Es curiosa la forma que tenemos a reaccionar ante el estrés,
la presión o un gran problema. Como decía el insigne medico, “no hay
enfermedades, hay enfermos”, indicando que todos somos diferentes, nadie actual
igual que otro, nadie se siente igual que otro ante los mismos hechos, nadie
puede reaccionar igual que otro o sentir lo mismo.
Pero es que, en determinadas circunstancias, nuestras
reacciones son también visceralmente diferentes según el momento, el lugar o a
las personas que afecte.
Hay gente que suele ser bastante resolutiva, drástica en las
más de la veces: a un problema, una solución, se aplica y problema resuelto.
Así suelen actuar en el trabajo, rápido y efectivo pero…cuando se toca el tema
personal, sus temas personales o sentimentales son como un flan que oscila, o terminan
en una dejadez supina casi de zombis ahora que están de moda; son una duda
permanente y el dolor sordo y terrible del sufrimiento por esa causa.
Digamos, en resumen, que tienen un gran problema personal y
tienen la solución en sus manos y no son capaces de ponerla en práctica. Es una
decisión fácil, rápida…pero en esta hay cosas
por medio y no se atreven, se bloquean totalmente.
Por las noches, en la indecisión, no pueden tragar saliva,
oyen las campanadas de reloj dando las dos, las tres…las ocho, hora de
levantarse para ir al tajo o levantar a los críos que tienen que ir al colegio.
Los problemas de ronqueras, de apneas, de insomnio van apareciendo como
cucarachas en el fondo de la cocina. Muchos empiezan a comer con ansia y a
engordar de forma peligrosa por aquello del colesterol y del corazón que es lo
primero que suele fallar. Todo se va minando por debajo de los sentimientos que
no afloran pues hay debilidad y miedo.
Con el corazón en un puño, al tiempo que van diciéndose la
gilipollez de no actuar y dar una salida total a esta vieja y triste historia.
Y el caso es que tienen el convencimiento de que con esta salida, a la larga,
será lo mejor para todos. Para ellos, porque se consideraran como liberados (un
simple cartón en la calle), para el resto por la clarificación de esa situación
(un vacio en el otro lado de la cama) y
para la tercera parte, siempre el triangulo tiene tres lados, porque vivir en la mentira permanentemente es
un error, craso error para todos, criadero de discusiones, de malos modos, de
malas formas y peores palabras siempre a destiempo y equivocadas.
Pero, aun así, los días, las semanas, los meses van pasando
y el margen de tiempo se acorta y las dudas se hacen cada vez más grandes.
Y las noches siguen como un suplicio en el potro de la
tortura, casi sin respirar, casi sin poder tragar, con mil pesadillas de un
minuto para volver a la contemplación estúpida del reloj. Con la solución en la
mano y no atreverse a usarla, a ponerla en practica. Es tan fácil, tan nimio.
Pero les falta valor…
Todo suele terminar con una angina de pecho, el aviso
salvador, ha salvado a tanta gente. Pero, a veces, es el infarto, el acabose de
la vida, del dolor y de, también por supuesto, el problema básico y elemental. O
el simple accidente de tráfico, de esos que nadie sabe cómo ha podido
producirse, absurdo a más no poder…es la indecisión y los pozos negros del
pensamiento. No es la mejor solución pero, al fin y al cabo, una solución más
al problema de la vida.
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