Sunday, November 29, 2015

Problemas en las playas (13): Mis viejecitos..

Mis viejecitos..

Con ello, quien no lo ha sufrido porque, si, los viejecitos también van a la playa y, casualmente se ponen durante esos quince días a tu lado. Normalmente es un grupo muy animado, todos juntos al empezar la mañana y al caer la tarde. Hablan sin parar y cuando se les acaba las historias de sus vidas comunes empiezan con chistes a cual más irreverente y verde. Mil anécdotas de embarazos, de cólicos, de los problemas de la menopausia, de los cuentos de la vecina, de las herencias que no fueron o de los problemas que dejo una tierra. De próstatas y riñones con mas que piedras, canteras inagotables de dolores y visitas a urgencias. De las ristras de medicación por la mañana, por el mediodía, por la tarde, al ultima de la noche, antes de acostarse y de las que dejan a mano por si las moscas.

Empiezan, con el desayuno y el primer saludo,  con los sufrimientos y el no dormir de la noche pasada; alguno con la cena que le sentó mal. Siguen con sus achaques que se les van produciendo como en una competición a ver quién es el más enfermo. Terminan con el consejo, siempre los mismos, sobre que tomar y que no tomar y es que la medicina avanza que es una barbaridad. Es el famoso frente de juventudes, el que te informa de los milagros del Prozac, de la maravilla durmiente del Tranquilmazin, las fases liosas del Sintrom para aquello de la viscosidad sanguínea y evitar los riesgos de trombos, la nueva insulina que es una maravilla y que permite comer mucho más y con menores riesgos, el Trombocid para darse todas la noches, una maravilla como deja descansadas las piernas y es que el calor es una penosidad añadida, la Buscapina para cólicos de cualquier tipo , el Valium mágico y misterio, y un largo etcétera. Terminas siendo un experto en enfermedades y en medicinas y solo en diez u once días que es lo que suelen durar a tu lado. Aprendes como hacer del servicio de urgencias tu segunda casa y como debes llevarles, de vez en cuando, algunos bombones a las enfermeras que son un encanto.

Dejan, cuando se van, un vacio inmenso y unos oídos más descansados aun. Lo notas en el silencio del comedor del hotel, en las maquinas que casi funcionan solas...y, al tiempo, los echas de menos pues te recuerdan tus barrios de niño, tus familiares lejanos, tus padres que aun viven y a los que debes ir a visitar…se van dejando una falta de ternura inmensa a pesar de todo.

Empezábamos por la mañana en el desayuno que es una continua queja de achaques mientras cogen y devoran del buffet del hotel tostadas, panecillos, frutas…como decía una viejecita al lado de nuestra es mesa, comed que es gratis, ya esta pagado. Cuanto más, mejor. Allí sentados te enteras de a quien se le escapo el que, quien no pudo dormir mientras no tomo el no sé que, de quien durmió sentada, de quien le dio el ataque del riñón derecho y quien padece  y, de pronto, al unisonó, todos sacan unas cajitas que contienen la mezcla de pastillas ordenadas por día y toma. Claro, las ves, y te dices que casi desayunan ya con las decenas de pastillas que toman. Unas cajas alargadas, curiosas y ordenadas me imagino para esos días de asueto. Me asusta pensar que, algún día, sean así mis cajas de medicinas.

Tal como entraron se van, unos de vuelta a las habitaciones para preparase, otros los menos ya en dirección playa no sea que pierdan el sitio de siempre, el de al lado  nuestro para nuevas lecciones de vejez y aguante.

Son encantadores, son nuestra gente.

 

Wednesday, November 25, 2015

Problemas en las playas (X12).- Lecciones de anatomía en las playas.

Lecciones de anatomía en las playas.

Hay algo que todos estaremos de acuerdo y más hoy en día, con las modas actuales, o  eso espero pues es uno de esos comentarios casi generalizados a todas horas en las playas, sobre todo en esos primeros días en que llegamos blanquitos, muy blanquitos, somos la leche de un paquete de cafés oscuros que se mueven y pasean luciendo palmito y color. ¡Sí! Lo habéis adivinado, son las impresionantes lecciones de anatomía de ambos sexos que recorren nuestras costas como si tal cosa ¡y vaya cosas!.... ¡lo que se ve y se presiente!...que raya, en muchas ocasiones, en el peor de los gustos.

Queda en un segundo lugar, las tremendas lecciones de medicina y geriatría que se sufren y se viven en las playas pero eso, es otra historia, otro capitulo para los anales de este blog inofensivo y olvidado.

La primera es evidente por los ojos desencajados, fuera de sus orbitas, de los jóvenes y no tan jóvenes ante los exiguos bikinis  y grandes top-less que se amontonan en nuestro lado para desgracia de la pobre mujer que con sus cuarenta y tantos se empieza a comparar con las chicas del entorno y no para de traumatizarse una y otra vez, olvidando sus dos o tres embarazos  y demás… La verdad es que hay trajes de baño que miden menos que los billetes con que se pagaron resaltando, además, aquello de trajes que valen de forma proporcionalmente indirecta a su tamaño. Hablando en plata, que cuantos más pequeños son más caros cuestan.

Y hay de todo, como en botica. Desde pechos gordos  y sebáceos que se desparraman como medusas fundidas en las arenas, pechos diminutos casi de niñas núbiles, pechos colgantes por fuerza de la gravedad universal, pechos enhiestos amenazando a todo quinqué con sacarle un ojo de la cara, pechos con pezones que se levantan en un canto de luna sin saber del tiempo que no suele ser generoso, pechos que se erizan al contacto con el agua fría formando una nebulosa de estrellas que brillan de forma atrayente y subjetiva. Con ellos las mil formas de los ombligos (para dentro, para fuera, extendidos, minúsculos….); las piernas algunas tan largas como kilómetros del desierto o un día sin pan, brazos esbeltos y de mármol, colgaduras fofas y vacías marcadas por el carnet de identidad,  etc., etc., un largo etc... Y con ellos los patizambos, los paticortos, los musculados…y esos bikinis que nadie sabe cómo, será magia potagia, no se caen de la caderas de su poseedora en un equilibrio que bordea las leyes de la física.
Y restos de operaciones que se exhiben como  heridas de guerra, casi con orgullo, aunque nosotros, los normales, desviemos la cara ante su presentación en frente nuestro. Cicatrices que hacen que alguna película gore se quede corta.

Y tatuajes de mil tipo y color, en miles de sitios inhóspitos que no sabemos cómo es posible hacérselos ¡ahí! Justamente hay. Y, como en el chiste de la manzana… ¿Qué no sabéis el chiste de la manzana?...Bueno: “lo peor de comer una manzana no es encontrar un gusano…es encontrar medio gusano”. Pues así. Pasa un/a joven por tu lado y observas medio tatuaje en salva se la parte, la otra mitad se mete de forma alucinante bajo el bikini y tu imaginación va camino de lo que habrá escondido….

No hay más solución posible que estudiarlas como una lección de fisiología animada y en movimiento...alguno,  para ello, se dota de instrumentos de laboratorio secreto como esas gafas reflectantes y negras que dejan ver pero no dejan que te vean la dirección de los ojos. ¡Ja, ja, ja! Son normalmente ya experimentados cuarentones y calvetes, de tripa cervecera,  que no se dan cuenta que si no se ven los ojos si se ve la dirección de sus miradas. Dan pena, dan lastima y, muchas veces, no se dan cuenta de las miradas lastimosas de sus mujeres que están al lado…

¿Para qué ir a clase a estudiar biología? Esta toda y a la vista en nuestras playas. Podemos seguir músculos y huesos. Muchos músculos y muchos huesitos. Mucha foca y mucho palillito de pasar hambre. De todo, como en botica.

