Mara y la ducha.
I.-
Cuando se dice comienzo del clase, se esta diciendo, de
verdad, comienzo de los problemas. Así, pasada ya la vergüenza del colegio por la
repetición de curso, en la rutina del día a día, Mara esta insoportable. La
ultima es que, ¡diablo de profesoras!, le han explicado algo de la fase en la
que está, la adolescencia, esa fase de hormonas locas y descontroladas que dura
entre los trece y los dieciséis años. Lo ha cogido como un lema de vida y para
todo lo saca: “Es normal, mama, estoy en la adolescencia, es normal.”.
Lo oyes una vez y...bueno.
Lo escuchas dos veces y…menos bueno….pero a la trigésima vez en el día
te dan ganas de empezar a hacer alpinismo o algo peor.
Y esta, ¡como no!, en la fase de que todo va mal: la comida
(¡Que mal sabe!); la ropa (¡No tengo nada que ponerme!), su habitación (¿Para
que voy a hacer la cama si la voy a deshacer mas tarde? ¡Son manías tuyas!); si
tiene pelos en los brazos (Me tienes que depilar, esto es un asco, si parecen
brazos de chico); que si el sudor (Mama, me voy a duchar. ¿Qué ya me duche por
la mañana y después de comer? Si. Pero me encuentro, no se, como sucia, me
ducho ahora mismo, una rapidita.); que si no tiene ropa suficiente (Vamos a
ver, no tengo ropa, no tengo nada que ponerme, ese pantalón esta para tirar,
esa camiseta ha perdido el color, eso esta muy usado) -olvidando que ayer,
domingo, se cambió cuatro veces de ropa-; que si el piercing (Si no me dejáis
ahora, cuando cumpla dieciséis me haré cuatro, esto es un asco, no le dejan a
una hacer nada que le guste, todos mis amigas lo llevan, la única sin, yo, ¡Que
padres mas carcas!); que le hagamos el móvil con contrato; que su padre debiera
hacerse un transplante de pelo; qué su hermano huele mal; que si la casa es
pequeña y su cuarto una miniatura de habitación; que hay que cambiar de coche,
y, ya lo ultimo, que quiere un sujetador con relleno pues solo utiliza una
talla 75 (Demostrándome, sin querer, que ha estado probándose sujetadores a
espaldas mías).
Y, encima, le ha dado por querer bañarse y, algún día, hasta
tres veces. En mi casa el baño esta casi prohibido pues siempre he defendido la
ducha diaria obligatoria, pero ducha. Más higiénica, más ecológica, más rápida,
más deportiva, ahorro de agua y todo eso.
II.-
Mara, quiere volver a la bañera y a los baños de una hora o
dos, y hasta ahí hemos llegado. La discusión es siempre la misma, hasta que
consigue que de un golpe en la mesa. Ahí acaba todo y, bajando la cabeza, se va
a la ducha.
Todo bien hasta ayer.
Primero la discusión de todos los días.
Después de cargar el ambiente, se fue refunfuñando.
Al cabo de un rato, mientras estaba haciendo un cuadro de
punto de cruz, un paisaje gallego con un hórreo al lado del mar y un valle
verde precioso; con un juego de las tonalidades de los verdes con los azules celestes
y los grises y marrones de la madera contrastando en un primer plano. Escucho,
no bajito, no alto, como si fuese una llamada para nadie en concreto, un “Socooorrrrooo,
maamiiiiii”.
El susto, cuando entendí y comprendí el mensaje, fue total.
Me levanto de golpe, voy corriendo al baño, abro la puerta del mismo y….un
metro de espuma con un olor apestoso a violeta que se derrama sobre el pasillo
y se pone a avanzar por el rumbo a todas partes. Me cubre las zapatillas, me
sube por las piernas hasta las rodillas en unos segundos de sorpresa. Atónita,
levanto la cabeza y veo, al fondo, en el lado derecho, el lugar del baño, una
cabecita asustada llena de espuma, la de Mara, que no se atrevía a moverse.
Un metro de espuma derramándose por la casa, y mis pensamientos
fueron en el siguiente orden: ¡la tarima!, ¡la gotera del de abajo! ¿Cómo
eliminar rápido la espuma que seguía saliendo del baño? A esto, la espuma
avanzando por la casa como Perico por su ídem, y mis zapatillas perdidas. ¿Cómo
eliminar un alud de espuma?
Rápidamente salí de la ensoñación, ¡que remedio!, cogí la
fregona, el cubo del agua, llame a Ed y a Javi y a organizar el trabajo. Javi cogiendo
la espuma con el cubo y llevándola al
otro baño, allí, entre la taza y el baño, con agua para adentro. Y lo mismo
hacia Ed, pero en dirección cocina. Cuando conseguí llegar al baño, ¡al fin!, Mara
continuaba dentro del mismo tapándose con pudor ante la invasión de la
intimidad por parte de su padre y la sonrisa disimulada de su hermano Javi.
Les mandé salir y, con la alcachofa de la ducha fui
reduciendo los últimos estertores de la espuma, le pase el agua por la cabeza
cuando veo, abajo, en la bañera, un montón de arena con un tono violáceo. La
toco, entiendo, y encuentro el tarro de un litro de sales minerales, regalo de
hacia como mínimo siete años, un cumpleaños a algo así, vacío totalmente, sobre
la repisa del lavabo.
Respire hondo, muy hondo y terminé el trabajo. Deje a Mara
que terminara de ducharse y de secarse. Al salir ya la estaba esperando pero, cuando
iba a echarle el rapapolvo, se me adelanta y me dice:
“Lo siento, mami…pero ya sabes, cosas de la adolescencia.
Tienes que tener paciencia conmigo, mami, que hasta los dieciséis ya sabes…tengo
que ir aprendiendo”
Y me dejo con la boca abierta. Termine riéndome a carcajadas,
como una tonta, de tal forma que tuve que salir corriendo al otro baño pues,
perdonar la expresión, me meaba de la risa que me había entrado.