La cocina se
esta volviendo un campo minado de guerra total. Desde que los platos se me
suicidan, en un gesto inútil y absurdo de sacrifico para llamar la atención
sobre sí mismos y, de otra forma más inútil todavía, lo consiguen en esos
denuestos que lanzo y el trabajo extra que me dan sus restos por los suelos.
Hay que barrer todo, pasar la fregona (las mas de las veces con algún resto de
comida o el agua después de haber sido
lavados) y hacerle el honor del entierro dentro de la bolsa negra de la
basura rumbo al país de los deshechos, el cementerio de los cachivaches, el
juego de las ratas y gaviotas y cigüeñas, en un camión con poster de mujeres
desnudas en su cabina y el mal olor que les acompañar siempre.
Si, es un
campo abierto peligroso y complicado.
Lo último de
técnicas de guerra es la huida de la cubertería y eso que la vigilo bien. La
tengo a buen reguardo, como todo el mundo. Primer cajón a la izquierda, siempre
cerrado, en su caja/prisión con su lugar para cada elemento. A la izquierda, los
cuchillos grandes con el filo para abajo. Después los pequeños y los de uso
diario; los tenedores y las cucharas. Encima, las cucharillas y pequeños
tenedores de postre.
No sé como
huyen. Me doy la vuelta o voy al servicio y me encuentro con alguno de menos,
en una huida a Dios sabe dónde o como. No tienen patas, es imposible, están
cerrados. Huyen. Me huyen.
Empecé con
los seis del juego que me regalo una tía lejana. Pase a cinco, me quedaron,
poco después, cuatro. Aun con los cuatro la cosa estaba bien, no me preocupaba
mucho. Somos cuatro. Ed, Javi, Mara y yo. Cuatro. Suficientes. Suficientes pero para no bajar la
guardia.
Esta mañana
ya está todo roto. Hay solo tres tenedores, el cuarto huido. Otro más, ya son
muchos. Seré una mala cocinera. No me quieren ni mis platos suicidas ni mis
cubiertos con manías escapatorias. Ya me falta una pieza para el día a día y no
voy a romper el juego poniendo otro diferente. Ya no fabrican como los que
pongo, ya lo he visto rebuscando en las decenas de ferreterías y chinos del
barrio. Además nadie, ningún empleado de comercio, me promete que no serán escapistas como estos
míos.
Habrá que
comprar un nuevo juego completo de seis y empezar de nuevo. Eso sí, los tratare
con mas mimo, haber si así les gusta el hogar, se aclimatan a nosotros y no
huyen felices de su destino en lo universal con esta familia que debiera ser la
suya….para siempre. Parece, dicho así, una mala condena. No sé, es posible que
deba ser al revés, maltrato desde el primer día, como en un centro de internamiento para presos
peligros o estilo campo de concentración o, es una idea, cerradura en el cajón.
Esto último vaya incordio, tontería incluida.
La china de
enfrente feliz conmigo y mis guerras. Primero platos y tazas a tutiplén, ahora,
cubiertos a mansalva. Negocio habemus, no para mí.
En la noche
las preguntas viene a mi cabeza: ¿Cómo
hacen para huir?... ¿Tendrán cómplices en la huida?... ¿Habrá alguna asociación
para la libertad de cubiertos?... ¿A dónde huyen?... ¿Para que huyen?.... ¿Tan
mal están con nosotros y el uso que le damos?... ¿Cómo son tan inteligentes de
que no veamos su huida perfecta?...
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