La mayoría de las mujeres, las normalitas,  miran con envidia y casi se tapan con sus toallas, sus pareos y sus sombrillas cuando pasan esas jóvenes, o no tan jóvenes, con su naturalidad al aire que, por cierto, no existe y hace un calor que “te cagas”. Eso de los cuarenta y poco a la sombra es un decir, no hay sombra que valga. El gesto un poco hosco al ver al marido como mira y mira y mira muchas veces detrás de unas gafas negras pensando en que no se cómo mira y mira, total, todas tenemos lo mismo y en los mismos sitios…Y pensando en que ella algún día fue así y no esa tripita del último embarazo que ya no se quita, esos pechos caídos y que la parte superior del bikini no es capaz de levantar un mínimo vital. Esa papada que no es suya, no es suya, nunca la tuvo. Esa piel de naranja que la hace tan fea. Esas colgaduras  en los brazos. Esas varices  que, precisamente y con mala leche, están en las zonas más visibles. Ni el gimnasio, al que se apunto veinte veces y fue veinte veces, es capaz de solucionar un poco ya los estragos del tiempo. Y la delgadez no arregla nada tampoco, si vas delgada vas llena de arrugas como una pasa seca y desabrida, hasta con mal humor; si vas gorda pues vas… ¡ayayay!

Y el otro lado del espectáculo son los hombres jóvenes  con esos diminutos bañadores que muestran unas tabletas de chocolate producto de muchas horas de gimnasio y de pasar mucha, pero que mucha hambre. ¿Y porque se ponen esos taparrabos? Porque llamarlos bañadores parece mucho, Casi nos dan ganas, al resto de pobres mortales ante nuestra tripita, de sacar la hoja de parra y taparnos de alguna forma adicional para evitar posibles y negativas comparaciones.

Y están los hombre de barriguita cervecera, que son los peores, luciendo un palmito que no tienen y unos músculos que tampoco tienen salvo ese bíceps derecho, el de levantar la jarra o la litrona con asiduidad. Eso sí, llevan unos diminutos taparrabos, mínimos y ajustaditos, total, ellos no se pueden ver por más que lo intenten…el ridículo si lo hacen que te cagas pero ellos a lo suyo.

Y claro, los niños, benditos críos, señalan y cuchichean. Y se pasean distraídos, como si nada, viendo algo por aquí, otra cosa por allá…cuchicheando entre ellos y ellas, comentando y comentando y aprendiendo más de lo que debieran, o no, quien sabe, en estos tiempos. La primera fase son las “tetas” y las “tetonas” (tanto críos como crías)….le siguen lo de los culos gordos y llamativos ante los tangas malditos…pasan al pito y los guevos ante los bañadores que enseñan más que tapan…

Lecciones de anatomía de la forma más natural imposible en los incomparables parajes de las playas hispanas, en la arena dorada y limpia, con el arrullo del mar océano que nos envuelve como en una perfecta sinfonía polifónica… miramos con envidia a una juventud casi perfecta, anatómicamente hablando, claro, limpia y sana mientras nosotros nos refugiamos en nuestros años, en nuestro sobrepeso ligero, en nuestras arrugas, los achaques de la edad, en acordarnos de que algún día fuimos  así o mejores aun, en que vivimos y el sol calienta por igual a todos…

Friday, November 20, 2015

Problemas en la playa (11).- Los problemas de la “caca”

Los problemas de la “caca”

Seguro que no os habéis fijado y sin embargo  sufrido más de una vez. Esto lo sabemos muy bien por experiencia sobre todo las sufridores madres, cuando al terminar el agotador día, nos sentamos en el sofá, los niños ya están dormidos, y nos ponemos a ver la  tele o hacer punto o leer un libro o a dormitar simplemente, que como un principio general que nos viene a la cabeza es: cuanto más lejos estés de un wáter más probabilidades hay de que tu hijo te pida cacas.

Por ejemplo, a la salida del colegio. Hace buen tiempo, coges al crio después de saludar la profesora, encantadora ella, y después de los besos de rigor  coges la mochila, le das el bocata y empezáis a caminar. Todo va bien, todo perfecto. El crio va comiendo con ganas, enfurruñado primero, tiene mucha hambre, el silencio es casi opresivo. Conforme su estomago se va llenando el cabreo va desapareciendo y ya comienza a hablar. Que si patatin, que si patatan. Pequeñas tonterías, pequeñas cosas. Te cruzas con otras madres con sus niños, tatas que llevan a otros, y algún padre más que viene, son escasitos en número. El niño acaba el bocata, le das la botella del agua y se da un largo trago de agua mineral y se pone con las galletas de chocolate, las de siempre, las que le encantan, las “príncipe”, no es publicidad pero tiene que ser esas y no otras. Está hablando de los castigados de ese día, él no, él, en la mesa de los juegos con los que se portaban bien. Estáis a medio camino de casa, ante el enésimo semáforo, rojo como siempre. El niño te da la galleta, se lleva la mano al vientre y dice “que se caga”. Por un lado volver al cole es absurdo, pero también falta otro tanto para llegar a casa; el autobús imposible, no quedan muchas opciones y piensas que como se te cague en la calle pues, a ver… “cuanto más lejos estés de un wáter más probabilidades hay de que tu hijo te pida cacas.”

Otro ejemplo, salida de fin de semana. Todo preparado, el coche abajo esperando, los críos yendo al servicio, lavándose los dientes y en marcha. Un día primaveral en el que vais a pasar un día juntos, fuera de la ciudad y de la contaminación y de los ruidos. Un pequeño cambio en la rutina diaria que se agradece. El coche arranca con su sonido suave, como un gato a gusto bajo los rayos de sol. Avanzáis entre cuatro carriles y siempre hay algún loco saltando de un lado a otro. Lentamente os acercarías a la salida y entráis en la autovía. Lo primero es que hay que parar por la gasolina, qué más da. El bolsillo se resiente pues los precios actuales son una barbaridad. Ya en marcha de nuevo, los críos detrás, se portan bien, están emocionados por pasar un día fuera y comer fuera, también. La ciudad queda atrás. El niño te llama cogiéndose las tripas con sus dos manos y poniendo cara de oveja degollada te dice “que se caga”. Miras con cierta locura que no hay salidas de la autovía por donde estáis, todo está desierto. Le preguntas que por qué no lo hizo en casa, es mejor no preguntar. Le dices después por qué no lo dijo en la gasolinera, “no tenía” será su respuesta; es mejor no preguntar. Le dices al conductor, con cierta resignación,  que hay que parar y si es en una estación de servicio, lo primero que encuentre,  mejor que mejor…. “cuanto más lejos estés de un wáter más probabilidades hay de que tu hijo te pida cacas.”

Otro, son tantas las posibilidades. Vacaciones de verano. Día de playa total, a quien no le habrá pasado… Todo puesto en la arena rubia, las toallas tendidas, la sombrilla bien clavada, la bolsa cerrada. El sol pega fuerte. La crema protectora ya extendida por unos cuerpos casi morenos. Los niños corriendo por la arena, jugando haciendo castillos, salpicando, rompiendo olas o saltándolas. El agua, a tus pies, te ofrece la relajación del baño, dejarse mecer por las olas y acariciar por la brisa suave y fresca. Avanzas y metes los pies en el “guuuaaaayyy”, con un repelús por el contraste de temperatura que es agradable. Avanzas, te vas mojando las muñecas, el cuello, la cabeza. Ya  vas a darte la zambullida final cuando viene a lomos del viento, casi rompiendo tu oreja, “¡Maaamaaaa, que me cago!”. Miras con ojos de loca en todas las direcciones y ves como todo el mundo está enterado y os miran como diciendo otra al bote (la solución maligna a espaldas de todos ya está fuera de nuestro alcance). Te quedas como la mujer de Lot, una estatua no de sal pues en el agua duraría poco entera y de una pieza. Sales del agua con prisa viendo al crio haciendo fuerza para “no cagarse” y a la cría retorciéndose de risa por su hermano y señalándolo con el dedito. Te pones las chanclas, le pones las chanclas, lo agarras por un brazo de forma más brusca de lo debido y a buscar los servicios de un chiringuito que, por casualidad, está lejos, lejísimo…“cuanto más lejos estés de un wáter más probabilidades hay de que tu hijo te pida cacas.”

