Thursday, February 06, 2014

El escaparate (III)


El escaparate (III)

(La tercera y última versión, por el momento. Espero que os guste, al menos tanto como os gustaron la I y la II. Que la disfrutéis.)

 Se detuvo sorprendido ante el escaparate de El Corte Ingles de la calle Princesa. Al principio no entendía porque se había parado, la calle era la misma de días y meses pasando por ella camino de la universidad; el comercio el de siempre. A Carlos nada le distinguía del resto de la gente que circulaba indolente por la acera, salvo sus ojos de un color negro profundo llenos de tristeza. Se detuvo a mirar el escaparate. Se avergonzó de sí mismo, casi al segundo, al constatar que era de ropa interior de señoras; había tres maniquíes casi desnudas diferenciadas en el color de la ropa traslucida que vestían y unas pelucas ridículas en sus colores llamativos: rojo, amarillo y verde. La del medio, pelo rojo, llevaba además de la braguita y sujetador de encaje blanco una bata transparente, hasta media pierna, que se le abría por delante dejando contemplar todo el falso ombligo; destacaba además, pensó el, en aquellos ojos enormes y azules, llenos de una insinuación mórbida y sensual. Ojos de perra, se dijo para sus adentros.

Se avergonzó de sus pensamientos, ¡eran unos putos maniquíes!

Hasta le pareció que al maniquí le brillaban los ojos cada vez que el dirigía su mirada hacia su rostro. ¡Y qué rostro! Una cara blanca, pura, de alabastro, perfecta, sin impurezas, sin arrugas...un rostro que no envejecería nunca, unos ojos que no se apagarían, unos labios que no secarían. Sin embargo al mirar directo todo volvía a la normalidad de un escaparate.

Se sintió ridículo allí parado ante un escaparate DE MANIQUIES CON ROPA INTERIOR FEMENINA.

Se fue medio avergonzado, llamándose idiota y subnormal y pensando en si lo hubieran visto sus amigos o compañeros de clase.

Conforme se iba su mente volvía a ver al maniquí de pelo rojo, su ropa blanca , su rostro casi perfecto, el guiño de sus ojos un poco pícaro, un poco avieso; tentado estuvo varias veces de retornar a verla .......pero entendía que era gilipollesco que se encaprichara con una maniquí, y además una maniquí del corte Ingles. ¡Era una muñeca inanimada por Dios!

En la cena estuvo distraído, ausente, por lo que todas las bromas cayeron encima del, todos los chicos se metieron con el. En otra ocasión reaccionaria, se pelearía, gritaría, se ENFADARIA PERO, ESA NOCHE, NO; esa noche paso de todo, menos del recuerdo de la maniquí del escaparate.

Por la mañana, temprano, paso a propósito por El Corte Ingles de princesa para ver de nuevo el escaparate. Allí seguía aquella belleza fría y distante detrás de un cristal, inaccesible para él. Deseo tocar aquel cuerpo, besar aquellos labios..........al tiempo se veía asimismo como un idiota o loco o monstruo. Se insulto y se fue a clase.

Todo el DIA se le paso triste y aburrido. Deseaba terminar para ir a ver a su amor. ¡Sí! su amor, estaba loco por el maniquí de ojos azules y pelo rojo, de bata traslucida y sin arrugas en los ojos.

Terminada la última práctica corrió, como el loco en que se había convertido, hasta el escaparate de sus sueños. Allí estaba, y lo recibió con un pequeño brillo de reconocimiento, como si la figura lo reconociese y le sorprendiese que volviera a verla. El sintió aquel brillo como algo mágico, algo que le decía que la figura vivía y vivía solo para él, quería que solo fuese para él, nada más que para él.

Entro en el edificio y se acerco al escaparate por la parte de adentro con cierto disimulo al tiempo que iba tocando bolsos y bolsos. Imposible. Estaba cerrada y solo se podía ver desde fuera. Era fácil de abrir, accesible, pero necesitaba de la soledad y la ausencia de mirones para reunirse con ella.

Cerca de las diez de la noche entro en el aseo y se encerró. Espero más de media hora cuando se hizo el silencio. Nadie quedaba.

Salió con miedo, el corazón desbocado, miles de pensamientos se agolpaban en su cabeza, le dolía el estomago de hambre.

Avanzo esquivando a la vigilancia y se aproximo al escaparate, entro y se acerco a su amada que, sorprendida, le guiño un ojo y le envió un beso a distancia. Se acerco y acaricio aquel rostro angelical.................
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El policía estaba de mal humor. Era una gilipollez una denuncia del robo de un maniquí con ropa interior. Pero era El Corte Ingles y había que bien atenderlos. Estaba claro que la persona que lo hizo entro por el interior, aun había huellas en esa dirección. Entro fácil, cogió al maniquí tal cual era y se lo llevo. Y ahí empezaba el problema ¡No había huellas de salida! No había nada que demostrase que salió del escaparate con el muñeco en sus brazos. Si fuera Mulder pensaría en abducciones, volatilizaciones o cosas por el estilo, parecía de meigas. No había solución y la policía científica poco podría encontrar, quizás saber quien había entrado pero él pensaba que no lo encontrarían nunca, nunca.

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