Arcanos y
arañas.
La tarántula
de obsidiana con su brillo metálico era amenazadora y bella. ¡Qué
contrasentido! Amenaza y belleza unidas por igual que en un arma de combate, un
instrumento de la muerte que fuera hermoso como alguna de las “Damas de hierro”
de la edad media.
Refulgía
sensual en su estuche, captaba los rayos de la luz y los devolvía multiplicados
por mil. Irradiaba malignidad y desolación. Soledad y tristeza.
Se lo
ofrecieron con los brazos tendidos como alejando de si así pudieran librarse de
su maldición. En un estuche abierto de madera, la pieza descansaba en un paño
de terciopelo rojo como la más pura sangre derramada de las más pura y casta
virgen celestial ofrecida a algún oscuro dios.
La cogió con
la mirada llena de avaricia y prendado por la singular rareza de aquella pieza
de siglos y siglos… daba una impresión de ser más vieja que el propio tiempo,
del principio de la creación cuando el huevo cósmico exploto…en su negrura
viajaban grandes constelación hacía otras dimensiones. Mirandola bien te
parecía marearte, como si cayeras hacia un precipicio sin fin.
La cogió
medio temblando, la admiro, lloro pensando en las años que la estuvo buscando
de forma desesperada tras encontrar su rastro en la extraña “Enciclopedia de
Mistonik”. Como recorrió pantanos y desiertos, bazares inmundos, lupanares,
museos raros y extraños de los que no aparecen en las guías culturales, en
viejas iglesias malditas y mezquitas
destruidas, en escuelas de magia…
Su mano
derecha fue al bolsillo de atrás del pantalón y cogiendo su colt disparo al que
le ofreció la gema pues esta dicho “Solo se puede aceptar con el sacrificio de
la sangre derramada”. El hombre oscuro se desplomo sin un gemido, sin un estertor,
sin un palabra, como si estuviera esperando largo tiempo ese resultado, solo
cayó fulminado al enlosado de la calle , mientras un pequeño reguero de sangre
salía de la entrada de la bala y se mezclaba con las aguas residuales que corrían
rumbo a una alcantarilla.
Guardo el revólver
y con su dedo índice cogió una gota de sangre y la dejo caer sobre el cuerpo de
la araña. La gota de sangre refulgió brillante, casi traslucida, y fue absorbida
de forma repentina, la tarántula tenia sed, no había duda, eran mucho tiempo
sin beber de la inmundicia.
Se fue
corriendo por las viejas y húmedas callejuelas del Toledo viejo y desvencijado.
Al llegar al centro, aminoro el paso, se irguió tal cual era, adopto la pose de
hombre de mundo civilizado y avanzo hacia su hotel en el extremo de la plaza. Cogió
las llaves de su habitación y entro, estaba agotado, sudaba por todos los poros
de su cuerpo y rendido, tras dejar su tesoro en la mesilla de noche se tumbo
emocionado por el resultado final de su búsqueda y los logros que podría
conseguir a partir de ese momento.
De noche la
luna de plata iluminaba de forma fantasmagórica la piedra, la ciudad; creaba
sombras reptantes y malignas…la tarántula en su estuche se estremeció de
pronto, estiro su larguísimas y dalinianas pata y avanzo hacia la cama a la que subió con
facilidad. Monto encima del hombre dormido, aletargado, y avanzo hacia su
pecho. Allí hinco con fuerza sus patas que eran cono estiletes de acero negro,
penetraron hacia el corazón que abrazaron con fuerza.
Mil colores
refulgían sobre el caparazón de la araña mientras se fundía con el corazón latiente
de sangre y carne…pues estaba dicho “Y será el sentimiento pleno del esclavo
para siempre”…
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