Tiene un añadido, una desesperante y kafkiana continuación: “cuanto más lejos estés de un wáter más probabilidades hay de que tu hijo te pida cacas…y cuando lo encuentras esta siempre ocupado”

Pero esa es otra historia….

Tuesday, November 17, 2015

Problemas en la playa (10):- Paseo veraniego por la montaña.

Paseo veraniego por la montaña.

¿Te gusta pasear por el campo o por la montaña? Lo entenderás o, quizás, ya te habrá pasado y más de una vez. ¿Quién no ha pensando en hacer una escapada por la montaña con los suyos en un día de verano?...Es verano y el paseo por la montaña es apetecible. Pero no el pasar un día en el campo,  paseo y bocadillos y bebida, no, hacer un buen recorrido, uno de esos circuitos marcados que hacen de la marcha toda una experiencia. No entiendes la inicial reticencia de la mujer, la vagancia del chico, el gesto de asco de la chica: que si mucho calor, que si polvo, que si bichos por el camino, que si los mosquitos….Convences a los tuyos, mas mal que bien, preparas todo y…el día señalado los metes a disgusto, ¡que caras ponen! en el coche y en marcha.

Las quejas se oyen todo el camino. Las de los tres, porque tu ni mu. Conduces y ya esta.

Estas haciendo el circuito circular de los siete picos, en Navacerrada. Vas tú con tu pareja y los dos niños que ya están un tanto fogueados en estas lides. Es verano, no hace mucho calor y vais bien preparados: buen calzado para andar por el monte, camisas holgadas y cómodas, buenos calcetines de algodón, pantalones y unas mochilas pequeñas y cómodas para la mujer y tú. Antes de salir la crema protectora y unos gorros.

El camino es fácil, está bien señalizado y empezáis. Los arboles os rodean dando una calidez inesperada. Hay otros grupos que van a distintos ritmos que vosotros. Los hay mucho más rápidos y, también, otros mucho más lentos.

Buen ritmo, acompasado. Las cantimploras suenan un poco con un vaivén que dice que el ritmo es vivo, bueno. Paso a paso se va lontano. Apenas hay desniveles, hay sonrisas y animo.

Los pinos se cierran sobre vuestras cabezas,  se van haciendo cada vez más espesos a nuestros lados. Subiendo llegamos a “El mirador de la Reina”. El camino es el correcto y llegamos a la que creemos es la calzada romana. Hay historia en las piedras que pisamos, hay cuentos y leyendas. Paramos a beber y comer algo. Hay un ambiente bueno y animoso. Hay espíritu, energía renovada.

Decidimos volver sin hacer todo el circuito circular. Damos la vuelta y Javi se encuentra un poco mal. No parece nada importante pero mejor prevenir que curar. Hay un pequeño desvió que parece va en dirección derecha a la estación. Lo cogemos aun en contra  de la oposición de la mujer que prefiere lo largo conocido a lo corto sin conocer. La animo y le digo que no se preocupe que por ese atajo en menos de media hora estamos en la cafetería y bien.

Como no puede ser más, si coges un atajo siempre, siempre, es ancho y bien marcado para desaparecer a los trescientos metros. No hay para adelante y, cuando te das la vuelta, te encuentra en que todo está igual, no hay vereda marcada, no hay senda, por no haber ni notas las pisadas vuestras. El camino esta duro por el calor y no hay huella, solo polvo. (Es la primera regla)

Decides sortear arboles en dirección a la que piensas que es la correcta. Vais cada vez con más problemas y…aparece  un afloramiento rocoso. Más problemas, son risco y hay que ayudarse de la mano. La mujer se pone de uñas y empieza a cabrearse. El crio se queja. (Segunda regla: por un atajo pasados lo trescientos metros se pone peor. Tercera regla: poniéndose peor aparece el cabreo y peleas en el grupo)

Pasa la media hora y la hora entera, estáis cansados y, de pronto, como en la luz, aparece una señal en los arboles: los puntos amarillos que llevabais siguiendo desde el principio, antes del atajo. La fuente esta allí, ¡habéis vuelto al sitio de origen! Incluso para tu desesperación, ves la vereda que te marco la idea brillante del atajo. (La famosa cuarta regla: vayas por donde vayas llegaras a donde no quieres volver). La mujer te la clava en todo lo alto y se pone en la dirección correcta sin decir ni mú, la larga pero la adecuada, los críos la siguen con una sonrisita en los labios y tú los sigues como puedes un par de metros mas atrás. Parece que el malestar de Javi ha desaparecido como por arte de magia, las muecas de disgusto también desaparecen y,  al cabo de una hora escasa estáis en la cafetería.

Te sientes mal, habéis perdido mucho tiempo y el cansancio Ha hecho mella en los dos críos que cuando te miran se sonríen sin disimulo y es que: “Por definición, un atajo es el camino más largo entre dos puntos.”
No solo eso, los atajos desaparecen cuando los has tomado, se hacen impracticable; cuanto más avances peor serán, los cabreos en el grupo serán el pan de cada minuto y siempre, solo si tienes suerte, acabas donde empezaste.

Sunday, November 15, 2015

Problemas en la playa, (9).- ¿Hablamos del verano?...

¿Hablamos del verano?...

¡Sí!

Verano es calor, es sudor por todo el cuerpo, es un nudo en la garganta que se constriñe como el cauce de un rio estival y es sed, esa sed espesa, caliente y pastosa que te hace buscar como sea una gota de agua. Pero Murphy en verano, maldito sea, también funciona como un preciso reloj suizo y cuando hay sed, o no hay donde beber o no  llevas algo de dinero para tomarte una caña en el chiringuito de la esquina o estas sin camiseta y sandalias y no te van a dejar entrar así en algún sitio o el kiosco de bebidas y chuches está cerrado.

¡Es Murphy!

Y, claro, lo que nos queda es que hay que buscar una fuente pública, que no púdica. Y eso, una fuente pública que como ya debéis saber, ya sois mayorcitos, nada tiene que ver con una mujer pública (u hombre público que tiene un significado altamente diferente al caso de la mujer). En ambos casos nada tiene que ver con el agua que apeteces, necesitas, quieres, anhelas, deseas, añoras, ansias, buscas, sueñas, codicias, aspiras, pretendes, persigues, ambicionas, suspiras por un traguito de agua fresca de pozo en mena de mármol…si por ti fuera, hasta pedirías de rodillas una limosnita de agua por el amor de Dios.

Recuerdas haberlas visto pero no donde. Sabes que las hay a millares, pero no por donde, al menos no por el sitio en el que estas. Pasas al lado de ellas un día sí y otro también. Ahora, que las necesitas, no aparecen tan fácilmente.

¡Es Murphy en verano!

