infeliz que me toca y se rasca. Te castigue con mi lejanía como un niño pequeño con su berrinche.
Poco duró, recordé, sentí, viví, te añore y te vi en mis pensamientos. Ahuyente la maldad, la envidia, el desasosiego. En la pureza de mi corazón me tumbe cuan largo sobre las aguas, me deje llevar, y me hice nenúfar.
En la noche, ya cansado, volví a tu casa en una nomeolvides, como mi deseo y en tu regazo me dormi....
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