Hay algo que todos estaremos de acuerdo
y más hoy en día, con las modas actuales, o
eso espero pues es uno de esos comentarios casi generalizados a todas
horas en las playas, sobre todo en esos primeros días en que llegamos
blanquitos, muy blanquitos, somos la leche de un paquete de cafés oscuros que
se mueven y pasean luciendo palmito y color. ¡Sí! Lo habéis adivinado, son las
impresionantes lecciones de anatomía de ambos sexos que recorren nuestras
costas como si tal cosa ¡y vaya cosas!.... ¡lo que se ve y se presiente!...que
raya, en muchas ocasiones, en el peor de los gustos.
Queda en un segundo lugar, las tremendas
lecciones de medicina y geriatría que se sufren y se viven en las playas pero
eso, es otra historia, otro capitulo para los anales de este blog inofensivo y
olvidado.
La primera es evidente por los ojos
desencajados, fuera de sus orbitas, de los jóvenes y no tan jóvenes ante los
exiguos bikinis y grandes top-less que
se amontonan en nuestro lado para desgracia de la pobre mujer que con sus
cuarenta y tantos se empieza a comparar con las chicas del entorno y no para de
traumatizarse una y otra vez, olvidando sus dos o tres embarazos y demás… La verdad es que hay trajes de baño
que miden menos que los billetes con que se pagaron resaltando, además, aquello
de trajes que valen de forma proporcionalmente indirecta a su tamaño. Hablando
en plata, que cuantos más pequeños son más caros cuestan.
Y hay de todo, como en botica. Desde
pechos gordos y sebáceos que se
desparraman como medusas fundidas en las arenas, pechos diminutos casi de niñas
núbiles, pechos colgantes por fuerza de la gravedad universal, pechos enhiestos
amenazando a todo quinqué con sacarle un ojo de la cara, pechos con pezones que
se levantan en un canto de luna sin saber del tiempo que no suele ser generoso,
pechos que se erizan al contacto con el agua fría formando una nebulosa de
estrellas que brillan de forma atrayente y subjetiva. Con ellos las mil formas
de los ombligos (para dentro, para fuera, extendidos, minúsculos….); las
piernas algunas tan largas como kilómetros del desierto o un día sin pan,
brazos esbeltos y de mármol, colgaduras fofas y vacías marcadas por el carnet
de identidad, etc., etc., un largo
etc... Y con ellos los patizambos, los paticortos, los musculados…y esos
bikinis que nadie sabe cómo, será magia potagia, no se caen de la caderas de su
poseedora en un equilibrio que bordea las leyes de la física.
Y restos de operaciones que se exhiben como
heridas de guerra, casi con orgullo, aunque nosotros, los normales,
desviemos la cara ante su presentación en frente nuestro. Cicatrices que hacen
que alguna película gore se quede corta.
Y tatuajes de mil tipo y color, en miles
de sitios inhóspitos que no sabemos cómo es posible hacérselos ¡ahí! Justamente
hay. Y, como en el chiste de la manzana… ¿Qué no sabéis el chiste de la
manzana?...Bueno: “lo peor de comer una manzana no es encontrar un gusano…es
encontrar medio gusano”. Pues así. Pasa un/a joven por tu lado y observas medio
tatuaje en salva se la parte, la otra mitad se mete de forma alucinante bajo el
bikini y tu imaginación va camino de lo que habrá escondido….
No hay más solución posible que
estudiarlas como una lección de fisiología animada y en
movimiento...alguno, para ello, se dota
de instrumentos de laboratorio secreto como esas gafas reflectantes y negras
que dejan ver pero no dejan que te vean la dirección de los ojos. ¡Ja, ja, ja!
Son normalmente ya experimentados cuarentones y calvetes, de tripa
cervecera, que no se dan cuenta que si
no se ven los ojos si se ve la dirección de sus miradas. Dan pena, dan lastima
y, muchas veces, no se dan cuenta de las miradas lastimosas de sus mujeres que
están al lado…
¿Para qué ir a clase a estudiar
biología? Esta toda y a la vista en nuestras playas. Podemos seguir músculos y
huesos. Muchos músculos y muchos huesitos. Mucha foca y mucho palillito de
pasar hambre. De todo, como en botica.
La mayoría de las mujeres, las
normalitas, miran con envidia y casi se
tapan con sus toallas, sus pareos y sus sombrillas cuando pasan esas jóvenes, o
no tan jóvenes, con su naturalidad al aire que, por cierto, no existe y hace un
calor que “te cagas”. Eso de los cuarenta y poco a la sombra es un decir, no
hay sombra que valga. El gesto un poco hosco al ver al marido como mira y mira
y mira muchas veces detrás de unas gafas negras pensando en que no se cómo mira
y mira, total, todas tenemos lo mismo y en los mismos sitios…Y pensando en que
ella algún día fue así y no esa tripita del último embarazo que ya no se quita,
esos pechos caídos y que la parte superior del bikini no es capaz de levantar
un mínimo vital. Esa papada que no es suya, no es suya, nunca la tuvo. Esa piel
de naranja que la hace tan fea. Esas colgaduras
en los brazos. Esas varices que,
precisamente y con mala leche, están en las zonas más visibles. Ni el gimnasio,
al que se apunto veinte veces y fue veinte veces, es capaz de solucionar un
poco ya los estragos del tiempo. Y la delgadez no arregla nada tampoco, si vas
delgada vas llena de arrugas como una pasa seca y desabrida, hasta con mal
humor; si vas gorda pues vas… ¡ayayay!
Y el otro lado del espectáculo son los
hombres jóvenes con esos diminutos
bañadores que muestran unas tabletas de chocolate producto de muchas horas de
gimnasio y de pasar mucha, pero que mucha hambre. ¿Y porque se ponen esos
taparrabos? Porque llamarlos bañadores parece mucho, Casi nos dan ganas, al
resto de pobres mortales ante nuestra tripita, de sacar la hoja de parra y
taparnos de alguna forma adicional para evitar posibles y negativas
comparaciones.
Y están los hombre de barriguita
cervecera, que son los peores, luciendo un palmito que no tienen y unos músculos
que tampoco tienen salvo ese bíceps derecho, el de levantar la jarra o la
litrona con asiduidad. Eso sí, llevan unos diminutos taparrabos, mínimos y
ajustaditos, total, ellos no se pueden ver por más que lo intenten…el ridículo
si lo hacen que te cagas pero ellos a lo suyo.
Y claro, los niños, benditos críos,
señalan y cuchichean. Y se pasean distraídos, como si nada, viendo algo por
aquí, otra cosa por allá…cuchicheando entre ellos y ellas, comentando y
comentando y aprendiendo más de lo que debieran, o no, quien sabe, en estos
tiempos. La primera fase son las “tetas” y las “tetonas” (tanto críos como
crías)….le siguen lo de los culos gordos y llamativos ante los tangas
malditos…pasan al pito y los guevos ante los bañadores que enseñan más que
tapan…
Lecciones de anatomía de la forma más
natural imposible en los incomparables parajes de las playas hispanas, en la
arena dorada y limpia, con el arrullo del mar océano que nos envuelve como en
una perfecta sinfonía polifónica… miramos con envidia a una juventud casi
perfecta, anatómicamente hablando, claro, limpia y sana mientras nosotros nos
refugiamos en nuestros años, en nuestro sobrepeso ligero, en nuestras arrugas,
los achaques de la edad, en acordarnos de que algún día fuimos así o mejores aun, en que vivimos y el sol
calienta por igual a todos…
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