Y la buscas con un raquítico ahínco, el que te deja la bajada de tensión debido al fuerte calor y la chicharrera que está cayendo desde arriba. Sera uno de esos días en que el asfalto se derrite como en aquel gran episodio de “Historias para no dormir de Chicho Serrador” y los pajaritos, los pobres, se caen muertos de los nidos.

Con el tiempo que pasas buscándola, mirando a todos lados, olfateando con ansias mil el rastro imposible de la humedad,  la saliva se hace arena en la boca, esta casi ni se mueve con los goznes maxilares oxidados y hasta el aliento te sabe mal o huele peor, tragar es un suplicio y el estomago esta reseco y vacio y áspero y llenos de gases y ruiditos.

Buscas y, al final, (playa de bandera azul, paseo marítimo de precios astronómicos y comisiones varias más allá del dos por ciento, plaza principal del pueblo, parque lleno de arboles o jardín austero o medio asolanado), es obligatoria, la encuentras allá en la lejanía. Te aflora una sonrisa, ya te deleitas, de forma anticipada, pensando en beber, casi notas el frescor del agua en la garganta, avanzas más rápido que nunca…y la encuentras rodeada de cientos de críos jugando a los globitos de agua, toda una batalla campal en la que la fuente es el centro de la acción, son varios equipos enfrentados casi a muerte…pero tú quieres beber y pedirles con educación que te dejen un segundo no es la solución pues, normalmente, puede empeorar el problema planteado que es el de echar un traguito de agua.

¿Pero hay un problema? Se planteara algún lector despistado.

¡Sí! Aparece el problema y las distintas opciones.

La primera posibilidad que se ocurre a toda persona normal es buscar otra fuente que, ya lo sabes de antemano, o no tiene agua o tendrá otras decenas de niños diferentes o iguales jugando a las batallitas de globos de agua con lo que el problemas no solo no estará resuelto sino que vuelve al punto de partida.

La segunda, es la más equivocada, es pedir educadamente, con un poquito de por favor, un segundo para beber… ¿Cómo? ¿Qué porque es la más equivocada?... ¿Pero quién es el ingenuo que pregunta eso?...es que, de inmediato, te conviertes en la victima ideal  para toda la pandilla, se produce una alianza mágica entre toda la panda, enemigos de siempre de todo el veraneo,  y aparte de fusilarte primero (imagínate delante de un pelotón de treinta niños con sus globos preparado y todos a una contra tu cuerpo y no sabiendo, además, cuales son de agua, cuales son de arena, cual es una piedra…), te perseguirán corriendo después por toda la zona que dominan y no te dejaran ni  a sol ni a sombra ¡tirándote globitos de agua…o de arena, que son los peores! La mezcla resultante sobre tu cuerpo o tu ropa es asquerosa. Tu moral por los suelos.

¿No habrá una tercera?, sí, claro que hay otra(s) opción, normalmente hay mas, pero bueno, puedes tratar de hacerte el invisible, colarte de rondón con media sonrisa en los labios, esquivarlos con todo el tino posible, pero, a la hora de ir a beber, recuerda que es Murphy siempre, algo pasara que serás el centro de la atención y eso significa que todos, todos, iniciaran la batalla contra el enemigo principal: TU.

¿Una cuarta?...ya te he dicho que si, que es posible, hay múltiple posibilidades, lo dice la filosofía clásica pero nosotros sabemos, tu también, que solo hay un final y no demasiado digno para esta historia. Puedes entrar en la guerra para disimuladamente acercarte a beber. Le coges unos globos a uno de los equipo y al ataque pero…por arte de magia, es magia, es verano, en una fuente publica de agua en un paseo marítimos, son jóvenes de sangre caliente y ganas de pelea, todos (hasta los enemigos acérrimos de toda la vida) se ponen de acuerdo en una alianza contra natura, todos los equipos de pronto se unen en una alianza inusual y todos contra ti que aun no has llegado al pitorro. No llegaras nunca. La moral por los suelos y la sed que te abrasa la garganta.

Solo querías beber un poco de agua y terminas como el rosario de la aurora, mojado, lleno de arena, mojada por supuesto, y en medio de un grupo de jovencitos que te gritan y jalean  como demonios…y, cuidadito, no se te ocurra defenderte, es peor, hazme caso, es mucho peor pues en vez de “luchar” con unos críos terminas escapando de la furia de sus madres que aparecen como por arte de birlibirloque. Previamente hay una discusión violenta, hay que  escuchar bastante epítetos nada agradables sobre tu persona, más de un insulto procaz y escandaloso, posibles zarandeos nada decorosos, rotura de camisa si la llevas; tú te callas, agachas la cabeza y las orejas, estas alucinado viendo como la situación escapa de tu control, no sabes ya dónde meterte o que hacer y maldices el momento en que decidiste beber…y que no se te ocurra tocar a uno de ellos, acabas en comisaria esposado con un denuncia por pederastia y abusador de críos pequeños…y querer escapar corriendo tampoco es la solución al problema…no…tampoco…

¿No hay solución entonces? Dirá el pesimista y el optimista y el realista (que es no más que un optimista o pesimista bien informado).

¡Sí! La hay pero no creo que sea del gusto de nadie. Rebuscada y cobarde como las buenas resoluciones, eso dice. Te escondes, miras pero que no te miren. No muy lejos pero nada demasiado cerca. Nunca dentro del barrullo, eso  nunca, es lo peor y lo más peligroso. El objetivo, tu objetivo, es ese globo hinchado de agua, rebosante de agua que cae y no explota. Siempre hay más de uno, alguno caerá cerca de tu escondrijo. Alguno podrás coger con disimulo o a la máxima velocidad posible. Eso dice la estadística, Murphy dice otra cosa. Veremos dijo el ciego que nunca vio. Lo coges, lo abres, suelen estar flojamente cerrados y, con cuidado, con fervor, hasta con miedo, bebes su agua….según tu necesidad esperas por otro o te vas. Lo habrás conseguido… ¡Aleluya! ¡Aleluya! o habrás conseguido que todos, digo todos y los que se unan a la fiesta, te persigan encarnizadamente con sus armas dispuestas a todo…

Thursday, November 12, 2015

Problemas en la playa (8): Trucos.


VIII.- ¡Aaaahhhh! Trucos en el coche con dos fieras detrás debidamente sentado y con el cinturón de seguridad puesto.

No intento ser un experto ni nada por el estilo. Cosas hemos intentado y alguna conseguido, otras en el fracaso más absoluto. Los críos son todos diferente y sus pautas del comportamiento, por mucho que lo nieguen los sicólogos infantiles y pediatras,  son totalmente  aleatorias. Lo que vale para uno no vale para el hermano o el amigo. Cada uno es un mundo único y diferente. Es el complejo de “El otro” o “La otra”.

Son consejos a padres primerizo, en eso de los viajes con los niños, más de uno,  en el asiento trasero. Que lo intenten, mal no les va hacer, todos lo hemos hecho y aun sobrevivimos, gracias a Dios.

1.- Canciones infantiles.

¿Por qué?: Es lo más socorrido junto con un casete de siempre. Bueno, ahora se llevan los cedes y, mas moderno  aun, las pantallitas de televisión con Dvd incluido, que son una maravilla. ¡Quien las hubiera tenido en nuestros tiempos!

¿Problemas?: terminan con la garganta seca y se acaba pronto el repertorio. Si hay que aprender algo nuevo se cansan más rápido. Si hay niño hay que desecharlo pronto pues parece ser que lo asimilan menos.

¿Resultado?: Puede durar, en buena armonía, una media hora antes del consabido “Me aburro” o el siguiente “¿Falta mucho?” y empieza por el “Esa es de mariquitas”….

