Monday, February 24, 2014

Mara y los Ángeles.


Mara y los Ángeles.

Cuestiona todo, todo. Se le mete en la cabeza que es adoptada y me lo suelta a la hora de la comida. Después, en la cena, se dirige a su padre y le pregunta si no es muy incomodo  tener los testículos, ahí, colgando. Antes de ir a la cama anuncia que cuando tenga dieciséis años se independizara y se pondrá un "piercing" o dos o tres, que ya vera. Pregunta y pregunta, pero todo al aire, sin esperar respuestas. Lanza la cuestión, te da el soponcio y ella pasa a otra cosa como si nada, sin darse cuenta del torbellino que deja detrás.

La verdad es que respiro cuando esta o dormida o en el colegio. Es un vendaval en casa y no se de donde saca todas esas ideas.

Esta noche ha estado especialmente  negativa. Me ha dicho, muy seria ella, que no cree en los Ángeles, que son cuentos de niños pequeños para mentes absurdas y que es muy negativo meter esas ideas en la gente. Le dije a cuento de qué venia eso, sobre todo de ella  que le rezaba a "Yéhuia", su ángel de siempre y que yo estaba convencida que si existían, siempre protegiendo a los niños. Hay muchos peligros en la vida- le dije- y solo los Angelitos son capaces de cuidarlos mínimamente. Sobre todo a ti, que mucho lo has necesitado.

Me preguntó, por supuesto siempre tiene una pregunta  más que hacer, cuando se pierden, que cuando los niños pierden a su ángel.

Le respondí, cuando el niño se hace mayor, cuando pierde la fantasía y la inocencia y los ojos se ponen turbios.

Ella, rápida y con un brillo especial en los ojos, repitió lo que dije y añadió:  que entonces yo ya no lo tengo, ya me habrá abandonado.

Me quede perpleja, sin saber que decir por unos segundos. Reí y le recordé su canción, la de los angelitos, la de la camita vieja, la de los tres o cuatro años:

“Cuatro angelitos

Tiene mi cama,

Cuatro angelitos

Que me la guardan”

No se acordaba de la canción, la tenia olvidada, huida en otros mundos más de aquí, más pedestre.

Mara, le añadí: “Tu nombre es Mara, “La romántica”. Tu ángel “Yéhuia” y no te dejara nunca, hagas lo que hagas, lo mismo que yo, no te podrás librar tan fácilmente de tu madre que te quiere, aunque tengamos que aguantar tus hormonas locas y alteradas, tu mal humor o tus travesuras, aquí estaremos siempre contigo, para siempre. Siempre podrás contar conmigo así que no te preocupes y duérmete en paz”.

Le di un beso en la frente y apague la luz.

(Esta mañana, acabo de regresar, le he comprado una campanita de plata, un llamador de Ángeles. Se lo daré en la noche, al acostarse).

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