Sunday, February 16, 2014

Mara, preparándose para el invierno.


Mara, preparándose para el invierno.

No estoy de acuerdo pero, su padre, desde varios hace años, lo hace así y no puedo evitarlo. El motivo, las compras de primero de octubre. La niña hace su lista de necesidades y vamos y se lo compramos. Este año, según ella: tres pantalones, tres camisetas a juego, un jersey, un chaquetón, dos pijamas, unas botas, bragas y sostenes. ¡Un pastón!

No es el problema del dinero en si, es que la mitad de la ropa le sobra. Me explico. Tres días a la semana tiene educación física, luego chándal y abrigo esos días. Quedan cuatro días. Por otro lado, del año anterior siempre se puede aprovechar alguna ropa, que ella se niega a probarse por si las moscas; por ejemplo, los chaquetones, las camisetas. Tiene toda una colección de chaquetones y abrigos, de todo tipo, de todos los colores. Los pantalones aun le sirven, estoy segura, de hecho aun usa alguno (ayer, se cambio de ropa cuatro veces en el día y no salio a la calle para nada) y los jerséis exactamente lo mismo. Luego esa lista, en ley, podría bajarse en unas cuantas prendas y dejar algo para las rebajas de enero, si procede en su  momento.

Antes, con ella creciendo de forma acelerada mes a mes, era diferente. Nada le valía de un año a otro, todos los años había que comprarle ropa nueva. Pero su padre, erré que erré, hay que hacerle la compra de invierno y ella, feliz. ¡Cómo no! Ya es como una costumbre ancestral, perdida en los tiempos de la memoria.

Y allí fuimos. En el primer comercio se compro dos camisetas, una rosa, ¡cómo no ese dichoso color que me pone de los nervios! y la otra en un violeta muy bonito. En el segundo tres pantalones de chica moderna, en un comercio moderno, me escondo la marca. Más tarde, tras discusión conmigo, como no, el jersey y el chaquetón. Las botas en el comercio de siempre.

El resto en una tienda especializada de ropa interior, el pijama rosa, las bragas, los sostenes medio deportivos de siempre pero, quiso uno de “mayores, pórfi…con un poco de relleno, los hay muy bonitos…pórfi”..."porfi"....

Ed, como siempre, me miro a mí y me dejo en la estacada es decir, se fue. Mara, rápida como el diablillo que es, cogió uno de una percha con la talla 70, muy bonito, juvenil, ¡CON RELLENO! Estaba como preparado el sitio, el sostén y su talla. Se lo hice probar y, para mi, que le estaba mas bien amplio pero ella que mas pequeño no (yo creo que por aquello de que se le notase un poco mas). Se negó a probarse la talla 65 que le estaría mejor pero, en fin, otra discusión  a aquellas horas se me hacia demasiado pesado, cedí.

Lo cojo para llevarlo con el resto de la compra a la caja,  pero, Mara, me lo arrebata de las manos y se dirige a la dependienta como para decirle que se lleva aquel, con un gesto como teatral y falso. Por lo bajini, pero conmigo a su espalda, yo con las orejas bien estiradas y la antena puesta, oigo como le dice: “Este, pero me lo cambias por el otro, el que tiene más relleno”.
 
No me puede contener y solté la mayor risotada de mi vida. La dependienta, dándose cuenta de que iba, mirándome, también se echo a reír y Mara bajando la cabeza se avergonzó un tanto. Reí y reí, por la pillería de la cría y de lo mal que hacia las trampas.

Ed, lejos, cerca de la caja, esperaba, con cara de no entender nada, para pagar la ultima compra del día y yo espero que de la estación y del año.

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