Alternativa: Martillazo en la cabeza, no muy fuerte. Te pueden acusar de agresión a un menor pero…

2.- Adivinanzas.

¿Por qué?: fácil y cómoda, puede dirigir el juego  el mismo conductor haciendo descansar al copiloto un poco, que falta le hará.

¿Problemas?: hay que pensar, por eso hay que ponerlas muy, pero que muy sencillas, muy fáciles, repetidas las más de las veces. El otro es si hay chica en el grupo que como son más rápidas enseguida empiezan a ganar y, claro, problemas con el chico que amenaza con sopapos,  con el consabido que hace trampas y todo eso.

¿Resultado?: Máximo media hora de distracción antes de la tormenta trasera que acaba, como no, con el grito de fiera del conductor y termina con los consabidos “Me aburro”, “¿falta mucho?”, “quiero mear”….

Alternativa: Dejarlo en la cuneta llorando, sorbiéndose los mocos, diciendo que se quedara calladito. Te acusaran de abandono de menor pero por unas horas mientras no te cogen…

3.- Al veo-veo….

¿Por qué?: el de siempre, de toda la vida, no falla. No funciona por desgracia, estos niños de ahora van a otro ritmo y a otras historias.

¿Problemas?: aburre a los quince minutos y, encima, les crea ciertos traumas que hacen que, al final, todo sea peor.

Resultado: Medio hora escasa antes de que te pidan “pipi” o “caca” o que tienen que dormir, cosa que no harán nunca, por supuesto.

Alternativa: Una buena dosis de tranquilizante, que los dejen fritos por unas horas. Lo malo es lograr la dosis adecuada, si no aciertas pues tiene a unos críos dormidos por una semana con todos los problemas consiguientes. La acusación será de drogar a unos menores pero mientras tanto….

4.- Color de coche enfrente.

¿Por qué?: fácil, hay que prestar atención, nuevo, siguen la carretera, están en el coche, hay movimientos, hay tensión.

¿Problemas?: El convencer a los críos de participar, ayuda algún tipo de premio final cuando se pare o se llegue a destino; que el premio no sea muy chorras o demasiado alto pues si no se mal acostumbran.

Resultado: Depende pero no mucho más de media hora. Suele terminarse cuando alguno empiece a acusar al otro de hacer trampas que será el momento adecuado para cerrar el juego y pasar a otra cosas pues suele haber baile de brazos en esa zona trasera del coche y algún llanto si no estamos ojo avizor.

Alternativa: La madre atrás con ellos, en el medio. Lo malo es que en vez de bregar con dos ahora bregaras con tres y uno de los cuales es un mayor lo que complica y agrava mucho la situación….

5.- Palabras encadenadas.

¿Por qué?: fácil y educativo. No funciona en estos tiempos modernos y modelnos. Una pena, están sobre aviso.

¿Problemas?: Normalmente con chicos que son los que no quieren jugar nunca y si son menores que la niña pues peor. Empieza como acaba con algún fallo y “Para, que quiero hacer pipi”.

Resultado: Pues eso, escasos quince minutos de gloria, muy escasos.

Alternativa: Ver punto 1…

6.- Comer puentes.

¿Por qué?: Nuevo y fácil, hay que poner la imaginación al uso y que la carretera tenga eso, puentes. Los de metal y rojos no se deben comer pues son de gusanos y sientan mal, el resto pues eso sabores de gambas, un cocido, bocata de calmares, etc.…

¿Problemas?: Que parece una tontería pero si se meten en el ajo es bastante entretenido,  novedoso y poco competitivo. Nos funciono bien en un par de viajes, una delicia solo que acabamos llenos y sin apetito.

Resultado: un atracón de puentes en la carretera o, al revés, que no aparezca alguno en tiempo y se aburan con el famoso “¿Cuándo llegamos?”…..

Alternativa final: paras el coche, coges tu maleta y, diciendo adiós con la mano, te vas en el primer coche que te para…ya sabes, abandono y todo eso pero mientras no te cogen….

Tuesday, November 10, 2015

Problemas en la playa (7.5): la vomitona.


7. 5. Alguien pensara que después de una vomitona los niños estarían ya  extenuados, cansados, flojos, débiles y hasta con un toque de miedo con lo que el resto del viaje seria como un lago calmo y tranquilo, lleno del decaimiento normal que precede a un mal estar….pues el que piense así no conoce a estos críos y nunca, digo nunca, ha viajado con ellos. O es un iluso. O todo no es más que una vana ilusión.

Tendemos a minimizar la cosas, a desear la felicidad y lo mejor que creemos para todos pero en ese coche, con esos cinturones, ese viaje crea la transformación definitiva a monstruos sin vísceras y puede con todo, hasta con la fatiga y el dolor.

Así, con ellos en el coche, ya amarrados, con sus caritas pálidas, las manos caídas, respirando despacio y flojamente (el mal olor, ya se sabe), el pañuelito perfumado en sus manitas pálidas en el que se traslucen unas leves venas casi azules, y nuestro corazón en un  puño al verlos así arrancamos y…de pronto, de forma súbita y casi imperceptible, (solo se atisba algo por el borde del ojo en el espejo trasero) las sonrisas torcidas afloran rápidamente en sus labios, nos miran de reojo buscando momentos de bajada la guardia y que el amor que les tenemos nos haga caer en sus redes. Se miran el uno al otro, se sonríen y, cuando menos lo esperamos los adultos y cuando ellos están más preparados,  al ataque…

“Esto huele fatal, huele a mierda y todo por culpa de este pequeñajo”.- Mara al ataque con voz aflautada, como no, mirando de forma directa y descarada a su madre al tiempo que el toquecito, que no aguanto, a mi hombro no puede faltar. No puede perder comba. La carretera nos aguarda y los conductores no deben ir tranquilos, hay que alterarlos y deshacerlos en un manojo de nervios si es posible.

“Mama, mama, Mara se mete conmigo; dile que no se meta conmigo que ella también vomitó que yo la vi”

“¡Si!, pero yo no manche todo el coche y ahora hay que oler a tu mierda, pequeñajo ¡no sé cómo te aguantamos!”

“Mama, Mara me está insultando, dile que se calle y me deje tranquilo. Quiero dormir un poco y no me deja.”

“Pequeñaaajooo, vomitoooo, que eres un vomitoooo verde”

“Mara, ¡cállate!, deja tranquilo a tu hermano por una vez y te recuerdo que si el vomitó tu vomitaste sobre mi espalda así que deberías estar calladita”- entro ya sin poder contenerme aun sabiendo que será peor, la discusión ya está a tres  bandas. Yo pierdo siempre, tengo que mirar hacia delante y por el espejo retrovisor poco puedo hacer más que echar miradas asesinas que nadie ve. Mara medio sonríe ante mi alegato. Lo ha conseguido, van ganado por 0-1.

“Pero Papi, es que huele muy mal y me molesta el viento que entra por las ventanas, me despeina, toda.”- atenúa su tono, se hace más dócil, más tierna. Todo se viste de rosa y la trampa a los adultos esta lanzada.

“¿Quieres que cerremos las ventanas?”- entra el freno de mano en el juego con una leve sonrisa en los labios y una cierta inclinación del cuello al estilo de las madonas de Modigliani y sus prodigiosos cuellos de jirafa. El freno la mira con un tono medio pícaro, medio diciendo que lista soy. No sabe que el partido está ya en cuatro bandas. Y vamos perdiendo por un 0-2 que clama al cielo.

“’ ¡Nooooo! Pero es que la culpa la tiene siempre Javi, siempre al final hay que fastidiarse, es un mierdero”. Enfurruñada se cruza de brazos, se cruza de piernas y baja la cabeza con el ceño fruncido.

