Tuesday, January 21, 2014

Un campo minado...


La cocina se esta volviendo un campo minado de guerra total. Desde que los platos se me suicidan, en un gesto inútil y absurdo de sacrifico para llamar la atención sobre sí mismos y, de otra forma más inútil todavía, lo consiguen en esos denuestos que lanzo y el trabajo extra que me dan sus restos por los suelos. Hay que barrer todo, pasar la fregona (las mas de las veces con algún resto de comida o el agua después de haber sido  lavados) y hacerle el honor del entierro dentro de la bolsa negra de la basura rumbo al país de los deshechos, el cementerio de los cachivaches, el juego de las ratas y gaviotas y cigüeñas, en un camión con poster de mujeres desnudas en su cabina y el mal olor que les acompañar siempre.

Si, es un campo abierto peligroso y complicado.

Lo último de técnicas de guerra es la huida de la cubertería y eso que la vigilo bien. La tengo a buen reguardo, como todo el mundo. Primer cajón a la izquierda, siempre cerrado, en su caja/prisión con su lugar para cada elemento. A la izquierda, los cuchillos grandes con el filo para abajo. Después los pequeños y los de uso diario; los tenedores y las cucharas. Encima, las cucharillas y pequeños tenedores de postre.

No sé como huyen. Me doy la vuelta o voy al servicio y me encuentro con alguno de menos, en una huida a Dios sabe dónde o como. No tienen patas, es imposible, están cerrados. Huyen. Me huyen.

Empecé con los seis del juego que me regalo una tía lejana. Pase a cinco, me quedaron, poco después, cuatro. Aun con los cuatro la cosa estaba bien, no me preocupaba mucho. Somos cuatro. Ed, Javi, Mara y yo. Cuatro.  Suficientes. Suficientes pero para no bajar la guardia.

Esta mañana ya está todo roto. Hay solo tres tenedores, el cuarto huido. Otro más, ya son muchos. Seré una mala cocinera. No me quieren ni mis platos suicidas ni mis cubiertos con manías escapatorias. Ya me falta una pieza para el día a día y no voy a romper el juego poniendo otro diferente. Ya no fabrican como los que pongo, ya lo he visto rebuscando en las decenas de ferreterías y chinos del barrio. Además nadie, ningún empleado de comercio,  me promete que no serán escapistas como estos míos.

Habrá que comprar un nuevo juego completo de seis y empezar de nuevo. Eso sí, los tratare con mas mimo, haber si así les gusta el hogar, se aclimatan a nosotros y no huyen felices de su destino en lo universal con esta familia que debiera ser la suya….para siempre. Parece, dicho así, una mala condena. No sé, es posible que deba ser al revés, maltrato desde el primer día, como en  un centro de internamiento para presos peligros o estilo campo de concentración o, es una idea, cerradura en el cajón. Esto último vaya incordio, tontería incluida.

La china de enfrente feliz conmigo y mis guerras. Primero platos y tazas a tutiplén, ahora, cubiertos a mansalva. Negocio habemus, no para mí.

En la noche las preguntas viene  a mi cabeza: ¿Cómo hacen para huir?... ¿Tendrán cómplices en la huida?... ¿Habrá alguna asociación para la libertad de cubiertos?... ¿A dónde huyen?... ¿Para que huyen?.... ¿Tan mal están con nosotros y el uso que le damos?... ¿Cómo son tan inteligentes de que no veamos su huida perfecta?...

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