Mara y sus primeras llaves.
Una broma es una broma, unas llaves no son una broma.
Termine por dar una cierta independencia a Mara (algo así
como un voto de confianza a una niña de once años) y, después de mucha murga
por parte de ella, le hice una copia de las llaves de casa, le puse una pequeña
correa para que pudiera colgárselas del cuello y se las entregue. La primera
reacción fue, como siempre, explosiva: gritos, saltos, abrazos, besos, risas,
promesas.....pero, después de un rato, con las llaves en el cuello, empezaron
las eternas cuestiones llenas de suspicacia y temores.
-Pero, mami: ¿tú estarás, como siempre, aquí, en casa cuando
llegue del cole?
-Sí. Estaré aquí como siempre estoy. ¿Adonde voy a ir?
-¿No iras a dejarme en casa sola aprovechando que ahora que
tengo las llaves?
-No, pero, oye Mara, vamos a ver: ¿no me llevas pidiendo las
llaves mas de un año, día si, día también?
-Sí pero...
Se dio media vuelta con un mohín en sus labios y no volvió a
decir nada sobre el tema. Mas tarde, veo, con cierta sorpresa, las llaves sobre
la cómoda del recibidor.
-Mara, ¿son esas tus llaves?
-Sí, déjalas ahí. Ya las cogeré mas tarde, no te preocupes
no se pierden. Me contesto desde su habitación con la puerta medio entornada.
Una mala impresión me vino en ese momento, algo me decía que
las cosas no iban a ir nada bien.
Al día siguiente, ya de regreso del colegio, Mara llamo al
timbre, como todos los días. Le abrí viendo que las llaves seguían donde el día
anterior.
-Hola cielito, un beso, ¿Porque no llevaste las llaves? ¿Te
las olvidaste?
-Si, bueno. Me las olvide, mañana a ver si me acuerdo.
-Quedamos en que las llevarías y harías un buen uso de
ellas.
-¡Bueno!, mañana, no es importante, no te preocupes.
Antes de preparar la cena, ya al atardecer, vino la guinda a
la historia, suceso que tenia que haberme puesto sobre aviso, pero no fue así:
-Mara, por favor, ve al súper y tráeme un kilo de harina y
una docena de huevos. Llévate las llaves que voy a aprovechar para darme una
ducha mientras tanto.
-Vale mami.
Se fue y cuando ya iba al cuarto de baño las veo donde las
había dejado el día anterior, seguían encima de la cómoda del recibidor. Las
llaves estaban donde siempre.
¿Que esta pasando?-me dije, ya sin la idea de meterme en la
ducha antes de que volviera del recado.
Y volvió Mara llamando a la puerta que tuve que abrir:
-Mara ¿no te dije que llevaras las llaves? No he podido
ducharme.
-Mañana, mami, no me apetecía, no te preocupes.
Y así fue pasando un mes tras otro hasta ayer, una
emergencia.
-Mara, cielito, tengo que ir a visitar a una amiga que está
muy enferma, así que coge las llaves y, cuando vuelvas del colegio, si no estoy
aquí, prepárate la merienda. ¿De acuerdo? además, lleva el móvil para poder
estar en contacto.
-¡Sí! No te preocupes mami. El caso......es que no encuentro
mis llaves. Mami, ¿sabes tú donde están
-Están donde siempre, encima de la cómoda del recibidor,
donde las pusiste el primer día. No se han movido de ahí en varios meses.
-Pues aquí no están. Me respondió.
-¿Cómo no van a estar ahí? Llevan ahí más de dos meses.
-Míralo tu mami. No están. De verdad.
-Ve y mira en tu cuarto, por casualidad. Yo mirare en el
salón.
-En mi cuarto no las veo. Me tengo que ir a clase. Adiós.
Me dio el beso de rigor y con la mochila al hombro, se fue,
dejándome en la búsqueda de las llaves perdidas. Reconozco que soy una
maniática del orden y las llaves me dan mucho miedo; solo en pensar que se hubieran perdido me ponía frenético y
ya pensaba en cambiar la cerradura de la casa como lo más urgente. Así que no
pude salir y me pase todo el día buscando las dichosas llaves de Mara. Todo un
día buscando unas malditas llaves por el salón, los dormitorios, el cuarto de
baño, la cocina. Revolví toda la casa por unas malditas llaves de mierda.
Así estaba de cabreada, muy cabreada, cuando regreso Mara
del colé. Le abrí la puerta, me beso y se fue directa a prepararse la merienda.
-Mara cielito, por favor, ¿seguro que no cogiste las llaves?
Llevo todo el día buscándolas, he revuelto la casa, mirado en todos los
cajones, en las cajas, en las maletas, hasta he buscado en la nevera, detrás de
la cocina. Si no las encuentro tendré que llamar a un cerrajero y cambiar las
cerraduras de la puerta. ¡Vaya Cristo!
-Seguro que yo no las cogí, mami. Ya sabes que las tenía
ahí, donde siempre.
-Ya lo sé y eso es la que extraña.
La mirada de Mara, entre bocado y bocado, se escapaba rápida
a su oso de peluche azul que estaba sobre su cama, en el dormitorio y,
rápidamente volvía a mirar al suelo o más bien a la puntera de sus zapatillas.
Yo seguía volviendo patas arriba la casa, por tercera o cuarta vez.
Una última mirada suya me hizo decidirme. Cogí el peluche,
lo agite, lo estrujé y nada. Una sombra extraña paso por sus ojos, fue una
milésima de segundo, un destello de preocupación, de miedo, de esperanza, todo
concentrado en mis manos con su peluche azul. Con la desesperación que tenía en
ese momento estruje brutalmente el
muñeco arrancándole, sin querer, la cabeza cuando note dentro algo duro.
Busque con cuidado y vi un pequeño descosido en el lugar que correspondería con
el culo del mismo, por debajo del pequeño rabo. Metí un dedo y
saque.............. ¡Las llaves!........Si las miradas mataran, Mara habría
muerto en ese momento, tal fue la intensidad de la furia y rabia que me embargó.
Pero no dije nada, solo fui a mi habitación, cerré la
puerta, y llore con las llaves en la mano.
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