“Mama, me ha vuelto a insultar, me ha llamado mierdero. No soy un mierdero. En todo caso lo será ella que se echa horas en el cuarto de baño oliendo a caca, porque otra cosa no se qué se puede oler o hacer en el cuarto de baño. Dile que no se meta conmigo y me duele la barriga. Papi …¿no podemos parar?”

“¡Mara!, es la última vez que te lo digo”- insiste el copiloto de forma inútil, sabiendo que nada cambiara las cosas-“deja a tu hermano en paz y si huele mal pues te pones el pañuelito con colonia en la nariz y aguanta lo que puedas pero a tu hermano lo dejas en paz de una puta vez”.

“Papa, papa, ¿has oído? Mama me está diciendo palabrotas gordas y feas. A mí me riñe si las digo, una vez hasta me lavo la boca con jabón. ¡Qué asqueroso estaba!”.

“Acusica, acusica, Mara es una acusica y acusica  barrabas al infiernos caerás de cabeza para atrás”-Javi en ayuda por la banda izquierda con el punto de velocidad adecuado y justo para que yo desee estar en una isla desierta, en medio del mar, solo, solo, solo en el inmenso mar. Le saca la lengua a su hermana.

“¿Qué sabrás tu pequeñajo que solo sabes vomitar,  vomitar y quejarte?”

“Mama me vuelve a insultar y yo no he hecho nada malo.”

“Pero, queréis callaros de una vez o hablar como gente normal, me estáis poniendo de los nervios y es peligro conduciendo así”. Apelo, sabiendo que no vale para nada,  al peligro y a mis nervios a punto de saltar una vez más. Hay que aguantarse, hay que morderse la lengua y los labios y el corazón y el alma si es preciso. No son ellos, son los monstruos que habitan en el coche, solo en el coche, es duro y remato…”por favor, por una vez, solo una vez…” Un final patético para un conductor que se siente patético en un viaje que resulta más patético que nunca. El equipo trasero sigue ganando y va por la goleada, el 0-3 ya es un tanto frustrante y puede ser más abultado.

“Pero papi yo no soy es Mara que me insulta y se mete conmigo. Yo me siento enfermo y me duele el estomago.”

“Si, si, quéjate. Huele muy mal, ¿Me dais otro pañuelito con colonia?”

“Mama, Mara  se mete en mi sitio”

“Yo no me meto en tu sitio solo quiero otro pañuelito”

“Si pero te aprovechas para pasar a mi lado y sabes que este lado es mío. Vete a tu lado y no me toques. ¡Ayyy! ¡Mama! Me ha dado un codazo y me duele de verdad, me ha dado a posta y muy fuerte.”

“Mentiroso. No quiero tocarte además hueles mal, a mierda, no quiero que me pegues el mal olor”

“Mama, lo ves, otra vez me insulta y dice que huelo a mierda. ¡Ayy! Me ha pisado. Mama me ha pisado”

“Mara, por favor, es la última, te pego, te juro que te pego si sigues así…”el copiloto, mujer, freno de mano, esta ya desesperada, se tapa a ratos los oídos como queriendo escaparse de la pesadilla en la que se ha convertido, sin comerlo ni beberlo, este viaje que mas que viajar en un coche parece un ataúd siniestro llenos de malos y salvajes pensamientos. El resultado pasa a un escandaloso 0-4 y lo que siga…

“Es que huele muy mal y  no lo soporto. Además me viene de delante un tufo horrible, de la parte de papa”

“Mara, no seas….que sabes que llevo la espalda sucia con tu vomito…”Le replico recordando con asco toda la experiencia pasada.

“Me aburro, quiero llegar. ¿Falta mucho papi? ¿Podemos para un rato?”. -Javi al ataque en su caballo de perdedor.

“Ya falta poco, no veis que ya hay mas casas, estamos en las afueras de la ciudad, queda casi ná”

“Pero se ha hecho muy largo, el viaje… Quiero parar ¡ya!”

“¡Ayyy!. Papi, me ha tirado del pelo, este Javi  no sabe comportarse, le tienes que dar un correctivo…”

“Es que me ésta pisando y no para…”

“No le hagas caso, papi”-Mara interviene de forma condescendiente y peligrosa, el copiloto sigue agachado y con las orejas tapadas-“es un crio y no sabe comportarse acuérdate cuando se ponía a gritar y llorar como un descosido. Ahora, en vez de eso, se pone a vomitar y ensuciar el coche para que tengamos que oler su mierda durante días, y días… ¡qué asco de crio! Podíais haber tenido otra niña en vez de esto”

“Mara…”-la madre al ataque salvador, como siempre, que crea más problemas que resuelve-“como sigas así te aseguro que le digo a tu padre que pare el coche y te dejo sola, que te recoja el primero que aparezca pero así… no… te… aguanto. Por una vez, se buena, por favor.” Ese último por favor suena a perdida, a derrota y es una pena, había empezado muy bien con el tono y la amenaza justa pero…Es el 0-4 no hay solución, no podemos con ellos y lo saben, se aprovechan.

“No es culpa mía que Javi haya vomitado y todo huela a mierda ¿Tu no hueles mal, a podrido dentro del coche? Yo sí y encima me ha tirado del pelo y tendré que peinarme todo de nuevo, es un asco viajar así”

“Mara tu también has vomitado y encima de tu padre así que cállate que estas mucho más bonita con la boca cerrada”

“Eso es injusto, estamos en una democracia y puedo decir lo que quiera ¿verdad papi? Si no os denuncio a la policía”

“Ya estamos llegando, ahí está la calle de nuestro destino. ¡Aleluya! ¡Aleluya!”  Pocas veces he sido tan feliz llegando a destino” -En mi cabeza, ante el silencio que se crea y como la mutación se repliega esperando la vuelta a casa, con ese 0-5, la manita, que es ya un desastre en toda regla.

Y bajan alegres y contentos. Yo me quedo un par de minutos en el coche, la frente apoyada en el volante y mis dos manos a la altura de mis oídos en los que retumba, como con un eco lejano, el corazón….

Wednesday, October 28, 2015

Problemas en la playa (7.4): Un niño dormido...


/. 4.- Pocas cosas hay tan bellas en este mundo como un niño dormido. Las hay, claro, por ejemplo, ver dos niños dormidos. Pocas veces se hace tan  intensa esa ternura como en un viaje en coche cuando así te dejan en paz, hay armonía, suenan músicas celestiales, no se oyen gritos ni peleas, los ángeles viajan contigo haciendo sonar campanillas. Los ves así  y te  sientes en la gloria conduciendo, y viéndolos por el espejo retrovisor, casi te saltan las lágrimas del cariño que les profesas a pesar de todo.

Avanzas rápido, con prudencia siempre, pues el freno de mano está instalado en el puesto de copiloto y no pasa ni una. Las cabezas, de los críos, observas, se bambolean con las curvas, dulcemente, pero siguen dormidos que es lo realmente importante. Los cinturones de seguridad los sostienen bien y las orejeras de los asientos limitan un tanto esa oscilación de las cervicales (pobres y dolientes si fueran las mías).

