Mi
susto con Mara en unos grandes almacenes.
Que
susto me lleve. Otra vez de casualidad, Madrid es grande, pero las zonas por
las que transitamos, al final, son siempre las mismas o es la casualidad, la
eterna casualidad que cose, calceta e hila nuestros caminos.
A
lo dicho que cuando se empieza no se debe parar, sería de muy mala educación
dejaros a medias con la historia y las velas están a medio apagar.
Sucedió
este último sábado por la tarde. Mara había salido con sus amigas cercanas para
comprar el regalo de cumpleaños de Cinty; como siempre le comprarían una
camiseta de marca, había pensado para mis adentros; antes de salir me soplo,
como es habitual, esos diez euros para compra y cosillas. Lo de las cosillas me
temo que es el tabaco, una pena.
A
las seis salía aburrida de la nada insoportable de la programación televisiva, todo
en la casa limpio y recogido, y decidí darme una vuelta por la librería del
Corte Ingles mientras mi Ed se quedaba viendo un partido de futbol de segunda y
más tarde, según él, un importante partido. No se gusto le tienen a ver 25
pares de piernas peludas persiguiendo como locos un balón; con lo bonito que
seria que cada uno tuviese su balón, al menos los árbitros tiene sus pitos
individuales, no me los imagino compartiendo silbato…
Allí
en la librería me podría estar horas y horas viendo las últimas novedades, los
de bolsillo, hojeando, fisgando, toqueteando. Me encanta ese momento sin hora
fija en la que estar viendo libros, una manía como otra cualquiera solo
superada por una buena librería de libros de viejo…los libros carísimos, los de
novedades, claro, y hay tanto donde elegir, me hubiera llevado mi buena docena
si no fuera por el precio y mis posibles. Me decidí, al final, por “El tiempo
entre costuras”. Deje con pena “Maldito Karma”, Siete vidas de
John Grishman, Se lo que estas pensando
de John Verdon, El pasaje de Justin Cronin, El Sindicato de Policía Yiddish de Michael Chabon. (Bolsillo), etc…
Al
salir en un momento me pareció ver a Mara y sus compinches entre frascos de
perfumes y maquillajes…cuando un aviso por megafonía anunciando vete tú a saber
que veo que mi hija se pone a gritar: “¡no!
otra vez las voces, ¡no!"… "¡no! otra vez las voces, ¡no!”…"¡no! otra vez las voces, ¡no!"…. con las
manos tirándose de su hermoso pelo se tira al suelo y se pone en posición fetal
mientras sigue gritando "¡no! otra vez las voces, ¡no!"… “¡no! otra vez las voces, ¡no!"… "¡no!
otra vez las voces, ¡no!”…"¡no! otra vez las
voces, ¡no!"
Corrí
a su lado como una loca, la loca que soy, como un alma en pena, mientras
palabras e ideas fugaces vinieron mi
mente como locura, ataque sicótico, síndrome bipolar, posesión diabólica…pero
ya llegue tan tarde como que la estaban atendiendo dos chicas de la sección que
no sabían que hacer. Las aparte con cierta brusquedad y la cogí en mis brazos
mientras no ella dejaba de murmurar: "¡no! otra vez las voces, ¡no!"…
"¡no! otra vez las voces, ¡no!"…hasta que se dio cuenta de que era yo la que la
tenía en los brazos y le hablaba tratando de tranquilizarla, de hacerla volver
a la realidad del mundo. Se incorporo
medio asustada con los ojos abiertos como platos de comer, miro a sus compis
como diciendo y ahora que hago, me guiño un ojo, el derecho para más inri, me
sonrió con una cierta timidez y salió escopetada entre sus amigas que le hacían
como una protección contra la gente, una barrera para que no la pudieran seguir
nadie.
Me
quede boquiabierta y en medio de una gran confusión….decidí hacerme la tonta
ante la situación así que a las dependientas y vigilancia pues lo de siempre,
solo ayudaba, no sabía quién era aquella chica, no entendía lo que había pasado
pero sí que me había llevado un buen
susto…la multitud se fue disolviendo como el azúcar en una buena taza de
café. La buena de la encargada de la sección me trajo una silla y un café bien
cargado, me devolvió al bolsa con el libro que había dejado caer al suelo y
hablamos, durante un rato, de literatura, de precios, de las bromas
gilipollescas y de los hijos…¡como no!
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