Mara y su padre.
Poco a poco en mi cabeza ha entrado un extraño
convencimiento, Ed, el padre de Mara, desde hace un cierto tiempo, la rehúye,
la evita siempre que puede.
No es algo palpable y, es posible, que Ed no se cuenta de
cómo esta actuando. Con la niña delante
esta siempre a la defensiva, apenas habla. No mira a la niña más cuando es
imposible no hacerlo.
Pero lo peor es cuando Mara llega al salón para hacer los
deberes y el, de pronto, sin venir a cuento, se va a la habitación a ver no se
que papeles o a tumbarse en la cama pues se siente muy cansado. Estamos en la
cocina, viene Mara y se va rápidamente al baño. Al principio me preocupe pues
pensé que tenía diarrea o el vientre ligero pero no. No es normal que vaya al
servicio cinco o seis veces en el día. Y esto dura ya demasiado tiempo.
Las cenas empiezan a ser un poco espesas. Mara habla por los
codos, yo la incito para que siga contando todo lo que le pasa por el día en la
escuela y, ella, habla y habla y habla. Javi, su hermano, la pincha cada vez
que puede y ella le deja meter baza. Ed, enfrente, se centra en su comida con
una obsesión realmente risible. Asiente de vez en cuando. Un “Aja” muy de
Pascuas en flores y es el primero en empezar a recoger la mesa e irse.
Yo se que la quiere con locura. Le he visto llorar de cariño
por ella cuando dormida iba a verla y le depositaba un beso dulce en la frente.
He visto su preocupación cuando se iniciaba en la playa y jugaban los dos con
las olas como dos niñitos pequeños. He visto como le enseñaba a montar en bici.
En sus primeros años le encantaba prepararle el biberón y dárselo. Le enseño a
comer, a andar. Cuando venia del trabajo, la niña, como si lo oliese, salía
corriendo a sus brazos que la levantaban y le hacían el avión o el helicóptero.
Como la niña, que los pocos días que se despertaba antes de que el fuese al
trabajo, se le abrazaba a la pierna para que no la dejase sola.
Ya se que estamos en una etapa muy difícil y, estoy
convencida, que lo que tiene es miedo por ella. Esta un poco asustado, el
pobre. Tengo que pincharlo para que reaccione, no se encierre y vuelva a la
relación abierta y bonita que tienen los dos. Hacer que las cosas que Mara le
sueltan no le hagan daño, que sepa que son frases que dice sin saber, muchas
veces, que pueden hacer daño. Es una niña, su niña, la niña de sus ojos. No
quisiera que perdieran esa preciosa relación
Es como aquel chiste:
“A los dos años el
padre coge al niño, le da besos, lo estruja y dice: “Estas para comerte”
Cuando entra el mismo
a los catorce años, melenudo, mal vestido y, posible, con alguien colgado de su
brazo, el mismo padre piensa: “Por que
no te comí cuando lo pensé”
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