Pero todo tiene un límite, a un minuto de gloria y paz y felicidad, el desastre premonitorio, (es la conocida tempestad que precede a la calma… ¿o es al revés?), le seguirán  horas de sufrimiento. A la, por una vez siniestra y siguiendo a Murphy,  voz del copiloto que te dice, rompiendo el hielo: “Qué bien ahora que se han dormido, ¿verdad?” Y, claro, antes de que puedas mandarla callar o chistarle que hable muy bajito y que no se enteren, pues entre el movimiento de cabeza, la dormidera y la bebida  anterior y el bollo con pocas ganas y la mala leche de bastante tiempo y todo eso mezclado con la frase anterior pues, como no, movimiento compulsivo, las primeras arcadas del pobre Javi y, sin tiempo a reaccionar, el copiloto es rápido pero no tanto, la primera vomitona cae sobre sus propios pantalones y camiseta. Súbitamente, con la vomitona, se llena el coche de un tufo apestoso como a queso azul, a vómitos, mitad leche agria, mitad mierda, mitad acido de aliens supurante, azufres de diablo maligno y retorcido con diarrea.

Javi, el pobre no se despierta del todo, se queda hecho polvo y nos mira con ojitos de cordero degollado como diciendo yo no he sido, no sé qué ha pasado. Se le nota un poco de miedo en la cara, expresión que pocas veces se le aparece cuando un nuevo retorcijón le hace vomitar y expulsar lo poco que le quedaba dentro. Tras unos segundos un nuevo retorcijón le hace vomitar apenas un poco de bilis. Le duele. La mujer ni corta ni perezosa medio se saca el cinturón, se gira de forma inverosímil y se pone a limpiar al crio, primero la cara después trata de recoger todo el vomito posible al tiempo  que me dice que pare como sea, donde sea…al tiempo prepara otra bolsa por si vienen otras arcadas.

Aparco el coche en el primer hueco grande que hay a mi derecha, una explanada amplia y con aparcamiento, gracias a Dios. La suerte. Murphy al garete por una vez, menos mal, no debería acertar siempre.

Lo primero que hacemos es que abrimos todas las puertas y ventanas y ni con esas se quita el olor de nuestras fosas nasales. Ese olor infecto, ya cómodamente instalado en la tapicería del coche y  en nuestra pituitaria sobre todo, no nos dejara en días, semanas, en meses, en años, todo olerá a vomito, todo sabrá a vomito, y yo soñare hasta con los mismísimos vómitos y el olor que conlleva. ¡Que asquito!

Mara se despierta ante la brusca parada del coche y el mal olor y se queda estupefacta viendo a su hermano hecho unos zorros e inundando de esa masa grumosa. Se aparta todo lo que puede que es lo que le da el cinturón de seguridad a movimientos pequeñitos del culo. Mi mujer, el copiloto y freno de mano siempre, se pone a limpiar al crio. Todo un proceso misterioso y de ingeniería espacial para quitar al crio la ropa,  limpiar todo lo que puede con los pañuelitos húmedos y refrescantes, recoger los restos, echar colonia (es lo peor que se puede hacer, nunca lo hagáis, la mezcla de vomito y colonia es espantosa pero….) tratando de forma harto difícil de no manchar o extender mas el desaguisado. Toda la ropa a una bolsa de plástico con la marca de El Corte Ingles. Todos los pañuelitos a otra bolsa con la misma marca comercial, al menos le damos buen uso, reciclamos. Ni míster fantástico seria capaz de hacer las contorsiones y movimientos precisos que va realizando, parece magia, es magia, es una madre ante una emergencia.

Mara con su característico, de niña cursi, que se le va hacer, “¡que aaaasssscooooo!”, frunce el ceño con esa mueca graciosa y repipi tan suya, se tapa la nariz y, con la primera contracción de estomago,  abre los ojos de forma desmesurada y se aguanta. Pero poco dura su aguante, a la segunda arcada que le viene empieza a vomitar también. Ella no se mancha, no, nunca, infaliblemente se echa hacia delante, no sé cómo pues esta con los cinturones de seguridad, se lleva las dos manos al estomago y todo el chorretón de comida descompuesta hace una parábola casi perfecta que superando el respaldo del asiento delantero, el mío,  cae en toda mi espalda. Noto una cosa pegajosa, húmeda, caliente, asquerosa, chorreante, grumosa, caldosa, me siento fatal, asquerosamente fatal. Voy notando como se introduce entre el cuello de mi camisa y mi cogote y se va resbalando, es caliente, es cálido, por mi espalda rumbo a mi cintura. Me separo rápidamente del respaldo, es preferible que me manche yo pues tiene un pase pero minimicemos el daño a la tapicería. La miro alucinado, casi con odio visceral, casi pensando que lo ha hecho a propósito, que ha sido alguna venganza por el pecado de ser su padre,  pero ante sus ojitos asustados y sorprendidos, con sus manitas en forma de puños tapándose la boca como si con ello consiguiera que no saliera nada mas,  no digo nada, me muerdo la lengua y salgo del coche para poder quitarme bien la camisa chorreante antes de que se me meta por el pantalón (ya sería el colmo), sacar a la niña de su asiento, limpiarle la boca y que respiremos aire fresco. Mi estomago protesta, le hago callar ante la urgencia. Pero jamás olvidare esa sensación del vomito espalda abajo, jamás, una pesadilla recurrente con los ojos grande y de colores cambiante de Mara, bella al tiempo con esa palidez espectral que le da estar mala y mareada.

La mujer termina por sacar a Javi en calzoncillos y chanclas y, no se ha enterado todavía de todo lo que me pasa, me mira como diciendo que hago yo así. Lo comprende deprisa y rápido cuando ve la camisa en el suelo y llena de grumos y mojada. Si algo pasa con Mara me toca a mí, siempre yo, siempre mi sino. Se echa a reír a carcajada limpia. Me contagia. Allí, en medio de nada, los dos, cada uno con uno de nuestro mareados hijos y yo sin camisa y asqueado de los olores.

Me pasa una toallitas por la espalda, me frota con la colonia de frasco que siempre lleva. Es peor la mezcla de olores pero que se le va hacer, no voy a protestar encima.

El coche con las cuatro puertas abiertas, ventilándose, oreándose, aireándose, tentación de ladrones, vacio de mente y esperanzas….sabemos que el olor no se irá en meses, hasta la siguiente, y eso a pesar de colonias, de perfumadores y de ambientadores que la mujer ira probando de forma inútil y esperanzada; nada quitara ese olor que se hace peor con cada nuevo intento pues esa mezcla de olor nauseabundo mezclado con los miles de olores… ¡buenos!... es todavía peor que peor. Queda un tufo indefinible que retrotrae a pocilgas, ciénagas, cuadras mal cuidadas, pescaderías no muy limpias y de pescado de otros lares y tiempos pasados…

Me da al crio y ropa de la maleta y cogiendo aire puro se mete en el coche para terminar de limpiar lo imposible. Un coche de la policía de carreteras se para y nos  pregunta si necesitamos algo. Le decimos que no y le agradecemos su interés. Buena gente salvo los de las multas pero eso es otro cantar que tiene que ver con otros departamentos más políticos que otra cosa.

Mientras tanto visto como puedo al pobre de Javi, camiseta, pantalón, calcetines, le dejo las chanclas para que este mas cómodo, se deja hacer, esta sin fuerzas, sin ánimo, sin ganas de nada, ni de bromear, ni de meterse conmigo….Mara conmigo no dice ni mu, la pobre intenta incluso echar una mano con su hermano y, de forma harto tierna y sorprendente, le hace una caricia en la cabeza y retira la mano rápidamente cuenta se da cuenta que la miro.

Las bolsas con los restos a la papelera. La de la ropa la metemos dentro de otra y  otra más y bien atada al interior del maletero. Ya la lavaremos en otro momento.

¡Y eso que era un viajecito de solo dos horas y media para ver a los abuelos, parada intermedia incluida!

Sunday, October 25, 2015

Problemas en la playa (7. 3). “¡¡¡¡Callaros ya!!!!”


