Mara, preparándose para el invierno.
No estoy de acuerdo pero, su padre, desde varios hace años,
lo hace así y no puedo evitarlo. El motivo, las compras de primero de octubre.
La niña hace su lista de necesidades y vamos y se lo compramos. Este año, según
ella: tres pantalones, tres camisetas a juego, un jersey, un chaquetón, dos
pijamas, unas botas, bragas y sostenes. ¡Un pastón!
No es el problema del dinero en si, es que la mitad de la
ropa le sobra. Me explico. Tres días a la semana tiene educación física, luego
chándal y abrigo esos días. Quedan cuatro días. Por otro lado, del año anterior
siempre se puede aprovechar alguna ropa, que ella se niega a probarse por si
las moscas; por ejemplo, los chaquetones, las camisetas. Tiene toda una
colección de chaquetones y abrigos, de todo tipo, de todos los colores. Los
pantalones aun le sirven, estoy segura, de hecho aun usa alguno (ayer, se
cambio de ropa cuatro veces en el día y no salio a la calle para nada) y los
jerséis exactamente lo mismo. Luego esa lista, en ley, podría bajarse en unas
cuantas prendas y dejar algo para las rebajas de enero, si procede en su momento.
Antes, con ella creciendo de forma acelerada mes a mes, era
diferente. Nada le valía de un año a otro, todos los años había que comprarle
ropa nueva. Pero su padre, erré que erré, hay que hacerle la compra de invierno
y ella, feliz. ¡Cómo no! Ya es como una costumbre ancestral, perdida en los tiempos
de la memoria.
Y allí fuimos. En el primer comercio se compro dos
camisetas, una rosa, ¡cómo no ese dichoso color que me pone de los nervios! y
la otra en un violeta muy bonito. En el segundo tres pantalones de chica
moderna, en un comercio moderno, me escondo la marca. Más tarde, tras discusión
conmigo, como no, el jersey y el chaquetón. Las botas en el comercio de
siempre.
El resto en una tienda especializada de ropa interior, el
pijama rosa, las bragas, los sostenes medio deportivos de siempre pero, quiso
uno de “mayores, pórfi…con un poco de relleno, los hay muy bonitos…pórfi”..."porfi"....
Ed, como siempre, me miro a mí y me dejo en la estacada es
decir, se fue. Mara, rápida como el diablillo que es, cogió uno de una percha
con la talla 70, muy bonito, juvenil, ¡CON RELLENO! Estaba como preparado el
sitio, el sostén y su talla. Se lo hice probar y, para mi, que le estaba mas
bien amplio pero ella que mas pequeño no (yo creo que por aquello de que se le
notase un poco mas). Se negó a probarse la talla 65 que le estaría mejor pero,
en fin, otra discusión a aquellas horas
se me hacia demasiado pesado, cedí.
Lo cojo para llevarlo con el resto de la compra a la caja, pero, Mara, me lo arrebata de las manos y se
dirige a la dependienta como para decirle que se lleva aquel, con un gesto como
teatral y falso. Por lo bajini, pero conmigo a su espalda, yo con las orejas bien
estiradas y la antena puesta, oigo como le dice: “Este, pero me lo cambias por el
otro, el que tiene más relleno”.
No me puede contener y solté la mayor risotada de mi vida.
La dependienta, dándose cuenta de que iba, mirándome, también se echo a reír y
Mara bajando la cabeza se avergonzó un tanto. Reí y reí, por la pillería de la
cría y de lo mal que hacia las trampas.
Ed, lejos, cerca de la caja, esperaba, con cara de no
entender nada, para pagar la ultima compra del día y yo espero que de la
estación y del año.
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