Mara y la paternidad.
Tras tempestad, la calma chicha. Los elementos se preparan
para la siguiente jugada, sabemos que será salvaje y mala. Si, después de la
tempestad vuelve la calma, el tiempo de recoger a los muertos y sanar a los
heridos. Pero hay heridas que nunca sanaran, son heridas en el alma, cortes al
corazón. Una frase hace mas daño que un cuchillo de plata, una frase inocente
que se clava y se adhiere a tu alma y te va devorando.
En la cena, Mara, estuvo espectacularmente callada, llevaba
así unos dos días. Algo rondaba en su cabecita. Cierto que dedicaba mucho
tiempo a los trabajos de la escuela, se estudiaba las lecciones que después me
pedía le preguntase, ordenaba sus cosas. Un tiempo que presagiaba algo y había
que estar vigilante por donde soplara el viento. El vendaval vino del norte,
gélido y tormentoso como el invierno que se nos acerca.
Alzó, su cabeza, se echo el pelo hacia atrás, me miro con
tristeza y se lanzó a degüello.
-Mami ¿soy adoptada?
A pesar de estar prevenida me cogió, como siempre, en fuera
de juego, pero la mejor respuesta es la directa.
-No, no eres adoptada, si lo sabré yo y mis mareos y mis vómitos
y mis puntos del parto. ¿A que viene esto, Mara?
-No, por nada. -Contesto con un encogimiento de hombros y
siguió- pero el problema es que aunque fuera adoptada no me lo diríais. Luego
¿Cómo saber la verdad?...Es lo mismo.
Poco después, cuando pensaba que el tema se había cerrado,
en falso, por supuesto, pero cerrado por ese día, se dirigió a su padre y le
pregunta de si estaba seguro que él era su padre biológico y como podía estar
seguro, así, tan tranquilo; se ven tantas cosas en el mundo; que podrían
hacerse un test genético de paternidad para confirmarlo, que solo cuesta 300 euros.
Que la madre es otra cosa, pero la paternidad…Por ejemplo, le dice, te vas de
viaje a la obra, mama se encuentra con un antiguo novio, una noche loca de
recuerdos, tu no te puedes enterar, a lo mejor unas copas de mas, la vida
continua y, zás, nazco yo. Pero no sería tu hija, sería la hija de mama y de su
ex-novio. Así que dime ¿Cómo sabes que soy, de verdad, tu hija? ya se que me
quieres, y yo te quiero muchísimo, eres el mejor padre del mundo pero, ¿No
tienes una duda? ¿Una mínima duda? Incluso no nos parecemos en nada. A ver,
¿Qué tengo yo de ti o de tu familia? Nada, lo ves, nada.
Ed, pobre Ed, nunca espera las locuras de Mara, y todas lo
cogen en otro mundo, reía de forma un poco histérica, descolocado, y se puso ha
hablar de confianza, de amor, de seguridad, de mi y mi carácter, de que era su
hija, que no se cuestionaba nada de lo que la niña decía, de forma balbuceante
y un poco patética.
Pero, crecida ante las explicaciones de su padre, Mara
atacaba como una serpiente venenosa, mordiendo, directa a la yugular de la
persona que, ella lo sabia, jamás diría algo que la lastimase por amor, un amor
paternal y loco como el que Ed le tiene.
-“Pero papa, que las mujeres tenemos nuestras
necesidades, nuestras fantasías pero
también somos arpías como Eva, sabemos engañar, el arte de la seducción, es
innato a nosotras. Yo creo que te lo tienes que plantear seriamente. Es lo
mejor para ti. Piensa ¿nunca hubo algo raro en mama, algún día, alguna noche,
algún encuentro?...”
La corté yo, me estaba haciendo daño. Le reñí, le dije que
estaba incordiando a su padre y, a la vez, me estaba haciendo daño a mí pues “Diciendo
eso estas diciendo que yo soy como una puta, ¿No?, una engaña hombres, una mal
mujer. ¿No decías que yo era muy sincera y eso me traía problemas, muchos
problemas por decir siempre la verdad?”.
Bajó la cabeza mirando de reojo. Vio, notó, comprendió más
bien, que estaba furiosa con ella, que se había pasado tres pueblos y medio.
Fue hacia su padre, se le sentó en las rodillas, años ha que no lo hacia, le dio
dos besos y le dijo:
“Me parece que tendré que dejar de ver tanta telenovela o
mama me matara un día de estos.-Se levanto recogiendo los platos de la mesa,
¡Mara, mi Mara, recogiendo la mesa!- Pero ya sabéis, cosas de esta cabecita de
adolescente. A aguantar.”