3.- “¡¡¡¡Callaros ya!!!!” Digo yo en un tono más alto delo que debía y en el  momento menos oportuno. Para compensar, el silencio que se hace es sepulcral y la mirada que me dirige la mujer es de las que te quitan el hipo. Ya lo sé, si, soy peor que ellos, la bronca la empieza el que quiere, no el que puede. Pero el recuerdo de ese sabio rey que fue Herodes viene a mi cabeza y le riño por no haber realizado bien todo su trabajo.

“¿Jugamos al veo, veo?”- digo tratando de arreglar lo que no se puede solucionar, tras un largo suspiro y haber contado hasta diez. Parece una tontería, es una gilipollez pero a mí me funciona para calmarme un poco.

“Es muy aburrido…”-suelta la experta en ese juego que es Mara.

“Es un juego de niñas. Yo a eso no juego ni loco”- dice Javi, que siempre pierde con su hermana.

“Y si jugamos al conductor: hombre, mujer”- les dice mi mujer, un juego que inventamos sobre la marcha una vez no muy lejana de camino, Dios nos cogiera confesados, hacia Peñiscola, mil kilómetros en ese plan.

“No, yo quiero dormir y no me dejáis con tanta cháchara”-salta Mara cruzándose de brazos, bajando la cabeza y frunciendo el ceño; la pose de siempre que esta enfurruñada o hace que lo está.

“Yo quiero parar”-salta Javi-“Nunca llegamos. Me aburro”

“Bueno, ¡¡¡vamos a comer puentes!!!! Pero recordar los rojos no, que están podridos, nos podemos comer cualquier puente menos los rojos y a ver  a que nos sabe…”-les digo con un suspiro de resignación- “Vamos a buscar el primero”

“Pues yo no tengo hambre… ¡quiero parar!”-suelta Javi medio enfurruñado.

Me dan ganas de soltar el volante y darle una colleja pero sé que no puedo.

“¿Falta mucho?”-Mara al ataque  de mis nervios, toquecito al hombro incluido, que se salvan cuando veo la salida de siempre a la estación de servicio de siempre, con cafetería y aseos en la que paramos siempre. Me pongo a la derecha, desacelero y cojo el desvió.

“¿Porque paramos? Vamos a perder mucho tiempo. Yo no quiero bajar, quiero llegar de una vez. Y no tengo ni sed ni hambre”-Javi al ataque……las collejas que se merecía y no se le deben dar…las ganas no me faltan pero está el volante, el que debo mirar para delante y el freno/mujer al lado que si no…interiormente algo me va reconcomiendo y alterando y vuelvo a contar hasta diez…

La batalla sigue en el interior. Saben lo que pueden pedir y lo que no y, como lo saben, pues quieren todo lo prohibido como las bebidas gaseosas y, además,  no quieren comer nada, tampoco quieren hacer la visita a los aseos pues, según ellos, “Ya no tienen pipi, están vacios, ya lo hicieron por el camino”, así bien alto para que los escuchen hasta en cien kilómetros a la redonda. Todos los de la cafetería por supuesto se enteraron y las risitas florecieron  mientras otros chiquillos cuchicheaban y los señalaban de forma acusadora y cómplice, al tiempo que se solidarizaban con ellos.

Yo con mi café y trozo de bizcocho sabroso y mantecoso, típico de la zona, suspiro y me resigno y trato de aislarme todo lo que puedo. Pero no me dejan. La mujer me mete en la discusión de lo que pueden beber y lo que no, lo que pueden comer y lo que no y, sobre todo, en que algo ligero deben comer. Las voces van subiendo a alturas que solo consiguen los grandes cantantes de ópera. Mara, ya en el colmo de los colmos, se pone en jarras y, con gesto de fiera salvaje, se enfrenta a la madre de forma despótica  y faltándole un poco, casi nada, para la bofetada salvadora; pero no pegamos los niños, no, hay que aguantar y ser razonables, hacer que sean razonables, son el futuro y todas esas zandajas, bla, bla, bla.

Javi se empeña en su coca cola, solo dice eso. Mara quiere una fanta de naranja o un helado. Ninguno de los dos quiere nada solido. El camarero hace rato que se ha marchado tras servirme a mí y a la mujer con un leve gesto de “que me van a decir ustedes a mí!”.

Les pido, ya ni discuto,  ni los miro, con la voz seria y brusca de estar alcanzando el límite de la paciencia, les pido dos trinas de naranja y dos croissants y me dedico a lo mío, tras un mirada a los dos de esas que echan fuego y que resulta ser mas cómica que otra cosa pues, los dos, al verla, se echan a reír a carcajada delante de mi cara y me señalan con el dedo; lo mío es degustar el café, saborear la coca que se derrite en mi boca y me deja un toque de mantequilla y ligeramente a almendras amargas. Me noto un poco colorado y les echo la culpa. De reojo los veo como se beben sus refrescos y se comen a pedacitos, a miguitas, el bollo. Están haciéndose los enfadados, hasta gruñen un poco cuando su deditos cogen una migaja de bollo y se la llevan a la boca. De vez en cuando miran sonriendo a la madre que ya no les hace ni caso.

Nueva discusión al acabar con el famoso y universal “Ya te dije que no tengo que ir al servicio”, Y nuestra contestación también millones de veces repetida de que hay que hacer la salir sino después habrá que para de nuevo para ello.

¿Solución?, muy fácil. La mujer coge por las orejas, perdón, por la oreja derecha a Mara y yo por la izquierda a Javi y, así, tan amiguitos al servicio, ellos quejándose y yo, la verdad, disfrutando del tirón de orejas que le voy dando. Lo curiosos es que entrando ya en el servicio y con la puerta cerrada todo se vuelve clama y hasta una cierta complicidad entre los dos, nos hacemos un poco más cercanos. El va a su meadero, yo al mío. Hacemos lo que hacemos, nos lavamos las manos, hasta nos sonreímos mutuamente. Me llama papi y todo eso. No secamos, por orden, las manos. Un momento mágico que se rompe de inmediato al abrir la puerta y….empezar a quejarse de la oreja, de que soy un tirano, de que me va a denunciar, que soy un mal padre, que nunca quiso ir de viaje, que todo es un coñazo…Mara, por supuesto está haciéndole lo mismo a su madre en el otro lado del pasillo, justo enfrente de la puerta de su servicio y a pie de la escalera…en fin, al coche que seguiremos con la transformación de unos niños encantadores en los monstruos de Hyde.

Apenas quince minutos de paz y tranquilidad. Al coche de nuevo para hacer la segunda y última etapa. Lleno de  gasolina (con estos precios da miedo y te dejas la cartera temblando si no fuera porque pagas con la visa que sino) antes de incorporarme al tráfico de la autopista y en marcha.

Los veo por el espejo retrovisor central, están medios adormilados, aun no se ha producido la nueva transformación  monstruosa. Sus cabezas se tuercen en un ángulo tremendo hacia el hombro y con las curvas de la carretera oscilan un poco, flácido el cuello;  los parpados semi cerrados y las bocas ligeramente abiertas. Los cinturones de seguridad bien colocados.

Soy feliz viéndolos así (Un refrán antiguo dice que si quieres ver el rostro de Dios, mira el rostro de un niño dormido). Tanto mi mujer como yo  no hablamos, estamos en silencio completo no sea que todo cambie y todo cambia en poco tiempo para mal o peor, que es la manera normal de cambiar las cosas. Lo bueno si breve, dicen, dos veces bueno…pues no, y una mierda en lo de breve….y una mierda lo de los rostros de los críos inocentes y una mierda que el flautista de Hamelin solo sea un cuento….cuando estos están en un coche rumbo a alguna parte y conduce el padre.